Invierno V

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Esa tarde al volver a mi casa me sentía tan mal, solo habías dos cosas que me hacían sentirme bien conmigo misma. Una era Alaia y la otra era comer todo hasta vomitar. Y Alaia no estaba conmigo esa tarde. La llame. Trate de escapar de la comida pero no contestaba mis llamadas, le mande mensajes pero no respondía. Pensé en ir a buscarla pero ¿no era eso caer demasiado bajo? Incluso para mí era caer bajo, pero ahora que lo miro desde lejos creo que debería haber ido. Caer bajo por Alaia valía la pena. Ella valía la pena. Sin embargo estaba sola en mi casa, todo el escenario se daba para que me diera el atracón de mi vida y terminará llorando en el piso del baño. No era la primera vez que ese sentimiento existía dentro de mí y sabía perfectamente que tampoco iba a ser la última vez.

Me levanté de mi cama y me dirigí a la cocina había quedado casi toda la cena de anoche en el horno, la agarre y empecé a introducir todos los pedazos de pollo en mi boca, sin siquiera masticar, solo tragaba, sabía que iba a doler cuando saliera pero no me importaba. Era una fuente grande y me comí todo en menos de cinco minutos pero no sacie mi estomago, seguí buscando que más comer y encontré una bolsa llena de pan, la historia se repitió, me comí todo. Seguí buscando en cajones, heladera, alacena en todos lados. Estaba llorando demasiado, no encontraba nada. Hacía tiempo no me sentía tan mierda, hacía bastante no me sentía tan indefensa y sola. Las lagrimas no eran el problema, lo que más me jodía era esa sensación en mi garganta, quería gritar. Necesitaba gritar, quería librarme de tanto dolor. No entendía por qué no podía ser feliz. No entendía por qué Alaia se había ido a mitad de clases sin decir nada y no contestaba mis llamadas. El sentimiento de soledad se apoderaba de mí. Ya no sabía qué hacer, aunque para ser honesta estaba tirada en el piso de la cocina llorando en silencio, los sollozos no salían, no tenía ni siquiera fuerza para llorar.

Como puede ser que de un día para el otro aparezca una persona y te enamore sin siquiera intentarlo. Era evidente que ella no sentía nada por mí, nunca menciono ningún novio o ningún amor. Nuestras conversaciones no eran sobre esas cosas, hablábamos de tanto pero a la vez no hablábamos de nada. Estaba completamente enamorada de esa chiquita.

Sin pensarlo dos veces me levante del piso y me dirigí al baño, allí había un espejo de cuerpo completo. No dejaba de mirarme, dentro de esa ropa holgada que usaba me perdía, no entendía como hasta hace algunos meses podía llenar esas ropas. Lentamente comencé a sacarme todo hasta quedar en ropa interior. ¿Cómo había llegado a eso? ¿Cómo pude volver a caer en lo mismo? Esa ya era mi vida. No entiendo como estuve cinco años sin producirme un vomito. Pero así es esto, un día sos una persona linda con un cuerpo regordete y saludable y al otro día sos yo, una chica de veintiún años pesando poco más de 40 kilos, pálida, con ojeras y con vello por todo el cuerpo. ¿Quién iba a fijarse en mí? Alaia era hermosa nunca iba a mirar a un esqueleto como yo. Bueno a decir verdad ni ella ni nadie iban a fijarse en mí.

En ese reflejo veía a la joven Guim de 15 años dentro de un consultorio y la médica que me preguntaba que veía en espejo. ¿Saben que veía? Algo que me da asco, no es una persona, no podía llamarme ser humano. El humano por instinto natural hace lo imposible por sobrevivir y yo quería morir. Y por algunos momentos mi yo de 21 años en el presente también lo quería. Recuerdo que en esos momentos siempre había algún hecho que desencadenaba que terminará así, pero hoy no paso nada. Bueno Alaia se fue de clase y no sabía nada de ella, pero si todo esto había sido desencadenado por ella estaba jodida. Muy jodida.

Sentí ganas de ver sangre por mis brazos y mis piernas. Sentí ganas de ese dolor de la cuchilla rozando mi piel. Pero me contuve, trate de seguir mirándome fijamente, buscaba algo de mi cuerpo que me gustará pero no había nada. No podía amar nada de mí. Menos si estaba así de expuesta. Semi desnuda enfrente de un espejo de cuerpo completo y hacia menos de veinte minutos había arrasado con toda la comida que había en mi casa. No aguante más me incline al lado del inodoro y toque eso que me hacía feliz, mis largos dedos tocaron fácilmente la campanilla y vomite. Otra vez esa sensación de bienestar que sentí hoy a la mañana en la universidad. Una sonrisa apareció en mi rostro. Volví a verme en el espejo y ahora si podía verme mejor, podía verme un poco más linda, solo un poco. Pero un poco es mejor que nada, ¿no?

Renacimiento.Where stories live. Discover now