Capítulo 15: Ocho Años Después

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Imperdonable

Capitulo Quince: Ocho Años Después

La mansión tan grande que provocaba la sensación de soledad y miedo de una novela gótica se llenó de niños y jóvenes. Eran gente desvalida, muchos de ellos abandonados por padres que habían decidido no criar a mutantes. Eran personas cuyo destino hubiera sido la marginalidad social y el resentimiento pero que aquí, en Westchester, habían encontrado un hogar. Charles estaba orgulloso y feliz por la prosperidad de su proyecto y actualmente albergaba a treinta jóvenes y ocho niños, entre los que se contaban Anne y David.

Erik se había convertido en un referente para los mutantes. De todas partes del país y del mundo acudían a pedirle ayuda. El solitario y vengativo Magneto se había vuelto solidario por la influencia de Charles y jamás negaba su ayuda a nadie.

Sean se había convertido en una de las personas más felices del planeta y ahora estaba entusiasmado con festejar el noveno cumpleaños de su hija. Mientras que todos pensaban que la pequeña escogería como motivo a alguna princesa de los cuentos de hadas, Anne les cerró la boca al elegir a una bruja poderosa. Sean se divirtió con su elección y ahora recorría la ciudad buscando motivos de la hechicera en cuestión para la fiesta. Erik le preguntó a la niña por qué había deseado ser una bruja y Anne respondió con total sinceridad:

-Las princesas no pueden hacer magia y ella sí. Magia como la que hacen tú con los metales, Charles con la cabeza y papá con su voz. Además puede volar en una escoba como papá. Quiero ser como ustedes por eso quiero ser como la bruja.

Erik quedó asombrado con la respuesta y quiso comérsela a besos de ternura. Más tarde le confesó a Sean lo que la pequeña le había dicho y Banshee corrió a envolver a su hija en besos y abrazos.

Una tarde Charles y Erik estaban en el estudio jugando una partida de ajedrez mientras bebían un whisky añejo, y el telépata sacó el tema como al pasar.

-Ayer visité a Sarah.

-¿Sí? – Erik dejó de jugar para prestarle atención. Siempre le interesaba cualquier noticia de su hija -. ¿Cómo está ella?

-Es una de las jóvenes de dieciocho más dulces y bonitas que haya conocido. Deberías ver cuánto se parece a ti.

-Puedes sentir cuánto lo ansío, Charles – contestó con amargura -. Es lo único que te envidio.

-Le di los saludos y besos tuyos y de David y me comentó algo que me dejó maravillado – Charles hizo una pausa para mirarlo de frente -. Erik, creo que de ahora en más vas a cumplir tu deseo. Vas a poder ver y estar con Sarah todo el tiempo que tú y ella deseen.

Erik casi dejó caer su vaso.

-¿Qué dices? – demandó, fascinado y trémulo -. Sabes que ni David ni yo ni nadie puede viajar, solo tú tienes ese poder.

Charles sonrió para responderle pero fue interrumpido por un desesperado David, que entró corriendo y cerró la puerta con una brusquedad inusitada en él. Era un niño tranquilo y educado, con el cabello, los ojos y las facciones de Charles, junto con la sonrisa y la nariz de Erik. Sus padres se asustaron al ver que temblaba con una mezcla de ansiedad y nervios.

-Papás, miren – pidió y enfocó su mirada en la mesa de roble labrado donde estaba depositado el tablero.

En cuestión de segundos, la mesa se sacudió como si la estuviera azotando un terremoto y, después, se elevó casi diez centímetros para desplomarse estrepitosamente en el piso. Solo la dureza de sus patas evitó que se quebraran y las piezas y el tablero terminaron esparcidos en la alfombra.

Imperdonable (Cherik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora