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🎨 «Todo cae donde debería estar» 🎨

Decidido a poner fin a una separación que no había hecho más que torturarlos en las semanas pasadas, Sehun se inclinó hasta atrapar los labios de Luhan, quien correspondió al beso, su cuerpo apegándose lo más que podía contra el del menor y sus brazos deslizándose alrededor de su cuello. Necesitaba el calor, la cercanía, la sensación de hallarse en casa aunque todavía no hubiera ingresado al apartamento.

Cegado por la emoción que le provocaba saber a su chico entre sus brazos, el rubio lo sujetó por las caderas hasta elevarlo, las piernas de Luhan rodeándole la cintura y su espalda apoyándose contra la puerta de su casa. No parecía que ninguno recordara el sito en que se encontraban, demasiado absortos en la sesión de besos que mantenían y que apenas se interrumpía para permitir el paso del aire hasta sus pulmones.

Justo cuando Sehun abandonaba sus labios para entretenerse con la piel de su cuello, el castaño ladeó el rostro en un intento por concederle un mayor acceso y al entreabrir los ojos, un jadeo de placer saliendo a medias de su boca, se encontró con la figura tan conocida de aquel vecino que siempre pareció detestarlo porque decía que Luhan no hacía más que fastidiar a su cachorrito. Algo completamente falso.

— H-Hun, espera — le pidió, en apenas un susurro, que evidenció el estado de pánico en que había ido a terminar al distinguir al señor Kim parado junto a las escaleras.

— ¿Qué pasa, cariño? — preguntó Sehun, extrañado por el repentino cambio en su actitud.

Lo asustaba imaginar que Luhan se hubiera arrepentido de querer volver a estar con él, no obstante, bastó una mirada para advertir la dirección en que se dirigía su atención y caer en la cuenta de que lo que teñía el rosto del castaño no era duda, sino más bien vergüenza. ¿Y cómo no, si su vecino acababa de pillarlo a nada de follar en la entrada de su casa?

Sin decir nada que pudiera volver aquella situación mucho más incómoda de lo que ya era, un ruborizado señor Kim afianzó el agarre que mantenía sobre el cachorrito entre sus brazos y no dudo un segundo en dar media vuelta y desaparecer por donde había llegado, la idea de golpearse contra algún muro para olvidar lo que había visto, instalándose en su cerebro como una acción necesaria.

— Yah, deja de reírte — se quejó Luhan, cuando su acompañante estalló en las más ruidosas carcajadas que le hubiera escuchado jamás — ¿Con qué cara veré al Sr. Kim la próxima vez que quiera gritarme por intimidar a su perro? —

— Dudo que debas preocuparte, hyung. Parecía demasiado apenado como para desear encontrarte durante un buen rato — repuso el rubio, haciendo un esfuerzo por serenarse.

No queriendo repetir un episodio como ese, Luhan se las ingenió para sacar las llaves de su casa del bolsillo en que se encontraban y aprovechando que el rubio no aparentaba querer soltarle, se hizo un ovillo entre sus brazos, aferrándose con fuerza al cuello de Sehun y esperando que el menor no fuese a soltarle por error, mientras se ocupaba en abrir la puerta.

Apenas abrir, Sehun fue atacado de vuelta por la ola de besos que Luhan comenzó a repartir sobre su cuello, de modo que no perdió tiempo luchando con sacarles los zapatos a ambos y una vez empujó la puerta con la punta del pie, siguió de largo por el apartamento que conocía como a su propia casa.

— Te he deseado a mi lado, cada noche y cada día desde que nos separamos — murmuró Sehun, al tiempo que se inclinaba sobre la cama, para depositar el cuerpo del chino con la mayor delicadeza — No quiero volver a estar lejos de ti, Luhan —

— Tampoco quiero separarme otra vez — admitió el chino — Lamento habernos hecho sufrir, pero romper contigo era algo que necesitaba para trabajar en mis inseguridades. No había estado en mis planes enamorarme, así que cuando todo sucedió, yo... —

De trabajos, jaquecas y playboys || HunHan ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora