Hace muchísimo tiempo, en una época en la que todavía se escuchaban hazañas sobre criaturas fantásticas, el portal que separaba la Tierra del resto de los mundos estaba siempre abierto. Habitantes de todos los mundos pasaban sin restricciones de un lado a otro. Había paz y equilibrio.
Pero la prosperidad traía consigo consecuencias, pues Glynn, una poderosa hechicera, pensó que ella era el ser más poderoso y, por tanto, que podría unificar Koh, y más adelante el resto de los mundos bajo su reinado. Para ello se valdría de la Dévola ,la joya mística que otorgaba al portador un poder sin igual para gobernar el universo.
Si al principio las intenciones de Glynn no eran malas, su codicia y el orgullo la fueron envenenando y acabó dando un mal uso a la Dévola y corrompiéndola. Todo se convirtió en muerte y destrucción a su alrededor. El poder de Glynn no conocía límites y no había manera de detenerla. Pueblos enteros fueron arrasados y muchas razas exterminadas por el simple hecho de desafiar sus deseos.
Los guardianes de los portales se reunieron en un universo paralelo, a escondidas de los ojos de la poderosa hechicera y decidieron poner fin a su reinado de horror y sangre. Con su poder y con ayuda de Arniel, otra de las joyas místicas, crearon una jaula que sellaría a Glynn para siempre y nunca más podría hacer daño a nadie.
Fue una lucha encarnizada. Glynn era muy poderosa y acabó con algunos de los guardianes, pero al final consiguieron sellarla. Se quedaría ahí, congelada, para el resto de la eternidad. O al menos eso esperaban, pues Glynn había puesto una maldición sobre los guardianes y, poco a poco, con el pasar de los años, fueron muriendo, debilitando así la barrera que la mantenía sellada.
Con el temor de que un día Glynn pudiera escapar, los humanos sellaron el portal entre la Tierra y los otros mundos, creyéndose protegidos. La Tierra había perdido todo contacto y el único vínculo que los unía eran las guardianas de la puerta, que, generación tras generación, pasaban los conocimientos de madres a hijas. Ellas vivían para preservar el sello que los protegería de Glynn...
—¿Y qué pasó después, abuelita? —preguntó la niña observando con los ojos muy abiertos, llenos de curiosidad y emoción al mismo tiempo, a la anciana, quien había detenido su relato para poder beber un poco de agua.
La mujer se rio y besó a su nieta en la cabeza.
—Se supone que te cuento historias para dormir, no para que te despiertes más todavía.
—Pero abuelita, quiero que me cuentes más cosas. ¿Cómo era Koh? ¿Glynn era hermosa? ¿Y qué clase de monstruos había en Koh? ¿Y las guardianas siguen guardando la puerta para proteger la Tierra? ¿Y el rey de Koh podrá vengar la muerte de su familia? ¿Y qué pasa con los otros reinos? ¿Glynn consiguió dominarlos otra vez?
La retahíla de preguntas de la niña parecía no tener fin, lo cual provocó de nuevo las carcajadas de la mujer.
—En otra ocasión, mi ángel. Es tarde y tienes que dormir —insistió.
—Pero... —La niña iba a protestar, pero su abuela la besó en la frente y la cobijó con las mantas de su cama.
—Mañana hay que madrugar. Nos guste o no, Koh no está en este mundo y las responsabilidades no nos permiten soñar demasiado.
La pequeña hizo un mohín de disgusto, pero en seguida sonrió de nuevo.
—Cuando vuelva de la escuela, ¿seguirás contándome historias?
—Todas las que quieras, mi ángel.
La pequeña, conforme con la promesa de su abuela, se acomodó en su confortable cama y tardó poco en quedarse dormida y dejarse llevar por esos sueños maravillosos que la hacían viajar a mundos lejanos e imposibles, llenos de magia y seres misteriosos.
—Te quiero, mi pequeño angelito —susurró la anciana antes de abandonar la habitación, recibiendo como respuesta sólo la respiración acompasada de la niña.
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Emma y las Crónicas de Koh
FantasíaEmma, una joven introvertida que lucha por conectar con los demás, experimenta un giro radical en su vida el día de su cumpleaños. Un misterioso poder despierta dentro de ella, transportándola a un mundo mágico lleno de criaturas fantásticas y pelig...