Capítulo 19: Aún después de la muerte.
Sangre.
Había sangre en mis pisadas; y en las suyas también.
¿Qué habíamos hecho?
¿Cómo habíamos dejado que esto sucediera?
—Vamos Emeline, tenemos que irnos. —Insistió Eitan en voz trémula. El corazón me latía tan deprisa que me era imposible distinguir un latido de otro.
—No podemos. —Solté de una manera tan baja que no pude saber realmente si había hablado. Las lágrimas comenzaron a descender por mis ojos como en un terraplén de agua. —No podemos dejarlo, Eitan.
Pero Eitan no cedió, me dio media vuelta entre sus brazos y me sostuvo por los hombros con una firmeza implacable, sin embargo, y a pesar de lo decidido que lucía, lo podía ver en sus ojos; en el azul claro y el gris tormento. Estaba asustado. Eitan Snyder estaba aterrado.
¿Como no iba a estarlo?
¿Cómo no iba a estarlo si nos habían encontrado?
—Tenemos que cruzar el muro Emeline, es la única forma de mantenerte a salvo. —Suplicó, en voz casi inaudible. —No podría vivir si algo te sucede.
Y por muy real que sonasen sus palabras, por muy rota y gastada que estuviese su voz. Su espeso cabello negro despeinado y manchado de sangre, su ropa hecha jirones, las magulladuras y rasguños en su pálida piel, me negué, mirando por detrás de mis hombros, observando a la distancia como el mismísimo infierno se había desatado para mi.
Y lo observé a él, tendido en el suelo a tan sólo unos metros de mi, con los ojos cerrados, con el liso cabello castaño cayendole sobre el aniñado rostro y sus largas pestañas acariciando la suavidad de sus pómulos. Y también observé las huellas de mis manos manchadas de sangre, marcadas en su camiseta por las veces que grité que regresara cuando fui capaz de comprender que lo había perdido.
Sabía lo mucho que iba a dolerme si algo le sucedía, sabía que no podría con ello, y aún asi guardé la esperanza de que jamás tuviese que experimentar un dolor como este. No podía. No podía. No puedo... No puedo respirar.
—Yo no puedo vivir sin él. —Y me lancé al piso a llorar, cerrando mis manos entorno a mi cuello. El corazón ya no estaba en mi pecho. Me latía en la garganta, dificultandome la respiración. Y grité, grité como nunca había gritado antes, un sonido rasgado, casi inatural.
El sonido de perder a la persona que más amaste en el mundo, sabiendo que jamás podrás volver a decírselo otra vez.
Ya nunca más volvería a ver sus ojos mieles otra vez. Nunca más. Nunca más.
Gatee por el suelo sin respiración, rasgando mis rodillas sobre el concreto y alargue mis brazos hasta llegar a él. Lo sostuve entre mis manos, arrugué su camiseta manchada de sangre entre mis dedos y me abracé a su cuerpo inerte, deseando que abriera los ojos, que me dijese que había sido una broma; de esas que tanto le gustaba hacerme. Desee con tanta fuerza que me abrazara una vez más que no pude escuchar ni siquiera mi propia voz resonando dentro de mi cabeza, suplicandole a un Dios, si es que existía uno, que me regresara a mi mejor amigo.
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Los nueve siniestros
FantasiaEl pueblo de Tinseltown está embrujado. Las historias que le cuentan a los niños para que no salgan a caminar de noche por los alrededores del muro que divide la ciudad son reales, aunque Emeline pensara toda su vida que solo se trataba de un mito...