Recordemos nuestros nombres

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Narra Belén
Al llegar a Madrid nos vinieron a buscar los padres de Yara y los míos.
-¡Belén!-chilló mi madre desde el andén.
-Hola, mamá.
-¿Dónde está Yara?-preguntó Marta, la madre de los hermanos.
-Se ha quedado allí con... una amiga-contesté mirando de reojo a mi chico.
-¿Una amiga? ¿Y Alex?-preguntó su padre mirándole. Me quedé anonadada cuando le vi allí, esperando a un tren en el que no llegó.
-¿Dónde está?-preguntó mirándome-tengo que aclarar las cosas con ella.
-No te incumbe-dije yéndome detrás de los demás, que ya estaban lejos.

En el coche, de camino a la casa de Marco, pasamos por mi apartamento y decidí bajarme allí para seguir ordenando las cosas. Sabía que a Yara no le iba a gustar el diseño que tenía en mente para la cocina. Por eso sólo decidí hacer mi habitación, el resto lo haríamos cuando volviera.

Entré en el portal, que por suerte estaba abierto. Pero no encontraba las llaves, así que me quedé en la puerta buscando en mi desastroso bolso. Al fondo estaban las muy asquerosas. Abrí la puerta por primera vez, porque el piso lo eligió Yara, sin mí. Que se me olvidó ir a verlo porque estaba... haciendo otras cosas con Marco. Olvidemos ese tema.

Al entrar tenía la sala de estar en frente, con la cocina incluida. Las habitaciones y el baño estaban por el pasillo. Descubrí que ya estaba casi todo listo para entrar a vivir. La habitación de Yara estaba mejorada, y los muebles de la cocina y la sala de estar estaban casi en su sitio. Menos mi habitación, que estaba hecha un desastre, como lo era antes, pero con cajas y más cajas por doquier.

Fui corriendo de habitación en habitación, ilusionada porque por fin iba a vivir con ella. Desde que volvió mi tía no teníamos dónde dormir, y no nos dejó su casa unos días más por miedo a quedarnos allí para siempre. Si que es verdad que desde que volvió de Nueva York está un poco más arisca, tengo que hablar con ella.

En 10 minutos ya tenía todo diseñado en un papel, pero nada de profesional, eran más garabatos que letras, algunas cosas no las entendía ni yo. Pero estaba feliz, y merecía la pena. Entré en la cocina y vi una carta en el suelo. Parece ser que era para Yara, pero la abrí porque estaba muy intrigada. Miré de quién era la firma y estaba a punto de tirarla a la basura, que a mi amiga no le hace daño nadie. Aún así lo leí, y me caían las lágrimas hasta a mí. En mis 32 años de vida no había leído algo tan bonito, bueno sí. Lo que escribía Yara sí que era bonito. Concentrémonos en la carta.

Llamé rápidamente a la persona indicada, y no cogió. Llamé más de 20 veces, a los últimos pitidos oí su voz, y otra detrás.

-Belén, ¿has visto el reloj de tu móvil? Pregunto-contestó bostezando al mismo tiempo.

-No, ¿qué hora es?-pregunté riendo al imaginarme su cara- mañana os esperamos aquí pronto.

-Por eso lo digo, cogemos el AVE y vamos para allí, ¿qué se supone que haces a estas horas?

-Son las-digo mirando el reloj- ¡¿10 de la noche?!

-Exacto. Y me tengo que despertar a las 6 de la mañana para coger el tren porque a la señorita Belén se le ocurre el plan de ir a Galicia a pasar un fin de semana en pleno septiembre. Y encima salir temprano.

-Ya, cálmate. Te llamo porque tengo algo para ti, bueno, más bien, ha llegado algo para ti. Estoy en el piso.

-¿Qué ha llegado?-pregunta.

-Una carta de...-no sabía si decirle el nombre o no- Alex.

-¿Y qué narices quiere?

-Uy, qué mala leche te ha entrado. Mañana lees la carta. Tenemos que ir trayendo las cosas aquí, duerme que tenemos trabajo-contesté.

-Eso pretendía hacer, pero me has desvelado. Voy a ver qué hace Vane. Y llamo a Marco-dice colgando. Lo malo que tiene el hablar con ella por teléfono es que nunca se despide, ni saluda.

Salí de allí, y me dirigí a la casa de Marco, que no estaba lejos de nuestro apartamento. Por eso decidí ir andando, y así dar menos vueltas. Llamé al timbre, porque con las llaves siempre soy muy patosa.

Y ahí estuvo. Las lágrimas caían por mis mejillas, no me lo podía creer.

-¡Belén, espera!-chilló él.

-¡Me dijiste que no estabas con nadie!-dijo ella pegándole una patada- lo siento.

No dije nada y fui a la cocina a preparar mi cena, un sandwich que cené bastante rápido. La maleta ya la tenía preparada para irme mañana, con o sin él. Pero irme me iba a ir. Ni siquiera conocía a esa chica que se estaba tirando a mi... a Marco. Pero tenía claro que esto ya no iba a volver a pasar. Empecé a meter mis pocas cosas en una maleta que tenía allí, porque me imaginaba que esto iba a pasar tarde o temprano, nunca confié plenamente en él. Las pocas cosas que me quedaban eran las que más necesitaba, ya que un fin de semana vino Yara y fue llevándolo todo poco a poco.

Cogí la maleta y me fui de allí dando un portazo. Era tarde, no tenía cama en el apartamento, pero Yara sí. Así que allí me quedé, dormida con lágrimas en los ojos y manchándole toda la almohada de maquillaje.

A la mañana siguiente me desperté con alguien a mi lado. Veía borroso porque la luz que salía de la persiana no me dejaba ver, por eso empecé a tocarle la cara.

-¡¿Pero qué haces, Belén?!-chilló Yara.

-Ah, que eres tú. ¿Dónde estoy?-pregunté haciéndome la borracha.

-Parece que ha tomado alguna copa de más-dijo otra voz, me resultó familiar, y supe que era Vanesa por su acento malagueño.

-No, ayer vine corriendo aquí. Pillé a Marco engañándome con otra...-dije secándome los ojos.

-¡Lo sabía!-exclamó Yara con las manos en la cabeza- era rubia, ojos azules y uñas largas.

-¿Cómo lo sabes?-dijimos las otras dos a la vez.

-Me dijo que era sólo una amiga, ya hablaremos de eso... dame la carta ya.

-Está encima de la mesa de la cocina. Siento haberte manchado la almohada...

-Tranquila, ¿ves lo que tiene el no preparar las cosas desde el principio?-contestó saliendo de la habitación.

-¿De qué carta habla?-me preguntó Vanesa sentándose en la cama.

-Mmm-dije estirándome- creo que eso te lo tiene que contar ella, lo siento...

-¿Quién le ha dado la dirección?-preguntó Yara chillando desde la cocina.

-No tengo ni idea-dije levantándome. Vanesa me miró, sin decir ni una palabra. ¿Yara no le había contado nada?

-Le ha llegado una carta del chico con el que...-dije.

-Tranquila, gracias-me cortó sonriendo.

-¿Pero quién se cree?-dice Yara enfadada, entrando con la carta en la mano.

Me acerco la cocina sin decir nada, bebo un café y me pongo a recoger mis cosas tranquilamente; cuando...

Un amor tan grandeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora