Esa mañana fue rara, llena de emociones que nunca había sentido. No creía en el amor a primera vista, ¿pero como podía ser que una chica tan normal como era Alaia me haga sentir tan rara? Tuvo la idea de que quería desayunar mientras leíamos los apuntes y le tuve que mentir. La primera vez que le tuve que mentir, ahí supe que iba a tener que hacerlo muchas veces aunque no quisiera. Le dije que había desayunado en mi casa antes de salir. Lo cual le pareció raro, y es verdad, ¿quien se levanta una hora antes de lo planeado solamente para desayunar? Sobre todo si podes hacerlo en la universidad. De todas maneras no hizo ningún comentario, solo dijo que estaba bien pero que ella tenía hambre. Y así fue, la vi comer por primera vez, nunca nada me pareció más lindo que ver a alguien comer, la manera en se llevaba la medialuna a la boca. Y que no se mal entienda, no de manera sexual, sino tan normal, nunca me había detenido a mirar a la gente comer, de hecho escapaba a ese momento, trataba de estar lejos, el solo oler comida me daba nauseas, pero ese día me quede ahí, mirándola mientras leíamos y dejaba escapar alguna que otra risita y yo también. No recuerdo cuando había sido la última vez que había reído antes de Alaia.
Las semanas que le siguieron al primero fueron así también, raras pero lindas. Ella se había mudado a un par de cuadras de mi casa, por lo tanto volvíamos juntas, teníamos una hora de viaje y hablábamos de cualquier cosa, todo era tan natural con ella. Muchas veces quería que fuéramos a almorzar por ahí pero tenía que mentirle. Juro que no quería, no a ella. Me daba igual mentirle a mis padres o a los que años atrás consideraba mis amigos pero a ella no quería mentirle. Desgraciadamente no me quedaba otra. Siempre ponía una excusa. Siempre.
Era el último día de agosto, ese día me despertó el timbre, me levante lo más rápido posible y fui directo a la puerta, era Alaia, como siempre estaba con una sonrisa en su cara, no podía verla porque la bufanda le tapaba la mitad del rostro pero sabía que estaba sonriendo, sus ojos se achinaban demasiado cuando lo hacía. La invite a pasar y fui a cambiarme rápido y partimos para la universidad. Ella sabía que no había desayunado, era obvio que recién me había despertado cuando me sorprendió en mi casa, nunca lo había hecho antes.
-Guim, desayunemos antes de entrar a clases. Ya sabemos que Roberto siempre llega tarde.
Roberto, el profesor que siempre llega tarde, deseaba verlo arribar temprano para tener que saltarnos el desayuno, pero no paso, siempre llegaba más de media hora tarde, lo cual me encantaba porque tenía tiempo de quedarme hablando con Alaia, pero este día era diferente. No me quedaban más opciones, desayunamos juntas
-Sí, tengo hambre – No mentí, la verdad que moría por comer algo, ya hacías 24 horas desde la última vez que había comido algo solido-
Nos acercamos al bufete, sabía que no estaba bien lo que iba a hacer pero de todas maneras lo hice.
-Hola, quería un café y tres medialunas por favor. – Tres medialunas, no paraba de escuchar en mi cabeza esas dos palabras "tres medialunas, tres medialunas, tres medialunas". Era obvio que iba a terminar vomitando, no podía contener tres medialunas y un café grande, simplemente no podía-
-Hola yo también quiero un café y un tostado por favor – Alaia pidió con su voz tierna-
Ahora que lo pienso no les conté mucho sobre ella, pero para serles sincera yo tampoco sabía muchas cosas sobre ella, solo lo básico que se había mudado y poco más.
Nos sentamos, sabía que no era buena idea pero de igual manera trate de parecer calmada, Alaia se notaba rara pero no quería decirme que le pasaba. La última vez que la vi sonreír fue en la puerta de mi casa, durante el viaje estuvo callada hasta que llegamos y me dijo de desayunar, de todas manera no quería agobiarla. Odiaba que me lo hagan a mí, por lo tanto trataba de no ser así con los demás.
-Guim, me da un poco de vergüenza decirte esto pero vos sabes que me da un poco de miedo quedarme sola, ¿no? – Me miro fijo, pero era una mirada rara, casi pidiendo auxilio –
-Sí, me lo dijiste hace unos días, ¿por, que necesitas, que te cuide? – Dije en tono de chiste, casi entre risas –
-Mis papás se van hoy de viaje por un mes, están con esa idea de mierda que quieren irse para "avivar el matrimonio" no se para que lo hacen si ya ni se soportan. En fin, ¿querés quedarte conmigo hoy a la noche? – Antes de que pueda contestarle ya se atajo y casi gritando me dijo – Sé que voy a tener que quedarme un mes entero sola pero un día menos con alguien es algo – A pesar de que empezó casi gritándome en un momento sus palabras se volvieron casi un susurro y miraba al piso avergonzada, algo dentro de mí se rompió de lo tierna que era esa imagen-
-Necesitas mi ayuda, vos, la que siempre hace todo sola me necesita – Dije burlándome de ella – Obvio que me quedo con vos, siempre te voy a cuidar.
Eso último no quise decirlo en voz alta pero se me salió, de igual manera y por suerte Alaia no le dio mucha importancia. Se me tiro encima a abrazarme, nunca lo había hecho. Nunca habíamos estado tan cerca, nunca me había tocado el cuerpo aunque fue solo unos segundos, sentí como se soltó del agarre rápidamente y lo vi en su cara, le daba asco. Había tocado mi espalda, mis huesos, sintió que debajo de la ropa holgada que uso hay solo un esqueleto. Sentí como me ponía colorada, ella no dijo nada y yo tampoco. No sabía qué hacer o que decir, por suerte vi al profesor y nos dirigimos al aula en completo silencio.
Después de veinte minutos de clase empecé a sentirme mal, empecé a escuchar en mi cabeza otra vez que había comido tres medialunas, que persona normal se come tres medialunas, ¡nadie! Me paré y salí disparando para el baño, entre a unos de los cubículos, cerré con el pasador la puerta y me arrodille frente al inodoro, no era la primera ni iba a ser la última vez que lo hiciera. Solía lavarme las manos antes pero en ese momento estaba demasiado apurada. Me metí los dedos de la mano derecha en la boca, hice que tocaran la campanilla y como por arte de magia todo se sintió bien por unos segundo. Lo sentía, vomitaba las medialunas y el café, aunque este último no me molestaba tenerlo dentro. Después de tanto tiempo ya no hacía ruido al tener arcadas, pero si alguien entraba iba a ser medio raro ver a alguien arrodillada delante de un inodoro. Pero eso no me importo. Salí del cubículo sintiéndome bien, linda. Me mire en el espejo que cubría toda la pared y me lave las manos y enjuague mi boca, acomode mi pelo y me dirigí hacia el salón.
Alaia no estaba ahí y sus pertenencias tampoco. Lo único en lo que podía pensar era en que me había seguido al baño y me había escuchado. Alaia no era estúpida, sabía que siempre evitaba comer delante de ella, me había abrazado y sintió este cuerpo horrible cerca, me había escuchado vomitar (o eso creía). Tal vez había deducido que era una chica completamente rota y decidió alejarse de mí, al final era lo que hacían todos, no puedo culparla.
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Renacimiento.
RomantikEl destino no puede cambiarse, llegamos a este mundo con un proposito.