CAPÍTULO 220
*narrador omnisciente*
Esa misma noche dos personas también comparten cena en el Árbol del Ahorcado. La chica coge un nigiri de atún con los palillos, pero tal es su torpeza que tras mojarlo en la salsa de soja e intentar metérselo en la boca, el pequeño alimento se precipita al vacío. Ana esboza una mueca cómica pero su acompañante ni se inmuta. Su saludo ha sido frío y su compañía, ausente.
Ana: ¿No tienes hambre? —le pregunta, pinchándole con el palo en la mejilla.
Manuel: No —responde, seco.
La chica coloca la comida en otra de las ramas y se acerca más a él.
Ana: ¿Me quieres explicar qué te ocurre?
Manuel: No puedo.
Ana: Tampoco puedes decirme dónde has estado hoy con Marta. ¿Tengo que preocuparme? ¿Qué me ocultas?
Manuel: Déjalo, Ana.
Ana: Está bien —contesta, muy a su pesar.
Vuelve a atacar el sushi, degustándolo en silencio. Manuel sigue como una estatua glacial, con las manos entrelazadas sobre su estómago. Odia estos momentos en los que se siente responsable de animar a otra persona cuando no quiere recibir ayuda, porque nunca sabe cómo hacerlo. No ha aprendido a ayudar a la gente que no se deja. Pero eso no significa que no quiera ayudarlo. La situación con Marta empieza a superarle, cree que ha logrado desprenderse de sus celos, pero ella sabe que siguen por ahí escondidos, al menos está aprendiendo a controlarlos.
Ana: Hoy me he quedado pensando sobre lo que nos ha planteado Robert: ¿qué nos gustaría estudiar en un futuro? —rompe la tensa y muda espera.
Manuel: Agradezco el intento —la corta Manuel, dirigiéndole una mirada fugaz—, pero no me apetece conversar sobre temas banales.
Ella intenta que su desapacible comentario no le afecte y ataca con algo que sabe que no fallará:
Ana: Yo quiero ser pirata.
Efectivamente, Manuel se gira dedicándole toda su atención, alterando su rostro con una sonrisa burlona.
Manuel: A ti James Fry te ha frito el cerebro.
Ana: ¡Va en serio! Cada viaje un nuevo desafío, aparecer y desaparecer como la marea, esconderse en los puertos más inaccesibles y conocer la corriente mejor que los delfines.
Manuel: Tú lo que necesitas es una buena dosis de cosquillas para volver a la realidad —se abalanza sobre ella y la vitalidad renace en su interior. En medio del combate, los besos toman posesión de él y se esfuma un posible ganador. Los dos ganan. Siempre.
Manuel: De momento te tendrás que conformar con Pekín Express —le dice el chico, apoyándose en el tronco y rodeando su cadera con sus brazos.
Ana: Para empezar no está nada mal —contesta ella, acariciando su pulsera azul de cuerdas—. Y más si tú formas parte de mi tripulación —al valenciano se le escapa una risa.
Manuel: Me encanta que estés como un cencerro —comenta, masajeándole la cabeza.
Acerca su boca a su pelo, proporcionándole pequeños soplidos en todos los rincones, enviándole ráfagas de bienestar y seguridad, hasta que termina el recorrido en su oreja izquierda.
Manuel: Gracias —le sopla, en un sincero susurro apenas audible, dejando que la paz del cielo se instaure, al menos momentáneamente, en sus cuerpos.
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Invencibles (2)
Teen FictionHan pasado dos años desde que Manuel se proclamó ganador de Masterchef Junior 2. Los organizadores del programa y los padres de los concursantes acabaron decidiendo que no era muy viable seguir yendo a los colegios públicos de sus respectivas ciuda...