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12:00pm.

Los niños fueron agrupados para esperar el avión que iba a llevarlos a una ciudad para los refugiados, era algo que causaba tristeza en mí ya que Gwen y yo nos hicimos cercanas a esos pequeños.

Deseaba que Dios los hiciera felices... aún en medio de esta guerra.

-Señorita Ayleen, ¿volveremos a verla? -Un pequeño libio se acercó a mí tironeando mi blusa.

Le sonreí enternecida y me agaché a su altura observando sus ojos marrones.

-Tal vez sí, sólo Dios lo sabe. Si le oras siempre para que nos reencontremos... Él lo hará.

El niño sonrió con aquellos ojos brillantes, me regocijaba saber que a pesar de aquella cruda guerra aún mantenían su inocencia y alegría.

No pasaron ni cinco minutos cuando el avión había llegado finalmente, Keith y Clark ayudaron a los niños a subirse con cuidado de que no se tropezaran; verlos partir me causaba cierta tristeza en mi corazón, pero me hacía más feliz saber que iban a ser sacados del campo de batalla.

-Voy a extrañarlos demasiado. -Suspiró nostálgica Gwen al acercarse junto a mí.

Estaba en total acuerdo con ella, el no ver esos rostros de nuevo causaría cierta sensación de ausencia.

Cuando finalmente el avión volvió a despegar, el capitán y el teniente se acercaron a la base en dirección nuestra.

-Debo felicitarlas, fueron excelentes cuidadoras de esos pequeños. -Sonrió el pelinegro mientras nos observaba, más su mirada se quedó por más tiempo en mi rostro.

El rubio teniente asintió en acuerdo a sus palabras.- Es verdad, lograron entretenerlos mientras el avión llevaba al primer grupo de refugiados.

-Bueno, nosotras trabajamos con niños en la iglesia. Es algo natural. -Alardeó mi amiga con aires de grandeza.

Le di un pequeño golpe en la cabeza provocando que se quejara.- Sé humilde, jovencita.

Y los dos uniformados se rieron por nuestra escena, Keith me sonrió acercándose a mí.

-He descubierto que sí puedes ser amable, señorita Cielo.

Esbocé una irónica sonrisa por escuchar ése apodo.

-Cuando no se meten con mis creencias, puedo ser amable. -Repliqué cruzándome de brazos, la forma de relacionarnos entre él y yo era de esta forma.

A veces estábamos bien, y otras veces discutíamos por otras cosas.

-Oh, tranquila princesa de Papá, no estés a la defensiva. -Rió alzando sus manos en gesto de rendición hacia a mí.

Yo solamente pude cerrar los ojos, dar media vuelta e irme en dirección al comedor ya que mi estómago rugía como los leones del foso donde metieron a Daniel.

Keith Wallace era exasperante sin duda.

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9:00pm.

El día transcurrió rápidamente, los soldados ya estaban dormidos y el grupo de misioneros también nos habíamos preparado para dormir.

Pero Gwen y yo tuvimos nuestra charla de chicas antes de dormir, habíamos leído unos cuantos capítulos de la Biblia primero y luego empezamos a conversar.

-Ayleen, ¿por qué eres así con Keith? -Preguntó llena de curiosidad abrazando una de las almohadas de la cama.

Suspiré rascando mi nuca, puesto que pensé que ella sabía la razón.

-Es que... cada vez que hablo de Dios o algo su amargura sale a flote, tampoco ha querido decirme por qué su escepticismo hacia Él y todo lo relacionado al Señor... -Expliqué mirándola fijamente, el capitán era muy severo en ése tema.- hay una barrera que él mismo ha puesto, y que no tiene pinta de querer dejar entrar a Jesús.

Gwen me miró con cierta pena reflejada en su rostro, sabía lo duro que era para mí el que la gente fuese de esa forma hacia Dios.

-Recuerda que es el Espíritu Santo quien hará la obra y no tú, ten paciencia. -Me sonrió colocando su mano en mi hombro para animarme.

Le sonreí con levedad y asentí con la cabeza en forma de respuesta.

La puerta de nuestra habitación se abrió de golpe, y un hombre militar desconocido nos apuntaba con un rifle bien cargado; sentí la sangre helarse en mi cuerpo y de seguro que Gwen estaba igual, aquel hombre nos estaba apuntando con un gran arma.

-Manos en alto, las dos. -Dijo en un claro árabe hacia nosotras.

Lentamente acatamos su orden, evitando hacerle enojar para que disparara. Fue ahí que pude escuchar los disparos de ahí afuera, ¿cómo no me di cuenta antes?

En eso, otro terrorista llegó hacia nuestra habitación y le dijo algo al que nos apuntaba con el rifle.

-Tú, vienes con nosotros. -Espetó tomándome del brazo con fuerza y jalándome hacia ellos.

-¡NO, AYLEEN! -Gritó Gwen desesperada al ver que estaban llevándome.

Miré con lágrimas a mi amiga y tras ser empujada por los árabes, fue que salí del lugar.

Habían capturado también a unos cuantos del grupo de misioneros, nos subieron en una camioneta y arrancaron a toda velocidad.

Pude ver por la ventanilla el rostro petrificado de Keith, viendo cómo me llevaban lejos.

Miré a mis hermanos en Cristo y les sonreí para calmarlos.

-Tranquilos hermanos, Dios está con nosotros pase lo que pase.

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En lugares de guerra todo puede pasar 😱 creen que Ayleen va a estar bien? 👀 comenten y voten! 🙋












¡Dios les bendiga!

𝙷𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝙷𝚘𝚗𝚘𝚛 🔚 novela cristiana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora