CAPÍTULO 215
*narra Sandra*
Esta noche, el monstruo ha vuelto a salir del armario. Cuando los primeros rayos de sol nos dan la bienvenida a un nuevo día, salgo atormentada de mi cama, con un mal presentimiento. Mi primer movimiento tras salir de mi habitación es dirigirme hacia la de Daniel.
Ana una vez me explicó que Manuel tuvo una época donde el vacío se apoderaba de su vida. Así me siento yo ahora. Vacía. La habitación de Daniel está vacía. Mi azucarillo está vacío. Mis sentimientos, destrozados.
Mis piernas me transportan hacia el cuarto de Lucía, pero por muchos golpes que le dé a la puerta, nadie me abre. Me queda una única esperanza: Aina.
Sandra: ¿Sabes dónde está Daniel? —le imploro, desplomándome sobre su silla.
Me tapo la cara con las manos, a la espera de una respuesta.
Aina: Se ha marchado.
Abro los ojos y visualizo a Aina por las rejillas que forman mis dedos. Está triste.
Sandra: ¿A... adonde? —balbuceo.
Aina: A Estados Unidos —contesta, arrodillándose delante de mí para poder alinear su mirada con la mía.
Sandra: Es una broma, ¿verdad? —consigo articular, sacando las manos de mi rostro.
Aina: Lo siento, Sandra, yo... —me acaricia la pierna con dulzura.
Sandra: ¿Se ha ido con Lucía? —salto— ¡Por eso ella tampoco está! ¡Dime! ¿Se ha ido con Lucía? —la zarandeo.
Aina: ¿Qué? ¿Lucía? No tiene nada que ver con Lucía...
Sandra: ¿Entonces qué? ¡Tú lo sabes!
Aina: Yo no sé nada, solo que se ha ido a Estados Unidos. Nada más.
Me levanto de la silla y la sujeto por las manos, mirándola fijamente.
Sandra: Por favor, Aina, te lo pido por favor—el nudo de mi garganta se desata provocando un caudaloso río—. Necesito saber por qué Daniel se ha marchado sin ninguna explicación, no voy a poder seguir con mi vida si no resuelvo esto.
Aina: Créeme que es mejor que no lo sepas —responde, se está aguantando el llanto.
Sandra: Lo necesito —le ruego.
Se zafa de mí y se sienta en su cama, dándome la espalda.
Aina: Daniel hace tiempo que dejó de quererte —dice, tras un eterno silencio—. Lo de Elena fue la mejor excusa que encontró para dejarte.
Sandra: Pero si habíamos vuelto... —musito, ahogada por mis lágrimas.
Aina: Porque veía que estabas destrozada y no quería hacerte daño, intentó volver contigo para ver si resurgían sus sentimientos hacia ti. Llevaba tiempo interesado en una escuela aeronáutica de EEUU, pero para ingresar en ella tenía que tener unos estudios previos, donde podría conseguirlos en un instituto de Seattle. Y lo han aceptado. Así que ha decidido marcharse sin decirte nada para cortar de raíz. Lo siento.
Sin querer saber nada más, sin querer seguir escuchando su voz compasiva, sin ser capaz de asimilar lo que me acaba de decir y sin despedirme, me escapo corriendo refugiándome en un lugar seguro: la habitación de Ana y Marina, aunque la valenciana esté fuera.
*narra Marina*
Recorro las calles de mi ciudad, ha llegado un punto en que las paredes solitarias de mi casa se me han empezado a caer encima. Ya no huele a ellos. Huele a cerrado. Y yo huelo a derrota.
Me topo con una chica que reconozco al instante, me la quedo mirando hasta que ella se percata. Me estudia unos segundos hasta que me reconoce:
—¿Eres Marina? —pregunta— La hermana de...
Marina: Soy yo —la corto—. Me acuerdo de ti, Cinta.
La amiga de mi hermana me da un fuerte abrazo, ya estoy acostumbrada. Toda la gente que me conoce y me ve por la calle se compadece de mí. <<Oh, pobre chica —pensarán—, primero pierde a la hermana y ahora a los padres. Démosle un fuerte abrazo y finjamos que sentimos la pérdida>>.
Cinta: ¿Cómo estás? —me pregunta.
Marina: Bueno... Mi hermana siempre fue muy reservada con todo y apenas sabía nada de su vida. Siento que ahora que ya no está, estoy descubriendo cómo era en realidad. ¿Tomamos un café?
Y sé perfectamente que no va a ser capaz de decirme que no. La compasión puede tener sus ventajas, pero estoy empezando a hastiarme de ella.
Cinta y yo nos metemos en la primera cafetería que hallamos y empieza a explicarme anécdotas de su época en el instituto y en la universidad.
Cinta: Alaska nunca llamó la atención en el instituto, pero en nuestro curso había un chico con el que todos nos metíamos. Era muy raro y su nombre también daba juego para muchas bromas. No estoy orgullosa de ello, pero en esos momentos era demasiado influenciable. El chico no tenía a nadie de su lado. A nadie. Alaska jugaba mucho con los chicos y él también iba detrás de ella, pero tu hermana no quería que se le acercara porque manchaba su reputación. Un día todos nos reunimos para hacerle una putada a ese chico y... —empieza a temblarle la voz— casi se muere. Desde entonces él se volvió más oscuro de lo que era y empezó a obsesionarse con Alaska.
Las piezas empiezan a encajar, esta descripción me envía ráfagas de familiaridad, pero no logro encontrar la respuesta exacta.
Marina: ¿Él estaba en la última fiesta universitaria a la que asistió mi hermana?
Cinta: Creo que sí, aunque ahora hace mucho tiempo que no sé nada de él. Pero no quiero que te quedes con mal recuerdo de ello, Alaska se arrepintió muchísimo de todo, no sería justo que recordaras solo eso de ello, pero creo que le hubiera gustado que tú lo supieras.
Marina: ¿Y cómo se llamaba este chico?
Me dirige una mirada inquisitiva, extrañada porque me interese tanto por él, pero al fin contesta:
Cinta: Perseo.
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Invencibles (2)
Teen FictionHan pasado dos años desde que Manuel se proclamó ganador de Masterchef Junior 2. Los organizadores del programa y los padres de los concursantes acabaron decidiendo que no era muy viable seguir yendo a los colegios públicos de sus respectivas ciuda...