Capítulo 11: Infierno.
En mi vida ahora mismo existían dos clases de chicos.
El que siempre busca salvar al otro sin hacerse cargo de los daños que pueda llegar a causar con ello; ese vendría siendo Eitan.
Y el que siempre busca cuidar al otro, sin importar si le toca recibir o sufrir todo el daño que el otro sufre, porque lo único que le importa es saber que estas bien; ese vendría siendo Chandler.
Uno intenta salvarme y el otro intenta mantenerme a salvo. A mi parecer, son dos cosas totalmente diferentes. El problema es que para una persona que vive encerrada en un torbellino de problemas, lo único que hago con esto es arrastrar a todos los que me rodean hacia mi infierno personal.
Lamentablemente es demasiado tarde como para alejarlos de mi, sobretodo cuando existen esos dos tipos de chicos en mi vida, y sobretodo cuando uno de ellos bajo corriendo cinco cuadras, vistiendo tan solo unos pantalones cortos de pijama y una camiseta sin mangas blanca, con el cabello revuelto al haberse recién levantado y con la baba pegada a su mejilla mientras cargaba los anteojos en cualquier lugar menos en su cara.
Ese señoras y señores es el chico que desde mi nacimiento a cuidado de mi, sin pedirlo, sin necesitarlo, sin querer que lo hiciera en realidad, él ha estado y estará siempre ahí.
—¿Estás bien? ¿Estás herida? ¿Dónde estabas? ¿Con quién estabas? Sabes que no me digas nada, yo puedo deducirlo. —Me presionó los hombros con sus manos, examinandome en un rápido análisis que realizó con sus ojos por todo mi cuerpo en busca de daños, dejando saltar las palabras de su boca con una rapidez que sería difícil para cualquiera poder captar lo que dice, pero no para mi. Lo conozco desde siempre, si no supiese hablar su lengua, ni siquiera podríamos comunicarnos. —¿Te hicieron algo esos malnacidos? Voy a buscar mi raqueta de tenis y se la voy a plantar en la cabeza al tipo ese.
Bufe por lo bajo al sentir tanta presión sobre mi. Me estaba contagiando su ansiedad. Chandler es demasiado preocupado, ansioso, hiperactivo, todo lo que lo convierta en alguien fuera de lo común.
—Tú ni siquiera juegas tenis. —Repuse con una ceja alzada en su dirección.
Sus labios adoptaron una mueca dramática, de esas que te dicen: te pasas.
—Con algo lo golpeare, eso seguro.
—Podrías golpearlo con tu lengua, porque no has dejado de parlotear desde que llegué aquí.
—Tú me llamaste. —Me señaló, tan melodramático como es él, seguramente preparando mentalmente su monólogo personal. —Soy un amigo preocupado por su gruñona mejor amiga, y me pagas así.
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Los nueve siniestros
FantasíaEl pueblo de Tinseltown está embrujado. Las historias que le cuentan a los niños para que no salgan a caminar de noche por los alrededores del muro que divide la ciudad son reales, aunque Emeline pensara toda su vida que solo se trataba de un mito...