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Entrada 2, Bitácora.

Era extraña la sensación que se formaba en mi estómago al ver a Keith o cada vez que hablábamos. No podía evitar que mi corazón latiera con fuerza, era algo inexplicable.

Claro que Dios me provocaba algo similar, pero la Presencia del Señor era diferente al sentimiento de amor que causaba el pelinegro en mí.

Incluso leía como una adolescente el libro de Cantares, imaginando toda una vida al lado de él.

Así que es así como se siente el amor entre un chico y una chica, un amor que va más allá de lo físico.

Un amor en donde incluso amas las imperfecciones o debilidades de la otra persona, porque eso era lo que me sucedía tras conocer la mayor parte de Keith, porque nunca se terminaba de conocer por completo a alguien.

Como Dios nos ama con nuestras imperfecciones, nosotros también debíamos de amarnos a pesar de los errores.

Sonreí guardando aquel archivo en mi laptop, estiré mis brazos un poco y me levanté de la cama no sin antes ver la hora, ya eran las siete de la noche y pronto tendríamos que ir a cenar.

Keith ahora asistía a cada enseñanza o conferencia bíblica que hacíamos el grupo y yo, me alegraba verlo dentro de los caminos del Señor.

Lleno de paz y gozo.

Me encaminé hasta la puerta para ir a buscar la cena, mi estómago no dejaba de recriminarme el que no lo estuviese alimentando desde el mediodía.

Lo normal de cada día.

-Capitán. -Sonreí al verlo llegar desde el otro lado del pasillo, tenía dos viandas en la mano y ciertamente me causaron algo de curiosidad.

Él sonrió ampliamente con notoria alegría.- Justo la chica linda que estaba buscando, señorita Lancaster... la invito a cenar esta noche al aire libre.

Mi corazón al instante latió con fuerza, cenar al aire libre con Keith Wallace se me hacía un bonito momento, por lo que asentí varias veces en respuesta y eso ocasionó que me tomara de la mano.

-Perfecto, vamos entonces. -Sonrió el intrépido capitán tironeando un poco de mi brazo para que caminara.

-Ah~, que ya voy. -Me queje entre risas caminando detrás de él hacia la salida de la base.

Este hombre era único.

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El cielo presentaba un hermoso espectáculo nocturno con numerosas estrellas brillantes, atrapaba a cualquiera que se sentase a verlas todo un rato; las estrellas eran algo que me encantaba ver desde muy pequeña, siempre pensé que eran una hermosa creación de Dios.

Y además, Dios las presentó a Abraham para decirle que su descendencia sería como las estrellas del cielo. Simplemente algo maravilloso que contaba la Palabra de Dios.

Keith y yo nos sentamos en el arenoso suelo, aunque era algo sólido tenía ése toque desértico de la arena.

-Ten. -Me extendió una de las viandas con comida, yo la acepté sonriéndole con amplitud.

-Gracias. -Y procedimos a orar primero por los alimentos.

No pude evitar el abrir mis ojos para verlo mientras oraba, era increíble verlo de esa forma en donde su alma estaba ligada al Espíritu. Había un genuino cambio en su vida y eso reconfortaba, Dios había sido misericordioso y bueno con él.

-Amén. -Respondimos al unísono y procedimos a comer, la cena consistía en puré de patatas con bistec bien cocido.

Estuvimos un buen rato en silencio, disfrutando de la tranquilidad y el contemplar el fantástico firmamento nocturno.

-Keith... ¿has pensado alguna vez en dejar el ejército? -Me atreví a preguntarle a sabiendas de que su respuesta fuese algo dura.

Sin embargo, solamente siguió mirando las estrellas.

-No lo sé, amo este trabajo y no porque disparo y hiero enemigos, sino porque siento que todas estas batallas y guerras arrastran a gente inocente. -Giró su cabeza para verme con seriedad.- las personas ajenas a esto no deben peligrar por causa de un grupo lleno de dementes con corazones podridos.

Tales palabras me hicieron pensar, él lo estaba haciendo por ayudar a las personas y eso provocó algo dentro de mi pecho.

-Eso es muy noble de tu parte. -Murmuré con una pequeña sonrisa mientras lo miraba de reojo.

-Un hombre de honor no es aquel que es muy fuerte o muy inteligente, un hombre de honor es aquel que está dispuesto a servir a los demás y ayudar a todas esas personas. -Comentó sonriendo de medio lado.

Estaba de acuerdo con eso, por lo que le respondí.- Jesucristo es el hombre más honorable del mundo.

Keith asintió por mis palabras.

-Por ello debemos imitarlo, yo te aseguro... que no pensaría dos veces en entregar mi vida si con eso salvo a mucha gente.

Nuestros ojos se encontraron, y por alguna razón sentí una opresión en el pecho cuando le escuché decir esa oración.

No quería que algo le pasara a Keith, porque estaba segura de que no lo soportaría.

-Keith... eres un hombre de honor.

Él me miró en silencio por haberle dicho tales palabras, pero solamente sonrió y besó mi frente.

-Y tú una mujer virtuosa, una que amo mucho.

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¡Dios les bendiga!

𝙷𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝙷𝚘𝚗𝚘𝚛 🔚 novela cristiana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora