VI

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―¿Habrá escuchado algo esa niñita? ―curioseó la empleada.

―Eso creo... Pobre chica, seguramente ya se ilusionó con el joven. ―la miró un poco triste y compadecida. Siempre veía niñas entrar y salir de la habitación del hombre, eso le provocaba un poco de pena, ilusionarse no era nada bonito de sentir.

Clar, estaba saliendo de la casa decidida de que nunca más vería a Jongin, pero, unas palabras la detuvieron.

―¿A dónde crees que vas? ―Kim había pillado a la chica. Esta no supo responder, tampoco, él no tenía ni el más mínimo derecho de saberlo.

―¿Cómo supiste que me iba? ¿Algunas de tus empleadas me delataron?

―Claro que no. ¿Crees que te dejaría bajar sola?, después de que fuiste a la cocina, fui al patio a ver qué hacías desde la cocina.

―Mira, no sé cuánto tiempo te lo repetiré, pero, ¡hay miles de chicas en el mundo!, búscate a otra y me dejas tranquila.

Ella nunca supo que estuvo de mal decir eso, pero algo hizo para que Kai inmediatamente se acercara, le tomara las manos, la acorralara en la pared de la casa y le dijera con las precisas palabras:

―¡Tendrá que ser hasta el día de tu muerte! Yo, me encargaré de que tú...

―¿Pasa algo, joven? ―interrumpió bruscamente la ama de llaves. Aquella escena era incómoda para Clar. La señora, apoyada en la puerta de la salida de la casa, miraba a Jongin, esperando una buena respuesta a lo que estaba haciendo.

―Nada ―Agachó la cabeza, soltando de las manos a la chica, como si su madre estuviera en ese momento regañándolo―. Tampoco es de tu incumbencia, que no se te olvide, de que eres una trabajadora. Puedes retirarte inmediatamente. ―solo habían pasado unos segundos, y la ama de casa seguía allí.

―¡Ya vete! ―miró con unos ojos a la señora, que hasta a la chica llegó a asustar. De inmediato la ama se fue adentro de la casa.

―Me voy. ―replicó Clara.

―Yo iré a dejarte a tu hogar. ―se ofreció Kim.

―No. Prefiero irme caminando o en bus.

―Pero, si es por...

―No. Quédate en tu casa, y para la próxima, trata de no traer tantas chicas, eso se ve mal.

―¿Disculpa? ¿Cómo es que...?

No dijo más, cuando se dio cuenta de que Clar no le respondería cualquier cosa que le dijera.

***

―¡Madre! ―gritó, pero nadie respondió.

―¡Padre, ya llegué! ―se paseó por el comedor, pero no había ninguna señal de ellos, ¿qué ocurre? La puerta se abrió, fue a ver y eran sus padres.

―¿Salieron sin mí? ―las bolsas que traían su padre y su mamá era prueba de que salieron a comprar chiches, ropa y esas cosas.

―Oh, hija, ¿por qué no estás con Jongin? ―interrogó la madre.

―Su mamá me dejó ir.

―Hum... ―dudó raramente el padre.

―Bueno, entonces salieron sin mí, claramente.

―Es que aprovechamos, ya que los días del velorio fueron muy cansadores. ―la mamá se escusó de su hija. Llevó sus cosas al comedor y las dejó allí.

―Cambiando de tema, Clara... ―habló el padre.

―¿Sí?

―Deberías juntarte más con ese chico, con Jongin.

―¿Pero por qué?

―¿Qué tiene? Se ve que tiene buenos modales, la pérdida de su padre debe ser muy doloroso, demás que necesita una compañía ahora, en especial su madre. ―parecía que el padre no entendía.

―Pero él es mucho más grande que yo, es mucha la diferencia de edad.

―Lo sé. La edad no es tan mala, pero si los ayudas, pondrás bien nuestro apellido, hija.

―¿Eso es lo único que te importa? ―se enojó Clara.

―No, pero, él se ve que es bueno. Recuerda, de que es primo de tu prima, casi son familiares.

―¡No! Es absurdo, él debe tener sus propios amigos, ellos lo ayudarán. No necesita de mí.

―¿Qué pasa? ―ahora siguió la madre―, siempre que te pedimos que seas amigable con alguien no te opones, pero con Kim, es todo lo contrario.

―¿Acaso estás antisocial? ¿Por qué eres así con Jongin? ―parecía que el padre no tenía sus límites.

―¡Nada! ¿Qué tiene que no quiera ser amiga de él?

―Mejor vete a tu habitación. ―ordenó el hombre.

―Sí, ve a descansar. Luego ven para comer algo. ―le siguió la corriente su esposa.

―De acuerdo. ―exclamó entre dientes. Para no armar más enredo, se retiró a su recamara. Se recostó; ya tranquila y pensó: «¿por qué últimamente peleo con mis padres?», era cierto, por la culpa de Kim, ha peleado con sus padres más seguido. Todo por Kim, todo por la culpa de Kim.

―¿Qué rayos? ―tenía que comprometerse a que, nunca confiaría en Jongin, ni que, por culpa de él, comenzaría a pelear con sus padres.

Una hora más tarde, exactamente, Clar nunca bajó a comer algo y su mamá tampoco la llamó. El timbre de la casa sonó. Casi nadie iba a su casa sin avisar, más de alguien sabía quién iría de visita o algo. "Buenos días o tardes." escuchó la chica desde su habitación, luego de haberse quitado los audífonos al sentir el fuerte timbre que tocaron, "¡Oh! bienvenido, entra. Nos tomaste por sorpresa tu venida." la chillona voz de su madre era. Al minuto que casi no escuchó nada, asimiló que llamaban su nombre; su padre:

―¡Clara! ¡Ven! ¡Alguien vino a vernos!

―Ya voy.

Trataba de matar esos momentos cuando llegaba visita, se sentía incomoda en su propia casa cuando había alguien más que no vivía allí. Bajando las escaleras divisó unos jeans albos medio holgados y unos zapatos de cuero negro apuntados recién lustrados, estaba sentado junto a la madre y al otro lado su padre; entablando una conversación.

―Hija, por favor, ven a saludarlo como se debe. Se ha portado tan bien con nosotros. ―ella bajó completamente las escaleras.

―No señora, ustedes se portaron muy bien conmigo y mi madre en el velorio. Por eso vengo a agradecerles personalmente. ―declaró el visitante.

―¡Me gustaría haber tenido un hijo como tú! ―exaltó el caballero, prácticamente menospreciando a su única heredera.

¿Cómo explicárselos?; en aquel instante Clar sintió una impotencia, sabía que no tenía poder de hacer nada, de ni siquiera sacarlo de su casa, ¿por qué? si es tan simple decirle algunas palabras y hacer un esfuerzo con los músculos para echarlo. La realidad era que ni de poner una mueca en el rostro era posible, sus padres estaban allí; presentes. Luego de aquella conversación o "pelea" que tuvo con sus papás por culpa de Kim, tenía que pensar bien en lo que iba a formular su boca y en sus movimientos. Clara de alguna manera sentía vergüenza, cuando debería sentir él la verdadera vergüenza.

Retorcido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora