Capítulo 9: Emociones

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Imperdonable

Capítulo Nueve: Emociones

Esa noche cada uno se retiró a su cuarto pero ninguno de los dos consiguió dormirse. Erik se levantó a la madrugada con la excusa de comer algo y al pasar por la puerta de Charles, se detuvo y golpeó.

Charles obviamente había sentido su presencia y le permitió el ingreso.

Erik entró con una sonrisa cómplice. Ya estaban grandes y se conocían lo suficiente para andarse con rodeos. Además, ¿qué excusa podía inventarle a un telépata? Menos cuando ese telépata ansiaba lo mismo.

-Ven a la cama – invitó Charles y le hizo espacio.

Erik ni se fijó que el lecho no era el mismo, ahora era más amplio y no tenía dosel, tampoco que el colchón era más suave y las almohadas, más mullidas. Simplemente gateó como un bebé hasta su amante, que lo recibió con los brazos abiertos. Entre suspiros y besos se desnudaron, y, sin mucho protocolo, se hicieron otra vez el amor. Esta vez no estaban tan ansiosos y pudieron explorarse con caricias. Antes de penetrarlo, Erik se deslizó hasta la entrepierna y comenzó a succionarle el pene. Charles gimió mientras la pasión lo poseía, y ya acariciaba locamente la cabeza de su amante y ya se apretaba su propio cuerpo. Erik se retiró antes de que alcanzara el orgasmo, le alzó apenas las caderas y recién entró en él lento y suave. Charles sintió que moriría y reviviría, y soltó gemidos.

Con empujones firmes, Erik quedó acomodado en su interior. Lo abrazó de forma posesiva y comenzó a moverse mientras se miraban fijo a los ojos. Solo se escuchaban los jadeos y los chasquidos de los labios apretándose con frenesí. La calidez y humedad de su amante hacían estremecer a Erik, y sus vaivenes extasiaban a Charles. Los elementos metálicos de la habitación vibraban y, en un momento, Charles quiso meterse en su mente para provocarle aún más placer. Pero justo Erik hizo un movimiento que lo llevó a las nubes y el telépata olvidó sus dones y solo se concentró en gozar.

Finalmente alcanzaron el clímax y soltaron un grito liberador. Erik se desahogó dentro de su amante y Charles bañó los muslos con su simiente. Con cuidado, Magneto se apartó de él y se acostó boca arriba en la cama. Se mantuvieron en silencio mientras recuperaban la respiración, luego se acomodaron de lado para quedar enfrentados cara a cara. Al mirarse, rieron con la complicidad de dos niños.

-Me encanta que tengas atracones por las noches – bromeó Charles.

-Cualquier excusa es buena para abandonar mi cuarto y colarme en el tuyo.

Volvieron a reír y, tras un beso ligero pero enamorado, Erik se levantó, se vistió y regresó a su recámara.

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Por la mañana Charles acompañó a Sean a la clínica. Fueron en un Porsche gris con el joven al volante. El obstetra resultó ser un viejo compañero de Charles de la preparatoria que, además, se había graduado en Oxford. Examinó al joven, le realizó estudios cuyos resultados debían esperar algunos días y comenzó con el tratamiento necesario. Una vez terminada la consulta, Charles lo invitó a la cafetería para comer. Allí el telépata captó que algo no marchaba bien. Sean tenía la mirada perdida y podía percibir la preocupación en su mente.

-Puedes leerme, si quieres – permitió Sean, dando un sorbo a su refresco -. En verdad, no me animo a decírtelo de frente.

Charles se concentró.

-¿Quieres darlo en adopción? – preguntó entre confundido y asombrado.

Sean simplemente asintió con la cabeza.

Imperdonable (Cherik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora