🔹Capítulo Tres🔹

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Capítulo 3: Azufre.

—¿Tienes idea de lo pésima que suena esa idea? —Reprochó Chandler por cuarta vez en el día

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—¿Tienes idea de lo pésima que suena esa idea? —Reprochó Chandler por cuarta vez en el día.

Estábamos sentados uno frente al otro en las mesas de la cafetería, en la más alejada del resto de estudiantes. Siempre se amontonaban todos con todos, teniendo que pertenecer a una categoría porque su propia existencia lo exige. Nunca he entendido ese afán. El tener que excluir a otros porque no completas sus requisitos. Esto es así, los tontos con los tontos, los listos con los listos, los deportistas con los deportistas, los adinerados con los adinerados y los pobres con los pobres, nunca mezclados.

Luego estamos Chandler y yo, que nunca hemos pertenecido a nada porque simplemente no encajamos, y estamos a gusto con ello. No deseamos encajar, no deseamos ser ellos.

Por otro lado, y por ello no significa que sea el caso menos importante, esta mi hermanastra Alexandrine que encaja absolutamente en todo.

Ojalá el mundo entendiera que ser diferente no es un pecado. Es la solución.

Como si la hubiésemos invocado, una sonriente Alexa apareció en nuestro campo de visión, tomando asiento junto a mí.

—¿De que hablan? —Preguntó, con la curiosidad viajando a través de sus palabras.

El que respondió fue Chadi.

—Estamos repasando el plan una vez más.

Los ojos de Alexa se abrieron como dos platos enormes al escucharlo, pareciendo que en cualquier momento saltarian de sus cuencas por el pánico que le atacó.

—¿Es en serio? —Soltó con voz queda. —Pensé que al final no lo harían más, yo...

—¿Por qué no lo haríamos? —Repuse esta vez yo, arqueando una ceja en su dirección para darle énfasis a mis palabras.

Su cuerpo se comenzó a mover errático, por lo que tuvo que sentarse para no perder el equilibrio. La exageración era una característica propia de ella.

—Si no quieres ir, no vayas. —Completé, firme.

Alexa negó varias veces, haciendo que la cortina de cabello que tenía se batiera con descontrol. Chandler aspiró con fascinación el aroma que emanó de este, como un jodido psicópata.

—Claro que quiero ir. —Alexa meditó sus palabras antes de corregirse. —Osea no quiero ir, pero no quiero dejarlos ir solos tampoco. —Trago saliva, tan sonoramente que la escuchamos hasta aquí. Estaba asustada sin haber vivido aún el peligro. —Mejor meditemos el plan una vez más.

—Podemos hacerlo sin ti. —Me encogí de hombros con simpleza, lo que pareció molestarle.

Alexa clavó sus ojos avellanados en los míos, mirándome con la frente arrugada y con el disgusto de mis palabras fluyendo a través de las suyas.

Los nueve siniestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora