Invierno XII

2 0 0
                                    


Al salir del kiosco mí celular sonó, era Alaia. Me faltaban dos cuadras para llegar, seguro me iba a decir que era una impuntual y que la hacía esperar sola en esa plaza que era una mierda. Típico de Alaia. Pero cuando atendí no era ella. Era un hombre, una voz gruesa me hablo. Me asuste, me puse en blanco. No sé qué había pasado.

-Hola, ¿vos sos Guim? Mira, emm lo siento mucho, la chica dueña de este celular tuvo un accidente. La ambulancia está llegando... ¿Estás ahí?

-Ehh sí, sí estoy acá. Estoy llegando a la plaza- corte-

Empecé a correr, corrí como nunca lo había hecho, era menos de una cuadra lo que me faltaba pero parecía infinito. Llegue a ver que había un tumulto de gente cerca de la vereda. Supuse que ahí estaba Alaia. No me equivocaba, ahí estaba ella, en el piso. Tire todo lo que tenía en las manos al piso y me lancé al lado de Ali. Desde lejos parecía muerta pero mientras más cercaba estaba podía escuchar y sentir una leve respiración. Tenía los ojos medios cerrados, quería decir algo pero las palabras no salían de su boca. A lo lejos se escucharon varias sirenas. No soy creyente pero en ese momento les pedí a dios y a todos los santos que lleguen rápido y que hagan algo para estabilizarla. Al lado mío tenía a un hombre, creo yo era el que me llamo. Él era amable, estaba explicándome lo que había pasado. Al parecer había sido testigo, sin embargo sinceramente no escuchaba nada. Estaba en blanco, preguntándome como pude haberla dejado sola. No la cuide, no cumplí con mi promesa.

La ambulancia llego, y se bajaron unos médicos, la subieron a una de esas camillas y la metieron dentro del vehículo. Yo fui con ellos. Pude escuchar que el señor me dijo que iba a ir al hospital más tarde para ver como estaba. Que amable pensé. Solo atiné a decirle un "muchas gracias" con un hilo de voz.

Llegamos al hospital, pero no pudieron hacer nada. Alaia murió a penas unas cuadras después de haber salido de la plaza. Con ella se fue mi alma, mi vida.

El señor de la plaza llego, yo estaba atónita. Trato de explicarme otra vez lo que había pasado, y por lo que pude entender dos personas en una moto quisieron robarle el celular que tenía en la mano y como ella se negó le pegaron un tiro en la cabeza. Él agarro el celular para llamar a alguien y vio que estaba por mandarme un mensaje a mí. A MÍ. Murió por mi culpa. Tal vez si no sacaba el celular esos dos ni la tenían en cuenta para robarle. Me sentí una basura, otra vez.

Tuve que llamar a sus padres. Ellos la querían tanto. Desde el día que la adoptaron la quisieron más que a su propia vida. Una vez me contaron que querían tener muchos hijos pero desafortunadamente Estella, la madre, no podía quedar embarazada por lo que decidieron adoptar. Lastimosamente en este país no es fácil adoptar niños, por este motivo no volvieron a hacerlo.

Sé que ellos le dieron todo lo que tenían y aún más, sé qué ellos la amaban con su vida. Ellos sabían que yo la amaba. Ahí en el hospital fue cuando les dije que estábamos juntas y ese abrazo que me dieron, fue el que nunca recibí de mis padres. Me transmitieron paz. No se comparaba con los abrazos de Alaia, pero de alguna forma me hacía sentir un poco más cerca de ella. Solo nos dividía una pared. Pero ella estaba muerta y yo viva. Tenía que ser al revés, pero no lo era. Esta es nuestra realidad, dónde una persona feliz y llena de vida muere a causa de la inseguridad.

No me importo que pasara después de eso, los trámites burocráticos del hospital no me interesaban en absoluto. Ella no iba a volver, eso si me importaba. 

Renacimiento.Where stories live. Discover now