🔹Capítulo Siete🔹

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Capítulo 7: Escape.

Capítulo 7: Escape

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Bueno... ¿en que estábamos?

Ah si, buscar a mis amigos.

Cosa que por supuesto al Siniestro le da completamente igual hacer, por lo que comenzamos una discusión repentina que no parecía tener un objetivo claro. Él quería una cosa y yo quería otra. Así nunca nos entenderíamos.

Tampoco es como si quisiera entender al cara de plátano este.

—No me voy a ir de aquí sin mis amigos. —Repliqué, por lo que vendría siendo la cuarta vez que repito esa oración. A mi lado, el pelinegro me miró con cara de pocos amigos. —Ellos no se irían sin mi, así que yo no pienso irme sin ellos.

—Tienes la capacidad mental de una cucaracha. —Un débil bufido, algo que vi bastante impropio de él, abandonó sus labios antes de hablar nuevamente. —Si te quedas, te van a volver a encerrar. Y no estás tan de suerte como para que tenga ganas de volver a entrar a buscarte. Lo único bueno de todo esto serán los cuerpos que dejaré atrás en el proceso.

Con mi frente arrugada y mi boca aplanada en una fina línea, lo único que pude hacer fue mirarlo como si él fuese un extraterrestre. Aunque dudo mucho que los extraterrestres sean así de impredeciblemente idiotas.

—Sabes qué, tu ve por tu lado y yo iré por el mío. —Y tras soltar eso, di media vuelta y me fui por mi propio camino.

Lamentablemente el que parece tener la capacidad mental de una cucaracha es él, porque ignorando por completo mi petición, tras varios segundos comenzó a perseguirme, retomandome el paso en un abrir y cerrar de ojos.

—No puedo hacer eso. —Objetó, con una ligera sonrisa cínica surcando sus labios, una que pude verle hacer de reojo. —Si estoy aquí es por acatar órdenes, así que si te dejo la única cabeza que verás tirada en el suelo será la mía.

Esta vez la que se dio el lujo de sonreír fui yo. —¿Ah si? Eso quiere decir que harás todo lo que yo te pida.

Con sus ojos abiertos de par en par, se posicionó delante de mi, obligandome a detenerme cuando casi me choco contra su cuerpo. Él me encerró entre su cuerpo y el pasillo que estábamos atravesando y soltó:

—No estas tan de suerte como para que me convierta también en tu chacha. —Sonreí ante su mención, imaginandome al siniestro vestido con un lindo traje de esos que usan las señoras del servicio en las películas. —Asi que mueve tu plano trasero antes de que te deje a tu suerte.

Fruncí el ceño, con la capacidad suficiente como para no saltarle al cuello y ahorcarlo por su bipolaridad suprema. —Mi trasero no es plano. Pero sabes que, no seguiré discutiendo contigo.

Los nueve siniestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora