Invierno III

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El día que llegue a la universidad y me senté sola, ese día vi llegar a la persona más hermosa que jamás haya podido imaginar, entró en el aula y se dirigió directo a donde estaba yo, el asiento de adelante era uno de los pocos que estaban vacios. Se sentó y de golpe me sentí como si estuviera en una de esas películas que veía los sábados por la noche mientras tomaba tazas y tazas de café, donde en el típico colegio se conocían dos personas y se enamoraban y blah blah blah. El caso es que me sentí así.

Su cabello le llegaba un poco por debajo de los hombros, era de un color negro azabache con un mechón violeta por el costado derecho, tenía aritos en ambas orejas, su piel era blanca como la nieve, se veía tan fría que solo quería tocarla para saber si se sentía de la misma manera. Vestía un pantalón de mezclilla negro y un sweater color bordo metido levemente por la parte de adelante con unos borceguís negros que hacían juego con su mochila de cuero y su campera verde oscura.

Nunca sentí atracción por una mujer pero para ser sincera nunca había sentido atracción por nadie. A la edad de 21 años nunca había estado con nadie, ni siquiera había dado mi primer beso. Bueno no cuenta el beso que me di con Matías porque teníamos 11 años y fue porque jugábamos a la botellita.

Había llegado a pensar que podía ser asexual pero era imposible, solía masturbarme al menos una vez a la semana, nunca entendí porque ninguna persona física me atraía. Pero esta chica me dejo embobada y para ser sincera ella no era la persona más agraciada físicamente, de todas maneras yo tampoco, era bajita y solía ser regordeta, aunque últimamente era puro piel y hueso, mi pelo era negro y de igual manera lo tenía por los hombros, uso anteojos y tengo la cara llena de pecas, poco pecho y poco trasero. Siempre me vestía igual, usaba pantalones holgados para que no se me noten mis piernas, y campera de cuero igualmente grande. Pero en cuento a esta chica tenía algo, no sé qué, pero me obligaba a quedarme cerca de ella.

No me di cuenta cuando, pero el profesor ya estaba en el salón, era la primer clase del cuatrimestre por lo tanto nos hacía presentarnos uno por uno, odiaba eso pero de alguna manera deseaba saber el nombre de la muchacha que se encontraba adelante mío. La clase empezó y tras escuchar el nombre y el motivo por el cual estudiaban dicha carrera de todos los presentes por fin llego su turno. El profesor la miro y le dijo que se presentará para todos nosotros.

La chica misteriosa se paró de su asiento se acomodo el pelo para atrás y dijo con voz medio baja

-Hola me llamo Alaia, tengo 20 años y sinceramente estoy estudiando medicina porque viene de familia, no sé si es exactamente lo que quiero, ya veré

Se río muy por lo bajo al terminar de hablar, se notaba que estaba un poco nerviosa, pero ¡escucharon! Se llamaba Alaia, nunca un nombre me pareció tan lindo, eso que todos decía que mi nombre era hermoso, y si, es verdad amaba mi nombre pero Alaia era de otro mundo. Seguido de ella me tocaba a mí, era una vergüenza que después de escuchar su voz, que por cierto no iba para nada con cómo se veía, escucharan la mía, o vieran mi cara. En este momento quería desaparecer pero no pude, no quería volver a ser la rara que se escapaba. Me levanté y empecé el discurso que venía practicando.

-Buen día, em me llamo Guim y tengo 21 años, este es mi segundo año acá y también tengo dudas en si seguir estudiando esto, todavía no sé muy bien qué hacer con mi vida.

Me senté rápidamente, no sabía porque había dicho hecho, está bien, si es verdad no sabía qué hacer pero no era para decirlo. ¡Qué estúpida!

La clase continuo, en un momento le sonó el celular al profesor y pidió salir unos minutos, noté como Alaia se daba vuelta y quedaba frente a mí. Cabe recalcar que el aula era chica y los asientos estaban muy cerca. Me miró fijo y me hizo un comentario mientras se reía, para ser sincera no entendí, solo reí pero se veía tan linda, se le hacían dos hoyuelos en los cachetes cada vez que articulaba un poco la boca. El profesor volvió a entrar apurado y tomó sus cosas

-Chicos, disculpen, sé que es la primer clase y que recién estamos a mitad de la misma pero me surgió un problema con mi hijo, lean los apuntes y nos vemos la clase que viene y seguimos con estos temas. Disculpen, de verdad.

Y se retiro apurado, casi corriendo, por la cara que tenía se lo veía preocupado de verdad y parecía que había pasado algo realmente grave. Alaia volvió a girarse para mí.

-Guim, ¿verdad? – Dijo con una sonrisa en la cara-

-Sí, ¿Alaia, no? – Que pregunta estúpida Guim-

-Si – Sonrío – ¿Querés que vayamos al bufete y vemos que es lo que hay que leer para el miércoles? Recién empezamos y ya estoy perdida – Dijo riendo nuevamente –

-Dale, si dale no hay drama – Contesté algo nerviosa-

Bajamos en silencio por el ascensor, si hay algo peor que bajar en ascensor en silencio es bajar el ascensor en silencio con una persona que recién conoces y que este lleno de espejos y tengas que ver tu cuerpo completo por cuatro pisos.

Pero finalmente llegamos abajo y empezó a hablarme como si nos conociéramos de siempre.

Renacimiento.Where stories live. Discover now