Traté de mantenerme estable, visitaba todos los días la casa de Estella y Joan, hablaba con ellos. Hacía más de dos meses que Alaia había muerto y ellos me dijeron que vaya cuando lo necesitará. Si necesitaba hablar, llorar, reír, contarles algo, ellos estaban ahí. Se habían pedido unos meses en sus trabajos para descansar un poco, por lo tanto no importaba a qué hora vaya, ellos siempre estaban ahí, y siempre me recibían con un abrazo y con una taza de café.
Les conté lo del viaje y se sorprendieron demasiado. No entendían porque había hecho eso por su hija. No entendían cuánto la amaba. Claramente no fui a Chascomus, pero el gesto estaba ahí ¿no?
Deje de trabajar en el almacén, no podía ir todos los días ahí. Me faltaba mi otra mitad, mi compañera. Deje la facultad, las cases no eran lo mismo sin ella. Deje todo, hasta me deje a mí. Me juré que no iba a cortar mi piel nunca más después de una tarde que Alaia me encontré haciéndome unos cortes en el estomago. Ella se puso tan mal, nunca la había visto así, ni siquiera durante las noches de tormenta cuando sus ataques se hacían presentes y le sacaban la respiración. Ahí decidí que no lo volvería a hacer y seguía en pie esa promesa. Después de dos meses estando sola no me había cortado, ergo si había vomitado... mucho, todos los días dos o tres veces. No comía nada o comía todo.
Empecé a cuestionarme el por qué a ella. Al fin y al cabo la que siempre quiso morir había sido yo. Ella estaba llena de vida y alegría. Pero cuando se fue se llevo todo de mí, hasta mis ganas de seguir respirando. Me sentía muerta, no sentía absolutamente nada y solo había una cosa que me hacía sentir viva... cortarme, y sí, después de aguantar dos meses lo volví a hacer. Ella ya no estaba, no iba a ponerse mal si lo hacía. Alaia no existía más.
Esa tarde de abril me corte todo el cuerpo, las piernas, el estomago, los pies, los brazos, todo. Había venido en declive, volví a perder peso. Mis padres no estaban nunca en mi casa, ni siquiera me llamaban para saber si vivía o no. De todas maneras no me importaba mucho.
No entendía como una persona me trajo la primavera y cuando se fue me dejo un crudo invierno. Gracias a ella renací, volví a vivir.
Una parte de mí quería pensar que iba a volverme a encontrar con ella. Pero ¿dónde? ¿Acaso existe un cielo, un limbo? Algo, un lugar donde te quedas después de morir. Quería ir y estar con ella. No creo que exista pero ¿que perdía? Si no tenía nada. Lo único que le daba sentido a mi vida era ella, y ya no estaba en este mundo. Bueno estaba enterrada cuatro metros bajo tierra, pero no quería pensar así de Alaia.
Ese día me sentí la Guim de quince años nuevamente. Tal vez mi destino era ese, ser infeliz y suicidarme. Tal vez tuve fuerza para aguantar un par de años y Ali lo pospuso otro tiempo más, pero mi destino era morir así. A causa de vómitos, cortes y tristeza.
No logre matarme hace seis años atrás pero debí haberlo hecho, Alaia murió por mi culpa y yo estoy acá todavía, viviendo un vida que no quiero y necesito terminar. Y así va a ser.
Me voy a matar, Ali, si te vuelvo a ver no te enojes, vas a saber que no aguante vivir sin vos, pero si estuvieras en mi lugar me entenderías. Vos eras la que me hacía feliz, por vos me levantaba todos los días, por vos comía, por vos no vomitaba, por vos no me cortaba. Eras la causante de todas mis risas. Te amo.
Gracias por haberme hecho revivir de tanta mierda. Pero todo lo bueno tiene un final ¿no?
Agarré un cuchillo, el más afilado que había en mi casa. Después de hacer varios cortes en mis brazos fui directo a mi cuello. Esperaba que funcione sino iba a doler.
No me encontré con Ali por si se lo preguntaban. Calculo que no existe nada después de la muerte.
Morimos y ya. Somos totalmente temporales en la tierra. Sí, también somos insignificantes pero siempre le vamos a cambiar la vida a una persona. Alaia me cambio la vida a mí, y yo creo que a ella también. O eso quería pensar.
Por fin encontré la paz que tanto busque.
Fin.
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Renacimiento.
RomanceEl destino no puede cambiarse, llegamos a este mundo con un proposito.