🔹Capítulo Dieciocho🔹

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Capítulo 18: Ciudad ardiente.

Pensaba que Eitan no vendría, no tenía ninguna razón para hacerlo, y aún asi me quedé dormida esperándolo

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Pensaba que Eitan no vendría, no tenía ninguna razón para hacerlo, y aún asi me quedé dormida esperándolo.

El Grim me advirtió que Siniestro tenía cosas que hacer antes para que no lo esperara despierta, y realmente no pensaba hacerlo, pero las pesadillas habían amenazado con saltar otra vez asi que me desperté horas más tarde y ahí estaba él, como lo encontré la última vez que estuvimos solos en mi habitación.

Eitan estaba de pie bajo la oscuridad. Lo único reluciente en él bajo toda esa mancha de ropas oscuras eran la potente luminosidad en los dos colores de sus asombrosos ojos. Azul como una tempestuosa tormenta oceánica, y grises como el titanio más pesado. Reflejando dos sentimientos adversos, la calma y la angustia, atrapados en dos alucinantes pares de ojos.

Es increíble la forma en que las turbias emociones que alberga se reflejan en su mirada. Su mente está bloqueada del mundo entero, y aún asi jamás había conocido a nadie que reflejara tanto con tan solo una mirada.

—¿Siempre tienes pesadillas? —Su voz apelmazada bailo fuera de su boca bajo el perpetuo silencio que reinaba entre las cuatro paredes de mi habitación.

Me estiré sobre la cama y aparte las húmedas sábanas de mi cuerpo, intentado despejarme del sueño. Con dedos sudorosos alargué la mano para intentar llegar hasta la luz. La figura oscura de Eitan quedó iluminada, contorneado los diabólicos ángulos de rostro por las sombras y el brillo de la luz.

—¿Cuanto tiempo llevas ahí? —Pregunté por fin. Sentía la boca reseca y pastosa, con una sed causada por los estragos que deja el despertar antes de la hora indicada.

—Una hora, creo.

Se encogió de hombros como si no tuviese importancia alguna. Para mí si la tenía, que un chico, que además es como un asesino a sueldo, me vea dormir desde una esquina no entra entre mis fetiches de vida.

—¿Crees? —Enarque una ceja en su dirección, aunque probablemente no lo vio.

Eitan se estaba paseando por el espacio reducido de mi cuarto, entreteniendose con los objetos esparcidos sobre mi escritorio.

—Cuando estoy contigo no pienso en el tiempo.

Decidí obviar esa confusa respuesta porque me había percatado de otra cosa mucho más alarmante.

—¿Eso es...?

Lo miré con fijeza, tenía salpicaduras de sangre en el rostro e incluso en el cabello, pero su chaqueta negra y sus pantalones estaban mucho más manchados, no en exceso pero si lo suficiente para alarmar a cualquiera.

—Sangre, sí. —Completó por mi.

Eitan se giró. Sobre sus dedos sostenía un cuchillo que no se de donde había sacado. Lo estaba haciendo bailar entre sus dedos mientras miraba de manera desinteresada los hábiles movimientos que sus manos realizaban sobre éste, incluso yo me perdí unos segundos ahí. Era realmente hábil con las manos...

Los nueve siniestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora