Imperdonable
Capítulo Ocho: La Visita
Permanecieron abrazados por largos minutos. Despacio comenzaron a deshacerlo hasta quedar enfrentados. Tenían los ojos acuosos y una expresión de paz y alivio. Erik no pudo resistirse e intentó besarlo. Charles permaneció quieto sin oponerse. Rozaron apenas los labios y se acariciaron con la punta de las lenguas. Fue, entonces, cuando los interrumpió Hank. Al ver lo que había hecho, quedó rojo como un tomate maduro.
-¡Charles! Yo . . . ¡Ah! Lo siento . . . perdón . . .
-¿Qué ocurre? – preguntó Charles, tratando de sonar casual para tranquilizarlo.
Hank apenas podía contener la emoción.
-No vas a creerlo, tampoco Erik. Ninguno de los dos. Es maravilloso. ¡Sean está abajo!
-¿Qué? – exclamó Charles.
Erik saltó del sillón, exaltado.
-¿Cómo está? ¿Cómo llegó? – interrogó Charles ansioso.
-Aparentemente bien – informó Hank, mirando a uno y al otro -. Tocó el timbre del portón principal. Cuando fui a ver, casi me desmayo. Me saludó, me abrazó, me preguntó cómo te encuentras tú, y me dijo que venía a visitarte.
A la conmoción por la reconciliación con Erik, a Charles se le añadió la noticia de que Sean Cassidy estaba sano y salvo y había venido a hacer las paces.
-No lo hagamos esperar más – ordenó, moviendo con entusiasmo su silla.
Erik se ubicó detrás para ayudarlo. En lugar de negarse, Charles volteó hacia él y le sonrió agradecido.
Los tres bajaron juntos por el ascensor. Sean los esperaba en la sala principal, con sus rulos rojizos revueltos y húmedos, y una sonrisa franca y alegre. Estaba vestido con un sobretodo que lo cubría hasta las rodillas, mojado a la altura de los hombros, y unas zapatillas deportivas sucias con lodo. Quedaba claro que había llegado desde lejos, desde alguna zona donde llovía.
-¡Charles! – corrió a abrazarlo.
Charles lo recibió con los brazos abiertos.
-Perdóname, Sean – le susurró al oído.
-No hay nada que perdonar, Charles – le contestó, sonriendo -. Ahora recién puedo entenderte.
Charles quedó intrigado.
-¿Cómo estás, Sean? – se acercó Erik con la mano extendida.
Sean deshizo el abrazo y se la estrechó con ganas.
-No volverás a empujarme de ninguna torre, ¿verdad? – bromeó el joven.
Erik sacudió la cabeza, riendo.
-¿Quieres beber algo? – invitó Charles -. ¿Comer? ¿Cambiarte la ropa?
-Algún sándwich y un poco de agua me vendrían bien – respondió Sean -. Aunque lo que realmente quiero es hablar contigo, Charles. A solas, por favor.
Charles asintió con seriedad. Se daba cuenta de que la visita encerraba otro propósito además de la reconciliación.
-Hank, ¿podrías llevar algunos sándwiches y un poco de agua a la biblioteca? – Hank enfiló de inmediato a la cocina -. Vamos hacia allá, Sean.
El joven lo siguió.
Erik permaneció solo. Se metió las manos en los bolsillos y observó los jardines en lontananza. Una sonrisa gratificante se le dibujó en la boca. No solo se había reconciliado con Charles sino que había estado a punto de besarlo.
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Dentro de la biblioteca, Sean observó los estantes cargados de libros con aire de nostalgia. No era un lector devoto y esa sala no había estado en la lista de las zonas de la casa que más frecuentara, pero el ambiente entero de la mansión lo hizo retroceder diez años, cuando era apenas un adolescente con sueños, coraje y ganas de luchar.
Charles lo estudió en silencio, esperando que fuera Sean quien comenzara la plática.
Banshee recorrió con los dedos algunos volúmenes y volteó hacia él.
-Erik aquí – observó con una sonrisa cómplice -. ¿Eso significa que tú y él ya no están más distanciados?
-Invité a Erik a vivir aquí después de lo de Washington. Él necesita refugio y apoyo.
-¿Qué te hizo cambiar? Quiero decir, cuando me marché lo odiabas y aunque te dije que no estaba de acuerdo con tu proceder, te comprendía, Charles, y te comprendo ahora. Disculpa si esa vez te pareció que estaba a favor de Erik, es solo . . .
-No quiero que te disculpes de nada, Sean – cortó Charles con determinación, y le sonrió para demostrarle que no estaba enojado -. Fue un momento duro para todos: para mí, pero también para él y hasta para ti. Me preguntaste qué me hizo cambiar, pues fue el dejar de sentir compasión de mí mismo y empezar a sentir esperanza. Volví a ver al mundo con los ojos de antes, cargados ahora de la experiencia que tengo a esta edad. Me di cuenta de que todos merecemos una segunda oportunidad, tú, Hank, . . . Erik.
Sean bajó la cabeza y suspiró para tomar impulso. Miró a Charles a los ojos y, sin decir nada, se desabrochó el sobretodo para enseñar su vientre abultado.
Charles se alegró con una sonrisa de oreja a oreja.
-Sean, ¡es maravilloso! ¿De cuánto tiempo estás?
-Cinco meses, la próxima semana entraré en el sexto – comunicó velozmente y se volvió a cerrar el tapado con vergüenza -. Verás, mi vida no ha sido fácil. Viví refugiado durante mucho tiempo para que Trask o la CIA no me atraparan, y luego de lo de Washington y las manifestaciones de nuestra gente tuve miedo y pensé en ti y me di cuenta de que eres el único que puede ayudarme.
Charles se puso serio.
-Entonces, no has recibido atención médica, no has visitado a ningún doctor.
Sean sacudió la cabeza.
-Sé lo peligroso que es, Charles – replicó, ansioso -. Fui un irresponsable, lo he sido siempre.
-Nunca has sido un irresponsable, Sean. Te mantuviste oculto por miedo como hemos hecho casi todos. Hoy la ciencia médica avanzó mucho con respecto a las gestaciones masculinas mutantes, las llaman la nueva mutación, he leído poco al respecto pero sé que existen tratamientos a partir del sexto mes, que es cuando se complica, con pastillas, inyecciones, etc.
-Por eso estoy preocupado.
-No tienes medios ni ayuda para enfrentar el tratamiento – dedujo Charles.
-No. Por eso acudí a ti. Lo siento – se disculpó el joven, avergonzado -. Todos estos años estuvimos separados y ahora vengo a verte y te pido que te hagas cargo de mis problemas.
-Te dije que dejarás de disculparte – reprochó Charles con afecto -. Si necesitas ayuda, aquí estamos todos para acompañarte y apoyarte en lo que necesites. Tengo entendido que la clínica más especializada está aquí cerca, en Nueva York.
-Así es – confirmó Sean con alivio -. "Special Health" es una clínica privada.
-Bien, jovencito – sonrió Xavier en tono paternal -. Esta misma mañana llamaré a la clínica y te conseguiré una cita cuanto antes. Uno de los accionistas es el sobrino del que fue uno de los mejores amigos de mi padre. Nos conocemos desde niños.
-Gracias – suspiró Banshee.
-Ah, mira – exclamó Charles, girando la silla hacia la puerta -. Hank llegó con la comida y el agua.
-¿Todo bien? – quiso saber Beast porque la ansiedad del joven por platicar lo había dejado preocupado.
Charles volteó hacia Sean y vio que seguía cubriéndose con el sobretodo a la altura del vientre en un claro intento por ocultarlo de Hank.
-Todo está perfecto, Hank – repuso -. Sean se quedará con nosotros todo el tiempo que desee así que tendremos que enseñarle las múltiples recámaras libres para que elija dónde dormir, ¿de acuerdo, Sean?
-De acuerdo.
-Te acompañaré y cuando la escojas, te darás un baño reconfortante y te cambiarás la ropa, si así lo quieres.
-Yo puedo acompañarlo – se ofreció Hank, siempre dispuesto.
-No, amigo. Lo haré yo – enfatizó Charles -. Tú sigue con tus tareas. Terminas de comer y nos vamos, Sean.
Beast se retiró entendiendo que necesitaban más tiempo a solas. Cuando cerró la puerta, Charles se acercó al joven y le apretó la mano.
-No te equivocaste al buscarme, Sean. Yo pasé por lo que estás pasando ahora: los síntomas, los cambios, los miedos, la ansiedad. Puedo entenderte y acompañarte todo el tiempo que quieras y todo lo que necesites.
Sean bajó la cabeza, dubitativo.
-No es justo, Charles. Estoy esperando un hijo y tú tuviste una experiencia horrible. Estás bien porque eres fuerte y me ayudas por tu bondad pero no puedo hacerte esto.
-Ven acá, Sean – lo empujó para que el joven se agachase y poder abrazarlo -. Lo hago porque quiero acompañarte – le dijo al oído -. Puedes contar conmigo siempre. Ahora un consejo de una persona que pasó por lo que estás pasando: deja de sentir vergüenza porque no es un horror lo que te está ocurriendo. Al contrario, es motivo de orgullo.
-No sé cómo me juzgarán – confesó con miedo.
Charles deshizo el abrazo para mirarlo directo a los ojos.
-La gente te juzgará de la manera en que tú te juzgues a ti mismo. ¿Estás feliz con tu hijo?
-Sí.
-Entonces, no hay motivos para que lo sigas ocultando de aquellos que te queremos. Cuando estés preparado, les contaremos juntos a los demás, ¿te parece?
Sean asintió con una sonrisa de alivio y alegría.
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De más está decir que Hank y Erik se alegraron y felicitaron al joven. Charles llamó a la clínica y le consiguió el primer turno para el día siguiente. Como habló con su viejo conocido, le planteó por teléfono la situación de Sean, que estaba a punto de entrar en el sexto mes y no había recibido todavía tratamiento o atención alguna, cuáles podían ser las complicaciones y cómo enfrentarlas, pero el director le replicó que si se encontraba saludable y no sufría dolores aún, no había motivos para alarmarse. Con esta respuesta todos respiraron tranquilos.
Erik sugirió que encargaran una buena comida para celebrar y como no podían salir con Magneto, Charles se encargó de que su restaurante favorito le preparara los platos más exquisitos y se los llevaran a la mansión. Así los cuatro festejaron, se saciaron y bebieron en nombre del próximo integrante.
Ya de noche, con miradas insinuantes, Charles y Erik se refugiaron en el estudio otra vez. Necesitaban seguir conversando y ¿por qué no? debían continuar con ese beso inconcluso. Se sentaron uno frente al otro con el tablero de ajedrez en el medio y vasos de whisky en la mano como en los viejos e inolvidables buenos tiempos.
Erik bebió un sorbo y como le tocaban las piezas blancas, hizo la primera movida.
-Hay algo que me dejó intrigado hoy – confesó, mientras hacía avanzar su caballo derecho -. Me dijiste que nuestra hija te dijo que me ama. ¿Qué quisiste decir?
Charles bebió y dejó el vaso junto a la mesa. Sintió que Erik era la persona indicada para revelarle su secreto.
-Te va a sonar ridículo tal vez y podrás decirme que tiene una explicación lógica y se puede interpretar desde el psicoanálisis, pero la noche antes de viajar a Washington, ella me visitó en mi sueño, nuestra hija me visitó.
Erik lo miró intrigado.
Charles suspiró antes de continuar.
-La encontré jugando en un jardín lleno de energía – recordó, emocionado -. Es una niña hermosa, perfecta, de unos diez años y se parece mucho a ti.
Erik sonrió.
Charles se aclaró la garganta para seguir relatando.
-Jugamos juntos, reímos y platicamos. Ella me enseñó que tenía que empezar a sanar y que tenía que darles a los demás otra oportunidad. Me habló con sabiduría e inocencia a la vez. Me habló de ti.
-¿Qué te dijo? – interrogó Erik, emocionado.
Charles lo observó.
-¿Me crees? ¿No piensas que puede ser todo producto de mis deseos y que soñé con ella como un mecanismo de mi inconsciente para comenzar a sanar?
-¡Charles! – se indignó y rio lleno de entusiasmo -. Deja de hablar como el científico y siente con el corazón. Tú eres uno de los genetistas más brillantes, creciste y te educaste en un mundo donde la ciencia lo vale todo. Tú que razonas con lógica me estás afirmando que tu sueño fue real, ¿cómo no voy a creerte? Ahora dime, ¿qué te dijo sobre mí?
Charles sonrió aliviado. No esperaba que los demás le creyeran, solo Erik, que estaba convencido de que realmente Sarah lo había visitado en ese sueño.
-Me preguntó por qué no estabas tú con nosotros, me pidió que te perdonara, solo que te perdonara como un paso para sanar. Le pregunté si te amaba y ella me dijo que te ama tanto como me ama a mí.
Erik sonrió con lágrimas.
-Nuestra niña, Charles – le apretó la mano -. ¿Qué más te dijo?
-Cuando llegó el momento de despedirnos, se entristeció, yo también, pero me armé de valor para consolarla y le prometí que nos visitaríamos en los sueños, pero – su voz se ensombreció – no he sabido más de ella.
-¿Quieres saber qué pienso?
-Por favor.
-Tienes una de las mentes más poderosas que existen – comenzó Erik -. Creo que de alguna manera, tu mente consiguió colarse en otra dimensión mientras dormías, en la dimensión donde habita nuestra hija. Ella no te visitó sino que tú la visitaste y se despidieron. Sin embargo, no has podido volver.
-¿Cómo crees que podría conseguirlo? – cuestionó Charles, desesperado. Erik le acarició la mano para tranquilizarlo -. ¿Qué tengo que hacer? ¿Crees que deba utilizar a Cerebro?
-Cerebro está diseñado para conectarse con las mentes solo en esta dimensión. La tuya es más poderosa que Cerebro. Lo que tenemos que hacer es buscar un medio para que tu mente pueda expandirse y regresar a la dimensión donde habita Sarah.
-Sarah – suspiró Charles emocionado -. La llamaste por ese nombre.
Erik asintió y, una vez más, no resistió las ganas de besarlo. Esta vez había sido precavido y al entrar, había cerrado la puerta con llave para evitar otra interrupción. Charles abrió la boca invitándolo. Se saborearon y relamieron sintiendo el fresco sabor del otro por primera vez en diez años. Inmediatamente Erik sintió que el deseo lo llamaba y cargó a Charles en brazos para depositarlo sobre el sofá. Allí comenzó a desabotonarle la camisa, mientras que Charles se desabrochaba el cinturón y los pantalones. Los dos ardían y sus miembros comenzaron a erguirse.
Erik se quitó rápidamente los pantalones y los calzoncillos, y se colocó encima de su amante. Charles estaba con la camisa abierta enseñando su torso, y la bragueta destrabada. Se lanzaron una mirada encendida con un firme sí. Erik le bajó un poco los pantalones para exponer sus glúteos y lo penetró suave y firme. Después fue meciéndose lento hasta quedar acomodado en su interior. Charles se echó hacia atrás y cerró los ojos, no podía contener la pasión que ya lo estaba desbordando.
-Ábrelos – ordenó Erik -. Quiero verte.
Ese era Magneto. Decidido con lo que deseaba. Él sabía lo que quería y lo exigía con firmeza. Charles obedeció.
Se abrazaron y se besaron más, literalmente se comieron a besos con las lenguas y los dientes. Erik comenzó a moverse dentro de Charles, que gimió y cerró los ojos para abrirlos enseguida.
Erik se deleitaba al sentir el calor y humedad de su interior, y Charles gozaba con los movimientos que el pene le provocaba. Jadeaban y se besaban. Cubrían sus espaldas de caricias y masajes apasionados. Fue un coito intenso, mezclado con la ansiedad de diez años amándose mientras fingían odiarse, necesitando al otro sin atreverse a buscarlo. Finalmente alcanzaron el clímax. Erik soltó un gemido ronco mientras se vaciaba dentro de su amante, y Charles arañó los cojines con un grito.
Entre jadeos se observaron directo a las pupilas. Los dos las tenían dilatadas y el sudor bañaba sus rostros. Se sonrieron entre cómplices y divertidos. Erik retiró su miembro con cuidado y se dejó caer de espaldas en el sofá. Charles apenas tuvo tiempo de hacerle espacio. Ambos reían y lloraban, saciados y enamorados. Charles se acurrucó sobre el pecho de su amante como lo había hecho tantas veces. Erik lo abrazó, protector, se besaron ardientemente de cuenta nueva y cerraron los ojos para descansar.
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Imperdonable (Cherik)
RomanceFic Cherik. En marzo del 63, la tragedia golpea a Charles y a Erik. Charles no puede perdonar a su amante una decisión desesperada que cambiará su futuro y su relación para siempre. Contiene MPREG y ANGST.