Hoy era el día menos esperado para Clar. Tendría que ver a la persona que menos quería ver en la tierra, y lo peor, es que no sabía cómo iba a reaccionar. El despertarse ya era de mala gana, al igual que el desayuno, que esta se lo comía lo más lento que podía su boca masticar. Como era de respeto, al igual que Clara solo iba por respeto al amigo de su papá, se vistió con una prenda negra, la mayoría de su ropa era negra, ya que esto le favorecía, porque tenía una gran variedad de telas de color negro.
Ahora solo faltaba que su madre estuviera lista.
―¿Estás lista, Clara? ―le preguntó el padre que esperaba en el sillón.
―¿De verdad tengo que ir?
―Sí, ¿tienes algún problema? ―nadie lo sabía, era algo oculto entre aquel y ella.
―No, no, para nada.
―Ok, solo falta tu madre y nos vamos.
―yo, y-yo no quiero ir. ―se armó de valor la chica.
―¿Qué? ―dijo el papá un poco atontado.
―Es que...
―¿Por qué estás rara, Clara? Nunca habías tenido problemas para salir con nosotros y ahora sí. ―decía incrédulo el hombre, pero la madre de Clara interrumpió rápidamente. Estaba bajando las escaleras.
―Listo, podemos irnos.
―Responde Clara. ―el padre siguió.
―N-no, no importa.
―Bien, espero que no tengas problemas con Jongin... Y compórtate, siempre estás rara. ―despreció el caballero.
―Ay, déjala, es adolescente, es normal a su edad. ―defendió su mamá.
―Si solo supieras ―musitó. Él tenía razón, por una parte, desde ese día con Kai, Clara no volvió a comportarse como debía.
―¿Qué acabas de decir? ―increpó el papá.
―Nada. ―respondió bastante harta la chica. Ella bajó la cabeza, un poco nada avergonzada.
―¡Uf! ¿Por qué tuve que tener una hija así? ―gruñó el hombre.
―Ya... Mejor vámonos o llegaremos atrasados. ―la madre quería acabar.
Ni siquiera llegaban al recinto a ver a Kim y ya estaban empezando con discusiones. Subieron al automóvil, todos callados, arrastrando un aire incomodo e intenso, pero solo entre el padre y la hija. La madre, con las mejores intenciones, quiso desatar ese momento.
―Bien, espero que la madre de Jongin esté en el velatorio.
―Sí, es lo más seguro. ―respondió su esposo.
―Clara, podrás ver a Kai, ¿te acuerdas bien de él?
―S-sí.
«¿Cómo olvidar a ese imbécil?»
―Si no me equivoco, se llevaron muy bien ese día que se conocieron.
―Sí.
Desde ese seco sí. Nadie habló más dentro del auto hasta llegar al velatorio.
A la entrada había una pequeña mesa de madera, el padre de Clara dejó el sobre con el respectivo dinero. Entraron a una sala donde estaban velando al padre de Kai. Clar y sus padres hicieron una pequeña oración en una salita que estaba con muchas personas allí orando y dejando las condolencias. Para Clara era un velorio con bastantes personas. Se notaba que el padre de Kim era reconocido o famoso.
―Todas mis condolencias, joven. ―habló la mamá de Clara al chico de una estatura de 1.82 m. Aproximadamente. Clara divisó quien era el hombre que se había acercado. Al darse cuenta quién era, su pulso se alteró un poco, poniéndose nerviosa y sudándole las manos.
Jongin solo hizo una reverencia con la cabeza como respuesta. De inmediato, el papá se acercó al chico y le dijo:
―Todas mis condolencias, Kim.
―Gracias señor.
Kai se dio cuenta de la presencia de Clar, abrió los ojos como platos. Aunque estaba vestido completamente de negro se veía... Bien, pero no precisamente bien. Había cambiado mucho desde la última vez que lo vio, los dos chicos habían cambiado mucho después de todo ese tiempo. Los dos jóvenes quedaron paralizados viéndose.
―Ella es mi hija, Clara. ¿Te acuerdas? ―presentó innecesariamente el padre.
―Perfectamente. ―exclamó coqueto el hombre.
―T-toda... Mi... Condolencia, Jongin.
―Gracias, Clara. ―detrás de Kim estaba su madre, a lo que inmediatamente el papá de Clar se acercó a ella.
―Todas mis condolencias. ―expresó el esposo de la mamá de Clara.
―Gracias. ―agradeció la mujer.
―De verdad todas mis condolencias. ―le siguió la madre de Clara.
―Muchas gracias. ―la madre de Kim estaba vestida completamente de negro y sostenía una fotografía de su esposo.
―Tu hijo está muy guapo. ―confesó la mamá de Clara.
―Gracias, es guapo como su padre.
Kim estaba enfrente de la chica, todavía le observaba. Ella trataba de no mirarlo, pensar en ese día le daba vergüenza, se sentía nerviosa.
―Muchas gracias, señora. ―respondió sin despegar sus ojos canela de Clar.
―¿Por qué no vas a acompañar a Clara? ―prácticamente ordenó la madre de Jongin.
―Claro.
―N-no... Yo...
―Vamos, no seas descortés Clar. ―dijo el papá.
―Clara, vamos por aquí.
Fueron directamente al pasillo que conectaba con todos los lugares; las salas, habitaciones, pasillos. Alejándose de los demás, pero no mucho.
―Entra. ―ordenó el joven. Abrió la puerta de una de las habitaciones.
―No quiero. ―dijo como una niña. Él se acercó a Clar y le susurró en el oído.
―Mira Clar, tus padres están a pocos metros de nosotros, si no te comportas te ira mal. ―sonó amenazante. Ella miró a sus padres y Kim los saludó alzando una mano y sonrió desde los pocos metros que los distanciaba.
―Ves, así que entra.
Sin ningún tipo de remedio, la chica tuvo que entrar por una fuerza mayor que ella (sus padres la retarían si se comporta mal. Ya lo tenía muy recalcado). Al entrar, Kim cerró la puerta de la habitación. En la pieza había una cama, un escritorio y una silla, Kai se sentó en la cama y Clara en la silla.
―¿Te acuerdas cuando nos conocimos? ―empezó él.
―Por favor, no saques ese maldito tema.
―Desde ese entonces, todos estos años he estado pensando en ti, ¿realmente tenía que pasar esto para reencontrarnos?
―Calla. ―ordenó la chica.
―Tenías doce y yo diecisiete. Eres mucho más guapa ahora.
―¡Estás loco!
En un dos por tres el chico se encontraba a rodillas en frente de ella.
―Sabes, todo este tiempo traté de llamarte, de contactarte, y no te localicé. ―con su mano acarició la mejilla de Clara. Parecía un psicópata, un obsesivo, como actuaba con su mirada

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Retorcido
Fiction généraleÉl retorció la vida de la joven hasta el punto que ni él pensó llegar. Pensaba que era normal, pero nadie sabía si realmente era así. Aquel joven era malévolo, siempre lo fue, le encantaba el peligro y los problemas. Le encantaba confundir a la gen...