-Cato… Cato levántate –Dijo Clove. Al parecer ella quedó rendida en la habitación de Cato. Silencio -¿Cato? ¿Estás bien? ¡Di algo, Cato! –El corazón de Clove se aceleraba cada vez más.
Cuando iba a romper todo como hizo Cato y, posiblemente, terminar como él, algo pasa. Cato se mueve, estaba de espaldas, se veía bastante bien. La palidez desapareció, y la piel volvió a su color normal. La venda solo tenía sangre seca, otra buena señal. Cato se puso boca arriba, miraba el techo.
-Tranquila.
-¡Casi me matas del susto! Estaba planeando terminar como tú.
-¿’Muerto’? –Dijo Cato, y por alguna extraña razón comenzó a reír. Clove solo se quedó callada –Perdón. Hey –. Se interrumpió –Mira lo que nos dejó Enobaria. Parece que aun no quiere que Reeve vea las cortadas. Al parecer alguien me puso una venda. –Dijo Cato señalando las bandejas de desayuno que dejaron en el suelo. Volteó hacia Clove -¿Estás bien? –Dijo, perdiendo su sonrisa.
-Sí, ya estoy mejor. ¿Por qué? –Preguntó Clove. No sabía de qué hablaba. Había estado mal, la noche anterior, entró en desesperación y por suerte no se quedó parada mirando, y hoy pensó que se murió su amigo. Sí, estaba mal, pero ya estaba todo en su lugar.
-Tienes ojeras, los ojos brillantes y rojos. O estuviste casi toda la noche llorando o tomaste el alcohol que brindan aquí.
-No lloré. Solo entré en pánico. Recuerdo que me dormí después de vendarte la mano.
-Pues no parece. Tienes la cara mal –Dijo Cato, girando su cabeza –Ve a verte en el espejo, estás mal, en serio.
Clove se paró y fue corriendo al baño. La puerta estaba cerrada. Y lo recordó: el espejo estaba roto, ¿en qué si no se iba a mirar el reflejo? Pero ya era tarde para quedar como tonta, ya había entrado al baño, y se había puesto en frente a lo que era un espejo. Y lo notó:
-Oh, alguien colocó un espejo nuevo –Dijo, curiosa –Qué raro –Dijo, al fin, mirándose el rostro –En serio estoy mal, pero no recuerdo haber llorado. No recuerdo haber salido de aquí.
-Seguro que no saliste de la habitación, pero supongo que, en unas horas, lloraste tanto que por poco este lugar no se convertía en río.
-No te hagas el gracioso ahora, Plegiant –Dijo Clove –Pero si fuese así, ¿por qué habría llorado?
-¿Lo dices en serio? –Dijo Cato –Pues claro, por mí.
-Supongo -Después de estarse viendo unos minutos en el nuevo espejo, salió del baño –Bien. No sé cómo habrá pasado lo de mis ojos, pero yo tengo hambre –Tomó una bandeja del suelo y la puso encima de Cato, que la esperaba sentado en la cama. Clove tomó la otra y se sentó a su lado –Nunca te había visto tan… loco.
-Yo tampoco.
-Venga. Explica.
-Okey. Estaba tan furioso con Katniss por obtener un once y por llevarse el crédito en el Desfile de Tributos, que ya no podía más. Así que continué mi ataque en mi habitación; empecé tirando todo al suelo, y después fui al baño a lavarme la cara, a sacarme la transpiración que me corría por la cabeza con agua, seguía enojado, así que tuve la fantástica idea de pegarle al espejo con mi puño derecho. No aguantaba el dolor que produjeron los vidrios, mas las cortadas; así que me senté en la silla para no estar parado recorriendo el lugar con dolor en mi mano. Sufría demasiado. Y no quería salir, no quería que me vieran, me regañarían, traería problemas, y más regaño, y más problemas. Por suerte llegaste tú, después con un botiquín, y la palidez que me recorría el brazo por la falta de sangre me ponía más nervioso. Así que… ¿No sabes coser?