CAPITULO 8

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EN LA MANSIÓN DE LA COLINA...


Julio observa desde los pies de la gran cama como Miel ayuda a recostar a Ana.

Se inclina para acomodar la fina cobija que la enfermera busca de un mueble para abrigar más a su esposa y extiende sobre ella, mientras con un gesto silencioso pide luego a la enfermera que se retire y los deje a solas una vez que termina, cual la mujer obedece silenciosa y tras una última sonrisa a su amiga y paciente, cierra la puerta al irse.

- ¿Quieres un vaso de agua? - Julio le pregunta, llenando el vaso de cristal que descansa junto a una jarrita de cerámica en la baja mesa cerca de la cama.

 Ana niega, intentando acomodar unos de los almohadones que la sostienen, pero Julio corre a su encuentro y lo hace por ella.

No hablan de lo sucedido antes en la pastelería.

Ni siquiera se menciona la reacción de ella al ver al camarero y con lágrimas en los ojos, llamarlo temblorosa.

Hijo...

Mucho que su mujer no encontraba a cada niño en todas estas décadas, la imagen del suyo.

Mucho también, que su mente no divagaba con esa cierta posibilidad y anhelo en cuanto muchachito y corriendo la misma edad del suyo, que pensara que podría ser él.

Y mucho.

Que no lo hacía en voz alta y triste.

Julio pensó que ya estaba siendo superado.

A ese llamado.

Un deseo.

Uno casi rogando y sin importar si había público presente en la atestada pastelería y frente a la cara perplejas como asombro del camarero y la chica del disfraz de pollo sin entender nada.

<< - Lo siento, tuvo la perdida de su hijo hace mucho tiempo y todavía no lo acepta... - Se justificó, cuando fue a pagar a la caja lo consumido a la muchacha del disfraz y mientras ambos veían a su esposa, hablando con el camarero levantando platos y tazas. Tal vez disculpándose, también. - ...aunque Ana... - Voltea nuevamente para mirar enternecido a su esposa. - ...llama y los trata como tal, a todos los jóvenes...

La chica del disfraz de pollo del otro lado del mostrador, sonrió y apoyó su mano tranquilizadora en la de Julio.

Para apaciguar su estado y para negar los billetes que saca de su billetera.

- No se preocupe y... - Es cortes. - ...la casa invitaba... - Le recuerda, devolviendo el dinero.>>

Julio agradeció por ambas cosas y sin más, se retiró después ayudando a su mujer.

Y el muchacho quiso ayudar, pero él se lo negó al igual de abrir la puerta, haciéndolo él mismo.

Ni Julio entendió el motivo.

Ese cierto rechazo a recibir la asistencia del muchacho con delantal de conejitos rosas.

Mira a su mujer cerrando sus ojos y no puede evitar, arroparla un poco mas.

Tal vez revolución en él, después de tanto tiempo con un episodio parecido.

Toma asiento suavemente sobre un lado de la cama para observarla como dormita plácidamente y beberse de su belleza e ignorando la vibración de su móvil en el bolsillo de su saco de vestir.

Una intacta, pese a los años vividos y por más que su enfermedad, está latente.

Ana es preciosa y su corazón todavía late aceleradamente de amor y como la primera vez que lo hizo al verla esa tarde gris de invierno en el pabellón de esa unidad militar secreta.

C-AM Sálvame® [COMPLETA] [+16]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora