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Yoongi

Rong sí sabe cómo dar un golpe.

Trato de que no se me note, pero mi cojera es algo inevitable cuando no puedo apoyar bien el pie debido al dolor.

De verdad, ella es impresionante.

—Llegamos —anuncio cuando después de diez minutos de caminar encontramos el lugar del que tanto le hablaba.

Para ser algo tarde, la gente todavía se aglomera por conseguir el mejor perrito caliente de la casa. El sitio es simplemente un puesto de comida callejero, apenas y cuenta con unas cuantas sillas y mesas ubicadas al aire libre para que la gente tenga donde comer.

Le indico a Rong que me siga para ordenar, y puedo ver cómo sus ojos se agrandan al ver el menú que está escrito en tiza sobre una pizarra.

—Todo se ve delicioso —murmura ella, sonriendo y olisqueando la comida al mismo tiempo—. No sé qué pedir.

—Te recomiendo pedir uno de la casa, es el más impresionante de todos.

Ella aplaude con ganas mientras hacemos fila para ordenar.

Después de varios minutos por fin es nuestro turno y Rong parece una niña en un carnaval, viendo todo por primera vez.

Ordenamos dos perritos calientes de la casa y también dos cervezas bien frías para acompañar.

Buscamos asientos y juntos esperamos en silencio, observando los autos pasar mientras, hasta que nuestro pedido está listo.

—¡Vaya! —grita Rong cuando observa los perritos calientes—. Son enormes... y se ven tan deliciosos que siento lástima por comerlos. Pero no importa porque de igual forma los voy a devorar.

Sonrío mientras la observo comer, eso es hasta que me siento demasiado avergonzado por observar y decido apartar la mirada.

Ambos comemos haciendo ruidos placenteros, y bebemos pequeños sorbos de la cerveza entre cada mordida.

Al finalizar de comer, Rong acaba su cerveza primero y pide otra más.

—Estoy llena —murmura cuando casi acaba su segunda cerveza—. Pero de una manera muy buena.

Se señala el estómago y sonríe con simpatía.

—Te dije que eran los mejores.

Ella asiente con la cabeza mientras observa hacia el cielo.

—¿Por qué me buscaste de nuevo, Yoongi? —pregunta después de varios largos minutos de silencio—. ¿Por qué no pudiste dejarme tranquila en mi odio y mi rencor?

Trago otro sorbo de cerveza mientras la observo.

—Lo siento —me disculpo.

Mis palabras parecen no bastarle porque comienza a beber lo último de su segunda botella, de un solo trago.

Cuando acaba, eructa sin ningún miedo en mi cara.

—Perdón —dice encogiéndose de hombros—. Ya ves, cometo el error primero y luego pido perdón. Pude haber calculado apartar el rostro para no afectarte, pero decidí eructar en tu jodida cara y luego disculparme de los daños causados.

Ella ríe de sus palabras, pidiendo otra cerveza al mismo chico que tomó nuestra orden.

—Sé que tengo solo diecinueve años y que no se puede beber en varios países a esa edad —murmura, pareciendo desde ya un poco ebria—, pero empecé a beber pequeñas cantidades a los dieciocho. No es como si fuera una adicta ni nada, pero a veces eso ayuda a adormecer el cerebro. Al final la edad termina siendo solo un número más...

One more chance; yoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora