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Base militar americana de Libia.

4:00am.

La tensión junto a la palpable sensación de temor inundaba el lugar, Gwen no había dejado de llorar desde que Ayleen y los demás misioneros fueron llevados por los terroristas a quién sabe dónde; el capitán Wallace estaba más que furioso y exasperado, ya que al paso de las horas estaban perdiendo tiempo valioso en rescatar al grupo.

-Keith, los centinelas localizaron el paradero del grupo de ISIS que se llevó a los misioneros. Van a transmitir una decapitación masiva a todos los continentes del mundo.

Las palabras del teniente Peterson helaron a todos los presentes, el pelinegro miró enojado a su compañero y seguido golpeó la silla giratoria de escritorio junto a él, tirándola por completo al suelo.

-Quiero que todos movilicen sus traseros y se equipen hasta los dientes con armamento y municiones, son las cuatro de la mañana y quiero que antes de que llegue el amanecer todos esos desgraciados sean abatidos y todos los misioneros, sobretodo la señorita Ayleen Lancaster, estén a salvo. -Ordenó con seria frialdad grabada en su rostro y en su voz profunda.- ¡soldados, muévanse ya!

-¡Sí capitán! -Dijeron todos al unísono antes de marchar en fila hacia la salida de la sala de estrategias.

La pelirroja mujer se acercó presurosa a Keith, mirándolo con lágrimas en sus verdes ojos.- Tráelos a salvo, te lo pido... oraré para que todo salga bien.

Él solamente la miró en silencio, la chica sonrió con levedad y salió de la sala.

Keith resopló y ajustó sus guantes de guerra, que dejaban a la vista sus dedos y con ello fue hasta la sala de armamento.

Escogió dos armas pequeñas y una grande, se las equipó y se reunió con el escuadrón que lo esperaba afuera de la base junto a las camionetas blindadas.

Los miró a cada uno con determinación y seriedad.

-Quiero un intachable e impecable trabajo, no toleraré errores de ningún tipo. Todos los misioneros deben estar a salvo cuando lleguemos hasta allá.

-¡Sí, señor!

Keith asintió.- Clark, tú y el grupo de leones irán por el oeste. El grupo de lobos negros y yo iremos por el este, así rodearemos el escondrijo de esas ratas de alcantarilla.

-Entendido, Keith. -Afirmó el teniente Peterson recargando su arma.

El pelinegro asintió sin más nada que decir respecto a la movida militar que iban a hacer.

-Ningún error he dicho, ¡a las camionetas! -Gritó lo último de forma dominante.

El resto de los soldados acataron la orden y se subieron en las respectivas camionetas, y con la ayuda de la ubicación proporcionada por el centinela, arrancaron en dirección a dicho punto.

"Aguanta... Ayleen."

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5:07am.

La atmósfera desprendía una sensación de muerte a nuestro alrededor, sin embargo no dejamos de confiar en nuestro Señor en ningún instante.

Estábamos dentro de una estructura metálica, algo similar a una base excepto que esta tenía un aire oscuro y diabólico.

Junto a nosotros, estaban varios periodistas y otros cristianos de otros países. Todos al parecer sufriríamos el mismo fin.

La decapitación.

-¿Crées que Dios logre traer al escuadrón del capitán Wallace? -Me susurró uno de mis compañeros del grupo.

Le sonreí con tranquilidad para transmitirle calma.

-No dudo de ello, ten fe que Dios nos ayudará a salir de aquí e ilesos.

Deseaba que todo fuese tal como sonaron mis palabras, pero no podía negar que hasta yo tenía miedo de la situación en la que estábamos.

Recargué la cabeza en la metálica pared de la habitación en la que estábamos, sintiendo mi cuerpo cansado debido al no haber dormido nada durante toda la noche.

No sabía ni cuál era la hora en esos instantes.

Un grupo de uniformados entró de repente a la habitación, y de uno en uno nos fueron sacando para llevarnos a la parte de afuera de aquella base.

Los primeros rayos del sol comenzaban a teñir el cielo oscuro, no faltaba poco para el amanecer. Nos arrodillaron en la arena mientras que detrás nuestro se posaron militares con espadas, en espera de la orden del jefe.

Miré los cielos, rogando al Padre de que nos ayudara.

Y si tenía que morir... al menos iría a la presencia de mi Dios.

Uno de ellos comenzó a grabarnos con una cámara que de seguro transmitiría todo en vivo y en directo, estábamos en el año dos mil veintiuno y el hackear las redes y conexiones satelitales era algo más fácil que antes.

El jefe comenzó a hablar en un perfecto inglés para que los teleoyentes entendieran palabra por palabra sus intenciones, de repente pensé en mi familia y en los hermanos de mi iglesia.

¿Estarían viendo eso?

Tardó media hora en hablar, luego todos alabaron a Alá y se dispusieron a iniciar la decapitación.

Primero fueron los periodistas y el sonido fue traumatizante para mí, había bajado la cabeza para no ver esa terrible e inescrupulosa escena. Sentí el miedo recorrer por mi cuerpo.

Era el final, o eso pensaba yo.

Hasta que los disparos se escucharon en toda el área, y mis ojos al alzar la cabeza captaron a Keith y a los demás soldados disparar desde las camionetas.

Abatiendo a cada terrorista que veían, y con buena puntería Keith disparó a los verdugos encargados de decapitarnos, no falló en ningún tiro.

Lo vi acercarse hasta a mí bajando de la camioneta, el resto de sus compañeros fueron también para ayudarnos a los que habíamos sobrevivido, Keith me observaba fijamente con el ceño fruncido y me desató rápidamente las manos.

Me tomó fuertemente de la muñeca... y me jaló hacia él para abrazarme con fuerza.

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Sjjdjsjfjjd doble actualizacion? Ustedes dicen si quieren que suba la continuacion de este cap 👀😏 comenten y voten!



¡Dios les bendiga!

𝙷𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝙷𝚘𝚗𝚘𝚛 🔚 novela cristiana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora