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PORQUE YA NO SOY QUIEN CREES QUE SOY

Rong
3 meses después

No es fácil levantarse por las mañanas, mucho menos cuando duermes en el sofá de la sala mientras que una completa extraña invade tu cama; y por extraña me refiero a la mujer que dice ser mi madre y quien poco a poco se fue metiendo en nuestra casa como si fuera una plaga maligna que es difícil de eliminar de raíz.

Mis ojos se sienten pesados mientras recuerdo que esta es mi vida; no la pedí, no se la desearía a nadie... pero es la única que tengo y no puedo echarme a llorar cada vez que las cosas no salen como yo lo deseo o lo planeo. Aunque sería hipócrita decir que nunca he llorado por esas mismas cosas banales y sin importancia, porque sí lo he hecho muchas veces en el último par de meses. Demasiadas. Pero ya no. Ya nunca más.

Me hice una promesa a mí misma y pienso cumplirla, y esa promesa incluye evitar a toda costa confiar demasiado en la gente.

El ser humano puede llegar a convertirse en alguien tóxico y dañino, y mi dieta es a prueba de imbéciles que quieran acercarse demasiado.

Hice un muro, nadie entra. Y día a día refuerzo un nuevo segmento de esa fortaleza para que nunca se debilite.

Es mejor así... para evitar el daño.

Respiro hondo mientras parpadeo rápidamente e intento levantarme con cuidado, mi espalda lleva sufriendo tres meses difíciles de dormir en el mismo sofá, de nuevo, gracias a la susodicha mujer que dice ser mi madre quien ahora ocupa mi habitación porque, su más humilde esclavo (en otras palabras, mi padre), así lo permitió.

He tratado de ser paciente durante estos últimos meses, pero cada vez que la veo pasearse por la casa como si fuera la dueña y señora del lugar, mis intestinos se revuelven y algo hace corto circuito dentro de mí. Papá ha tratado de frenar mi boca justo cuando cree que la usaré para decirle un poco de la verdad a la dichosa mujer, pero este día estoy insoportable y amargada, este día nadie me calla si llegan a provocarme.

Sigo respirando hondo para ahogar el fuego que quiere salir de mí y, con mucho cuidado, me pongo en pie, lista para otro día en donde tengo que pretender que todo va bien.

Avanzo a la cocina en busca de mi siempre preciado café y busco una taza que aún no haya sido utilizada por mi madre... tal vez lo que sea que tenga pueda ser contagioso, hay que prevenir.

Cuando termino mi café voy en busca de mi ropa, directo para irme de una buena vez al trabajo. Nadie nunca pudo haberme predicho que yo querría huir hacia ese espantoso lugar; pero las cosas cambian, y mi casa ya no se siente más como un hogar en donde da gusto estar. Así que huyo, huyo como lo hacen mis hermanos cuando van al colegio para alejarse de la casa del terror en la que ahora vivimos.

Huyo para esconderme de la que hoy es mi vida, para que tal vez así no me encuentre y decida jugar conmigo de nuevo; huyo para evitar recordar que no soy una princesa y este no es mi cuento de hadas donde todo sale bien por arte de mágia. Huyo porque no sé qué otra cosa puedo hacer.

Así que aquí me encuentro: teniendo un momento filosófico conmigo misma mientras siento calambres en mi pierna izquierda y mi espalda parece colapsar poco a poco ya que es el único sonido que se escucha en todo el lugar cuando doy un paso. La casa se encuentra silenciosa y no escucho el usual sonido de Bob Esponja en la televisión o las quejas del abuelo cuando no pago sus canales prepagados de lucha libre femenina.

Las mañanas de los sábados no suelen ser tan aburridas, al menos no lo eran hace unos meses atrás cuando solo éramos el abuelo, Rowen, Russell, papá y yo. Mis chicos que, inevitablemente, siempre andaban corriendo en ropa interior por toda la casa mientras holgazaneaban y miraban partidos de futbol por la televisión.

One more chance; yoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora