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Vamos Ayleen, piensa en algo para responderle.

Keith me miraba en silencio, sin apartar su sonrisa de su rostro; estaba completamente enmudecida porque no sabía cómo reaccionar o qué decir, me esperaba cualquier cosa menos esto.

Él y yo, juntos... ¿en una relación?

No sería yugo desigual, pero de todos modos seríamos muy diferentes ya que nuestras personalidades chocaban, y lo que más me temía era que algo le pasara en plena misión militar.

Tantos pensamientos negativos y llenos de temor abarcaron mi mente, ¿era esta la voluntad de Dios?

-Yo... Keith... lo siento, no puedo responder ahora. -Murmuré haciendo una mueca con mis labios.

Y escapé de él, dejándolo petrificado en medio de la pista de aterrizaje de la base.

Sentí poco a poco mis ojos llenarse de lágrimas a medida que iba corriendo, mi corazón palpitaba con fuerzas debido a todas las emociones que se movían como un huracán dentro de mí.

Llegué hasta el pasillo de las habitaciones de los misioneros, y pegué mi espalda a la pared dejándome ir en llanto silencioso.

-Padre... estoy aterrada... no quiero sufrir... -Susurré deslizando lentamente mi espalda hasta quedar agachada en el suelo.

¿Cómo saber si debía entregar mi corazón a Keith? No quería salir lastimada, y estaba sonando como cobarde pero realmente me sentía así.

-¿Ayleen? -Escuché la voz de Gwen junto a mí, acababa de llegar.

Alcé mi rostro y la miré entre lágrimas, ella sin dudarlo me abrazó al agacharse a mi altura.

-Gwen... Keith está enamorado de mí... -Musité abrazándola con fuerza, necesitaba apoyo en esos momentos.

La sentí palmear mi espalda.- Lo sé, todos se han dado cuenta en realidad...

Me sonrojé debido a su respuesta, yo era la única tonta que no se había dado cuenta de eso, siempre pensé que él solamente estaba molestándome o jugando conmigo.

Ya noté que no era así.

-Jé, fui la única que no lo sabía... -Pasé las manos por mi rostro para limpiarlo de las lágrimas tras separarme de ella.- Gwen, estoy asustada.

Ella me miró enternecida y colocó su mano sobre mi hombro.

-Ayleen, tú das amor y demuestras a las personas que amas lo mucho que te importan... ¿por qué te da miedo ser amada por un hombre? ¿Y por qué te da miedo corresponderle?

Bajé la cabeza mientras mordía mi labio inferior, meditaba aún en sus palabras porque realmente no supe qué contestarle; ella tenía demasiada razón, me daba miedo sentir ése tipo de amor que había entre un hombre y una mujer.

Dios había determinado eso para que las parejas se casaran, pero yo no me sentía preparada para tener una familia.

-No quiero que si algo le sucede a Keith... vaya a sufrir demasiado por eso. -Susurré abrazando mis rodillas.

Gwen resopló rodando los ojos.- No seas cobarde, ¡déjate amar por él tal como te dejaste amar por Jesús! Dios quiere esto para ustedes porque por algo los hizo conocerse.

La miré en silencio cuando hubo dicho esas palabras, ¿sería cierto?

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La noche había llegado finalmente, y no había visto a Keith durante el resto del día así que eso me dio tiempo para pensar mejor las cosas, tal vez debía de darle una oportunidad y dejar mis miedos a un lado.

Tal vez esto era lo que Dios quería para nosotros.

-De acuerdo, Señor... -Murmuré saliendo de la habitación para luego ir en busca del pelinegro.

Aceleré el paso a medida que caminaba, y sin darme cuenta ya había comenzado a correr con más fuerza en busca de aquel capitán que hacía latir con fuerza mi corazón después de Dios.

El sentimiento estaba allí, pero yo debía ser quien lo dejara crecer.

-¡Keith! -Lo llamé al estar afuera de la base, pero no estaba por ningún lado.

Empecé a desesperarme y pensar que se había ido a otra misión, sin yo haberle dado una respuesta a su confesión de hace unas horas.

Hasta que lo vi salir del campo de entrenamiento, con una camiseta blanca a la vista y sus típicos pantalones militares.

Me miró sorprendido cuando me puse de frente a él, observándolo con la respiración agitada debido a la carrera que había hecho.

-¿Ayleen? -Preguntó completamente lleno de confusión.

Oculté mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón y suspiré.- Lo siento por dejarte sin palabras... fue sorpresivo eso que dijiste para mí.

Él solamente sonrió con levedad.- No importa, entenderé si tú no...

-Sí, también estoy enamorada de ti, Keith Wallace. -Respondí interrumpiéndolo, dejándolo otra vez sin palabras.

Parpadeó unas cuantas veces antes de decir algo.

-¿Hablas en serio?

Asentí con la cabeza y desvié la mirada, sintiendo la vergüenza en mi rostro.- Muy en serio, mira yo no soy una chica perfecta... tengo muchas debilidades y también un carácter que ya conoces, pero...

Y esta vez fue el turno mío de quedarme sin palabras, porque los labios de Keith se situaron en mi frente sin dejarme continuar.

Se separó un poco y acunó mis mejillas entre sus manos, sonriendo con suavidad.

-Para mí, eres tan perfecta como Raquel, Ester o cualquier otra mujer valiente de Dios de la Biblia. Tal vez seamos diferentes, pero Dios conoce la razón de querer juntarnos.

Lo miré a los ojos, y reí suavemente por sus palabras antes de abrazarnos con fuerza.

Si esto era lo que Dios quería, entonces andaría en paz y confiaría en la voluntad del Señor.

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¡Dios les bendiga!

𝙷𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝙷𝚘𝚗𝚘𝚛 🔚 novela cristiana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora