Capítulo 223

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CAPÍTULO 223

*narrador omnisciente*

Los chicos llevan un buen rato desplomados en el suelo, todavía impactados por los últimos sucesos. Marina y Jacobo han ido a explicarle lo ocurrido a la directora, siendo conscientes de que ahora sí que tendrá que aplazar sus urgentes gestiones.

Un tono de llamada rompe el silencio perturbador de la sala. <<Eres un bacalao, bacalao, bacalao...>>, sonido que le puso Ana a Manuel para cuando lo llamaran. Ese tono siempre consigue sacarle una sonrisa. Hoy no. Todos siguen como estatuas, el aparato está demasiado lejos como para levantarse y cogerlo. Vuelve el silencio. Pero por poco tiempo, ya que el <<eres un bacalao>> sigue insistiendo.

—Igual es algo urgente... —susurra uno de ellos.

Manuel decide hacer acopio de todas sus fuerzas para levantarse. Una vez el móvil está en sus manos, se queda unos instantes observando el número desconocido. Descuelga y se lo coloca en la oreja.

—¿Manuel? ¡Manuel, joder! ¡Por fin me coges el condenado teléfono! —grita una nerviosa voz. Es imposible, no puede ser ella.

Manuel: Esto es una alucinación, ¡subconsciente no juegues conmigo! —chilla el chico, volviendo a temblar.

—¡CÁLMATE! —vocifera— ¡YA ESTOY YO LO SUFICIENTEMENTE ALTERADA!

Manuel: Marta... ¿eres tú? No puedes ser tú, porque tú...

Los chicos reaccionan de manera inmediata al oír el nombre de Marta, colocándose al lado del nervioso chico con flequillo rebelde.

Marta: Pues claro que soy yo —contesta ella, ahora con la voz débil y destrozada—, pero ya no sé quién soy... No lo sé, Manuel... Sácame de aquí... Estoy en un bar del pueblo El Catllar.

Manuel: ¿Pero y Berta? ¿Qué ha pasado?

La rubia suspira y se sienta en el taburete de la barra, ahogando un gemido de dolor provocado por su cuerpo repleto de rascadas.

FLASHBACK

"Hombre de ninguna parte" de Xoel López se convierte en la banda sonora del viaje. El móvil de la mujer vibra y se enciende la pantalla, Marta no puede evitar echarle un vistazo. El remitente se llama Emiliano y el mensaje es escueto pero revelador: <<Eh, Ceci, ¿el plan va viento en popa?>>. La mujer le quita el móvil de su alcance, pero ya es un gesto inútil.

Marta: ¿Ceci? ¿Plan? ¿Emiliano? ¡Explícame de una vez qué está pasando aquí! —ruge, apagando la radio.

—¡Será pendejo! —vocifera la mujer con un acento mexicano hasta ahora bien oculto, dándole un golpe al volante, su compañero siempre ha sido un inútil.

Marta: ¿Pero qué...? ¿Eres mexicana?

—Me llamo Cecilia, ingenua chava. Quería esperarme un poco a contarte la neta, pero el pinche de Emiliano se ha adelantado.

Marta le dirige una mirada feroz, todavía confusa por ese nuevo vocabulario y acento.

Cecilia: Yo estuve con tu padre. Lo amaba mucho. Estuvo años engañando a su mujer, pero al final se hizo el guaje conmigo.

Marta: ¿Me quieres hablar en cristiano, mala pécora?

Cecilia: Está cañón, hace tiempo que deseaba volver a mi acento. Está bien, así acabaremos antes —dice, volviendo a imitar a Berta, tras otra mirada de Marta—. Me humilló. Jugó con mis sentimientos. Me hizo perder dos años de mi vida detrás de él. Y él nunca tuvo intención de dejar a su mujer, conmigo solo quería echar polvos. Y a Cecilia Montenegro no la humilla ni Dios. Tenía sed de venganza, sé que tú eso lo entiendes mejor que nadie. Así que como no tenía nada mejor que hacer, empecé a investigar y descubrí la trágica historia de tu madre muerta en el parto. ¿Por qué no jugar con su hija como hizo él conmigo? Intenté quedar contigo una vez, pero no viniste. Entonces terminé en el instituto, con el único propósito de acercarme a ti. Aunque me costó mucho más de lo que me esperaba. Emiliano le robó la cartera a tu padre, donde siempre llevaba esa tierna foto vieja. Y, en cuanto descubriste por ti misma que yo era tu supuesta madre, supe que eso tu padre lo pagaría. Y no me he equivocado. Me has llenado el coche de billetes.

Marta: Eres un ser... —espeta, entre dientes.

Cecilia: ¿Despreciable? —suelta una risa— Tú no eres tan distinta a mí, querida. He estudiado tu forma de ser. No permites que nadie se meta contigo ni con los tuyos, te gusta herir. Tú y yo podríamos llevarnos bien. Mi idea era dejarte colgada en cualquier lugar, pero si quieres puedes venir conmigo y con Emiliano a México. Me gustas, Marta Álvarez.

Marta: ¡QUE SEPAS QUE YO NO SOY TAN PATÉTICA COMO TÚ! ¡NO DEDICO UN AÑO DE MI VIDA A TRAZAR UN PLAN ESTÚPIDO CON EL ÚNICO PROPÓSITO DE VENGARSE! NO SÉ QUÉ HABRÁS CONSEGUIDO CON ESTO, PERO DESDE LUEGO CONMIGO NO PUEDE NADIE. Y MENOS UNA MINDUNDI DESTROZA MATRIMONIOS. ¡OJALÁ TE MUERAS, VALIENTE ZORRA! ¡DÉJAME BAJAR DE ESTE MUGRIENTO COCHE!

Cecilia aprieta el freno, sabía que reaccionaría de una forma similar, así que no le sorprende, pero el problema es que el vehículo no sufre ninguna reacción.

Marta: ¡QUE ME DEJES SALIR! —brama Marta.

Cecilia: ¡NO PUEDO PARARLO! —exclama la mujer, poniéndose nerviosa y sin capacidad de actuación. Marta abre la puerta del coche en movimiento — ¿PERO QUÉ HACES?

La chica mira unos instantes la carretera, asustada. Se desabrocha el cinturón y logra tirarse, cubriéndose la cabeza con los brazos. Su cuerpo empieza a rodar por el asfalto, sintiendo el escozor de las heridas. Consigue llegar hasta el arcén, el coche ya se ha perdido de vista. Poco a poco, se pone de pie y con la adrenalina corriéndole por las venas cojea hacia un camino señalizado, que lleva a un municipio, pensando en que Blair Waldorf nunca habría dejado que la engañaran de tal forma y que por muy valiente que haya querido parecer delante de la impostora, se siente más rota que nunca. Tanto por dentro como por fuera.

Invencibles (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora