Capítulo I: Clove llega

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La mañana era fría y gris, había niebla, apenas se veía dónde pisabas al caminar. Cato Plegiant se levantó de su cama para ir al primer día de colegio de tercer grado. A él le gustaba ir al colegio, era divertido y jugaba con sus amigos. Pero lo que más le gustaba a Cato era pelear. Él era el mejor de la clase. Como no podían usar armas porque eran muy pequeños, usaban palitos, ramas, o cuchillos de plástico para preparase peleando para los Juegos del Hambre.

 El Distrito 2 es el distrito consentido del Capitolio, le dan de todo: desde armas hasta joyería. Uno piensa que el Distrito 1 es el más malcriado, pero el 2 lo supera por poquito.

 Los Juegos del Hambre son unos juegos creados por el Capitolio que se hacen para satisfacer su hambre de muerte, donde eligen mediante un sorteo, o mejor dicho, una ‘cosecha’, a un varón y una mujer entre los doce y dieciocho años para pelear a muerte. Hay una sola regla: matar o morir. Así que a los distritos consentidos del Capitolio se les enseña a pelear duro desde pequeños, para que se postulen voluntarios por otros y ganar en Los Juegos del Hambre.

 Cato sabía usar una espada, mejor dicho, un palo, con una fuerza impresionante. Tenía una destreza tan grande que no le cabía más. Casi todos lo envidiaban, y querían ser como él, fuerte, apuesto… y saber empuñar una espada, eso es lo que más querían todos. Él era el mejor… Hasta que llegó una niña nueva a la clase ese primer día de tercer grado.

 Entraron al salón y cada niño se sentó en su lugar individualmente. La profesora entró después de ellos con una niña de la mano.

 Una niña que aparentaba tener unos 11 años, igual que Cato, débil, no muy alta y delgada. De cabello marrón oscuro como el chocolate más espeso, ojos cafés, y una sonrisa que daba un poco de miedo, pero era muy bella.

 -¡Silencio, niños! Hoy tenemos una nueva compañera. Preséntate, linda –Dijo la maestra.

 -Hola a todos. Mi nombre es Clove. Clove Wonfresh, tengo 11 años –Se presentó Clove.

 -¿De dónde eres? –Preguntó un niño.

 -Hum… Bueno… Yo…

 Dijo la maestra para calmarla de sus nervios, y la niña asintió y se sentó en una silla al frente de todo.

 A Cato no le importó mucho esa niña, pensaba que era muy linda, pero estaba más concentrado en pelear y ganar los Juegos del Hambre que pensar en ridículas niñas.

 Luego llegó la hora de Pelea. Cato estaba ansioso por ir. No era en su salón, era en un gimnasio donde en un rincón había pequeñas armas para niños. Clove se presentó ante el entrenador de Pelea, un hombre grande y fuerte que había estado hacía mucho en Los Juegos del Hambre, su nombre era Brutus. Él era muy amable, y le dijo a la niña que si no sabía mucho de armas y esas cosas, podía quedarse sentada mirando, pero ella accedió a hacer las prácticas individuales.

  Hizo una excelente demostración sobre cómo empuñar una espada y atravesó justo en el corazón a un muñeco que se usa para las clases de Pelea para matarlo y rematarlo.

 Luego fueron varios niños más, y luego fue el turno de Clove. Ella eligió los cuchillos de plástico para darle al muñeco. Nadie usaba los cuchillos, muy complicados de usar. La mayoría escoge una rama afilada como hacha o un palo largo como lanza, algunos usan un palo como espada, pero pocos tienen ese valor. Por eso Brutus se sorprendió al ver que Clove agarró los cuchillos para matar al muñeco.

  Clove giraba y lanzaba cuchillos. Éstos daban vueltas por el aire y les daban al muñeco. Uno en el cerebro, otro en el vientre, y otro en el corazón. Al ver tal destreza, el profesor se adelantó hacia ella, y le dijo:

-Tú, pequeña, ¡eres la mejor alumna que he tenido en mucho tiempo! ¡Eres magnífica! ¿Cómo sabes hacer eso? Pensé que eras una muchachita débil, porque… así lo pareces, pero, ¡Eres brillante! Tú, y los cuchillos… ¡Son la mejor combinación! La mejor combinación, no es una simple niña con una lanza o un torpe niño con una espada, es ¡Clove y los cuchillos! Eres fantástica, Wonfresh.

 -Gracias entrenador Brutus  –Dijo Clove sonriendo, estaba orgullosa de sí misma.

 Clove estaba muy feliz, pero Cato moría de celos, estaba indignado con lo que dijo el profesor, ‘el torpe chico con la espada, ese debo ser yo, me han reemplazado’, pensaba. Siempre había sido el mejor con la espada, pero ahora una ‘tonta niñita’ viene a refregarle todo en la cara.

Clove & CatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora