Hay días así, donde no necesito pensar ni racionalizar. Hay días en los que sólo necesito olvidar aquello que mi cerebro maquina, procesa y articula... Hay días en los que observar es abrir los sentidos a las sensaciones, sin procesarlas, sin entender que siento, por qué lo siento o que las produce.
Hay días en los que la brisa fresca, el cantar de las aves, el brillo del sol, el olor de las grama recién cortada o el sabor de una lágrima son suficientes para sentirme viva... Pero hay otros días en los que necesito sentir tu piel, oir tus gemidos, ver tus ojos lúbricos, oler nuestro sudor mezclado con los restos de un orgasmo intenso o el sabor de tus labios para recordar que vivo.
La incertidumbre que genera el no tenerte va más allá de las certezas de que te tuve y tal vez, algún día, vuelva a tenerte.