Capítulo III: Clove y Cato se conocen

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 Cato siguió deprimido y triste a pesar de que lo que le dijo la maestra le llegó al corazón. Clove le había robado toda su fama, y tal vez pronto, sus fuerzas. Clove siempre estaba llena de gente alrededor, incluso de los amigos de Cato. Su habilidad con los cuchillos era tan impresionante que todos querían ser como ella. Cato solo era un recuerdo en el olvido.

 Clove no sólo se volvió más egocéntrica, también ayudó a muchos con sus armas especiales, algunos con flechas, otros con hachas, otros con lanzas… también aprendía ella con otras armas. Así que también aprendió a ayudar. Ella era como una profesora, les enseñaba a subir el autoestima de sus compañeros con sus habilidades. Así que no le gustaba ver personitas tristes.

 -Hola, Plegiant. ¿Qué pasa? –Preguntó Clove a Cato un día. Cato estaba muy mal, demasiado en realidad, sentado en el suelo… Y como siempre, triste.  Así que Clove decidió hablarle por primera vez.

-¿Qué? –Preguntó Cato. Estaba confundido. ¿Por qué le hablaría su enemiga?

-Perdón si interrumpo tus pensamientos  -Clove se sentó al lado de Cato. –Pero siempre estás muy triste, y tus amigos me dijeron que siempre estás feliz, pero que no sabían qué te pasaba.

-No me pasa nada, estoy bien, en serio.

-A ver… -Clove se acercó más a Cato esperando una respuesta. –Dime.

-Bien…  yo lo tenía todo. Hablo de la popularidad, y eso. Todo. Pero una persona vino y me lo arrebató como si fuese de él.

-Entiendo… -Dijo Clove pensando, tardó unos segundos en comprender -¡Ya entiendo! ¿Soy yo, verdad? Ahora lo comprendo. Te robé todo lo que tenías, hasta tus amigos, es que fue muy rápido… Yo no…

-¿Qué? –Dijo Cato interrumpiendo a Clove y haciéndose el desinteresado –Tú no fuiste, Clove.

-Es muy obvio, Cato.

-¿Por qué lo dices? –A Cato no le gustaba quedar mal con la gente, así que no quería que Clove sepa el secreto de por qué tanta tristeza en su rostro.

-Cato… No vivo en un barril. Vivo en el Distrito 2, vivo en la realidad.

-¿Y eso qué quiere decir?

-Que he oído mucho acerca de ti y tu espada. Tus amigos saben mucho de ti, ¿sabías? Todos… te idolatran. O al menos lo hacían –Al oír eso Cato agachó la cabeza. –Lo siento.

-Te dije que no has sido tú –Cato se dio cuenta de que no podía ocultarle más nada, Clove comprendió hasta el mínimo detalle de lo que le pasaba a su compañero de clase. Cuando Cato dijo esto, Clove inclinó su cabeza y bajó los hombros. Cato no le podía mentir más –Bien. Lo lamento, Clove, pero sí fuiste tú. No quería hacerte sentir mal.

-En serio lo lamento. Puedes explicarme cómo pasó.

-Bien. Yo fui todos los años el mejor de la clase, nunca nadie usó los cuchillos… En nuestra clase. Casi nadie en el colegio, en realidad. Pocos tienen el valor de usar una espada como arma especial. Y no sé cómo ni cuándo, pero desde pequeño vengo usando espadas o palos para pelear. Y…

-Llegué yo –Lo interrumpió Clove.

-Sí, y… apenas tomaste los cuchillos el entrenador Brutus se sorprendió, porque los más grandes usan cuchillos, ni siquiera todos. Y cuando los tiraste por el aire… sabía que iba a ser reemplazado, porque, bueno… eres una niña, las niñas no tienen tanta destreza, y por los cuchillos, obvio.

-Lo lamento muchísimo, Cato. En serio. Todo pasó muy rápido. Yo no quería tener popularidad, sólo sé cómo usar cuchillos, quería demostrarle al entrenador Brutus que no soy un simple niñita, como todas las demás. Quería demostrarle que no soy solo otra pieza más de sus juegos. Yo solo quería que Brutus me preste atención, no que todo el mundo lo haga. No sé cómo hacer para que me perdones. ¡Ya sé! Ven a almorzar a mi casa hoy. Conocerás a mis padres.

-¿En serio? –En ese momento Cato se dio cuenta de que Clove no era una chica mala y descortés. Si no todo lo contrario: ella era buena y amable.

-¿Por qué no? Es el Distrito 2, no el Distrito 7. Tenemos comida de sobra.

-Sí, supongo que sí iré.

-¡Genial! Va a resultar fantástico –Clove sonrió y se fue saltando de alegría. Ya era tercer grado y nunca había invitado a nadie a su hogar. Y ella tampoco fue al de nadie. Cato se quedó en el mismo lugar, sentado en el suelo hasta que terminó el día de escuela.

Clove & CatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora