Wish You Were Here
Capítulo Once: Inquietud
Al llegar a Westchester, Erik comió un desayuno sustancioso y fue a su antigua recámara a dormir. Se despertó para la hora del almuerzo. En el comedor, ya Hank y Charles lo estaban aguardando, el primero al costado derecho y el segundo en la cabecera de la larga mesa de roble, con los platos servidos.
Erik tomó asiento a la izquierda de Charles, enfrentado a Hank. Apenas se sentó, sintió una patada más fuerte que las anteriores y se masajeó el vientre con un gesto de molestia.
Charles lo miraba intrigado pero no se atrevía a decirle nada. No iba a iniciar una discusión antes del almuerzo cuando Erik necesitaba tanto alimentarse.
A petición de Hank bendijeron la mesa y el joven agradeció la presencia de Erik. Luego comenzaron a comer en silencio. A los pocos minutos, Charles notó que su huésped volvía a masajearse, y bajó la cabeza para no decir nada.
Pero fue Erik quien lo sorprendió.
-¿Te gustaría sentirlos? – Charles lo miró con asombro -. Eres el otro padre y tienes ese derecho.
-Me encantaría – suspiró Xavier conmovido.
Erik se levantó y se aproximó a la silla de ruedas. Charles quedó en suspenso y estudió el vientre sin saber qué hacer: dónde tocar, dónde sentir, tampoco quería provocarle molestias. Erik le atrapó una mano y se la apoyó en el lado izquierdo.
-Aquí está uno – le tomó la otra mano y la apoyó debajo del ombligo -. Aquí está el otro. Meg me indicó las posiciones ayer.
Charles rió con los ojos empañados. No podía creer que los estuviera sintiendo.
-¿Cuál se mueve más? – preguntó, emocionado.
-Los dos se turnan – respondió Erik -. El que estaba protestando recién era el del costado.
-Se sienten fuertes – rió Charles -. Están sanos.
-Eso me aseguró Meg.
Hank se puso nervioso. También deseaba sentirlos pero no quería arruinarles el momento. Charles acarició el vientre con suavidad y ternura, mientras que su emoción crecía más y más.
-Si quieres, más tarde podrías sentir las ondas – invitó Erik pero luego sacudió la cabeza -. Cierto, Raven me dijo que las estuviste rastreando y no puedes sentirlas a través de mi piel.
-No es eso – aclaró Charles -. No podía sentirlas con Cerebro a través de tu piel, pero tocándote, como lo intentamos meses atrás, podría sentirlas sin problemas. Gracias Erik – suspiró y apartó las manos.
Erik regresó a su lugar.
Charles se secó los ojos. No solo estaba emocionado por haberlos sentido sino por lo generoso que era Erik. No le importaba que estuvieran distanciados, le reconocía sus derechos paternales y no impediría que disfrutara de sus hijos. El remordimiento por haberlo lastimado creció y tuvo que hacer un gran esfuerzo por apartar la culpa y seguir comiendo.
-¿Intentarás sentir las ondas cerebrales, Charles? – preguntó Hank, que había quedado con la intriga.
-Sí – asintió y miró a Erik -. Después del almuerzo.
Erik concordó con él.
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Charles y Erik fueron a la misma sala donde lo habían intentado la primera vez y repitieron el mismo ritual: Erik se sentó en el sillón y se quitó la camiseta, Charles se ubicó frente a él, cerró los ojos y apoyó las manos sobre el abdomen para sentir las ondas cerebrales. Lo intentó con extrema suavidad porque las pequeñas mentes estaban en plena formación y no quería dañarlas.
En esta oportunidad fue diferente, las percibió como luces blancas que estaban creciendo, vio dos breves redes de puntos de energía y mucho calor por la fuerza que empleaban para desarrollarse. Las notó dinámicas y vivaces, eran mentes sanas de niños sanos. Abrió los ojos. Erik lo observaba expectante.
-Por tu expresión imagino que las sentiste – dedujo Erik.
Charles apartó las manos y él se puso la camiseta.
-Están formándose, tienen mucha vitalidad – sonrió Xavier -. Serán mentes sanas.
Erik asintió y se levantó. Fue directo al umbral.
-Hablé con Meg mientras estabas durmiendo – comentó Charles para detenerlo -. Le conté que habías regresado y me dio una cita en una semana para los dos. Nos quitará las dudas con respecto a los meses que quedan y al parto – se echó hacia atrás en la silla de ruedas -. Pensé que te interesaría.
Erik abrió la puerta y desde allí volteó.
-Me interesa pero no viajaré hasta Washington.
-Por eso, un día antes, le daré esta dirección – contestó Charles -. Antes de que se vaya, le borraré la información, si estás de acuerdo.
-De acuerdo – aceptó Erik y se marchó.
Charles se observó las manos, pensando que con ellas acababa de tocar la piel de Erik y sentir a sus hijos. Era criaturas sanas y fuertes como sus padres. Se emocionó y culpó al mismo tiempo. Si solo hubiera aprendido a controlar su adicción antes, podría disfrutarlo con Erik tal cual lo había deseado desde un primer momento.
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Cuando llegó el día, Meg vino acompañada de Hank y quedó impactada con la fastuosidad de la mansión. Sabía que Charles era rico pero la realidad superaba lo que ella había imaginado. Cordialmente la invitaron a merendar y luego se prepararon para examinar a Erik. Desde que la saludara, Charles había percibido incomodidad en Meg y sospechó que no traía una noticia grata. Sin embargo, temió que si se anticipaba preguntándoselo o si le leía la mente y lo delataba la expresión, podía perturbar a Erik, y eso era la último que quería. Por eso trató de mantenerse al margen hasta que ella terminó de auscultarlo. Pero una vez más, Erik le guardaba una sorpresa y le demostraba cuánto lo conocía.
-Charles está conteniéndose a duras penas – comentó como al pasar -. Algo negativo sintió o leyó en ti, danos la noticia abiertamente, sin rodeos, por favor.
Meg miró a Charles, que ya no disimuló la ansiedad y se estaba apretando los labios.
-Cuando me visitaste en Cambridge, te pedí análisis de sangre y orina, y yo misma elaboré los resultados. No se trata de algo grave, pero hay que mantenerse alerta. Ustedes estuvieron distanciados durante cuatro meses – recordó. Ambos padres asintieron con seriedad -. Aunque ya el embrión se había implantado, al estar ausente Charles, el otro progenitor, el cuerpo de Erik no se desarrolló por completo.
-Espera – interrumpió Erik, nervioso -. Creí que la presencia de Charles era necesaria solo al principio y en el momento del nacimiento.
-El tema de la gestación masculina mutante aún se está estudiando y no hay nada asentado – contestó Meg -. Hay teorías de que la unión de ambos padres es necesaria durante todo el proceso para que el cuerpo del gestante llegue preparado al parto.
-¿Eso significa que mi cuerpo no estará apto para dar a luz? – se inquietó Erik.
Charles no soportó más y directamente leyó la mente de Meg.
-No – contestó Xavier -. Significa que puede haber complicaciones y lo que Meg nos recomienda es que en este último período estemos en contacto físico casi permanente para que tu cuerpo termine de desarrollarse.
Erik soltó un suspiro resignado. Seguía resentido con Charles pero la salud de sus hijos y de él mismo estaba por encima de cualquier ofensa.
-Así es – confirmó Meg, asombrada del poder del telépata -. Es una recomendación que quiero hacerles. El cuerpo de Erik llegará preparado en la medida que ustedes permanezcan en contacto. No es necesario que tengan relaciones, pero sí que haya contacto físico, o, al menos, compartan el mismo ambiente. Es la presencia de Charles lo único que puede terminar de formar el canal de parto.
-¿Qué porcentaje de mortalidad hay para mí y para los niños? – quiso quitarse Erik la duda que más lo atormentaba.
-No hay valores certeros todavía, Erik – replicó Meg -. No tenemos estadísticas porque es una mutación reciente. Solo puedo afirmarte que mientras más te cuides y Charles te acompañe, más seguro llegarás al parto.
-La cesárea queda descartada, ¿cierto? – preguntó Xavier.
Meg asintió.
Aunque conocía la noticia, Erik igual suspiró doblemente resignado.
-Ya saben el motivo – comentó la doctora, mirando a uno y otro -. La bolsa con líquido amniótico que se formó dentro de Erik a modo de útero es un órgano muy delicado. Él la expulsará junto con las placentas, pero si intento cortarla, se produciría una hemorragia que sería fatal. Tu caso no es el mismo que el de una mujer.
-Lo sé – contestó Erik, y bebió agua para mantenerse calmado.
-Pero hay píldoras para el dolor y si hacemos lo que Meg nos sugiere, tu canal terminará de formarse – intervino Charles con rapidez -. Si la naturaleza produjo esta mutación es porque puedes dar a luz, no tengas miedo, Erik.
-No tengo miedo – refutó Erik con brusquedad -. Solo me preocupo por mis hijos.
-Ellos estarán a salvo – sonrió Meg.
-Bien – concluyó Charles -. Entonces, Erik debe seguir un régimen para subir de peso, tomar vitaminas y descansar. Yo, por mi parte, tengo que acompañarlo físicamente para que su cuerpo termine de desarrollarse.
-Correcto – contestó la doctora y miró a Erik -. El miedo al parto es algo natural. Leer libros y quitarte las dudas con un experto, te ayudará a superarlo. Tienen mi número, puedes llamarme cuando gustes y además, te seguiré examinando.
-No tengo miedo – repitió Erik -. Lo mismo buscaré libros y seguiré tus indicaciones – se pasó la mano por la frente -. Estoy cansado, si me disculpan iré a recostarme. ¿Te quedarás para cenar?
-Me temo que es imposible – se disculpó Meg -. Tengo clases mañana a primera hora.
-Entonces, nos veremos en dos semanas – Erik le pasó la mano -. Para esa fecha habíamos estipulado la próxima revisión.
-Así es – aseveró la mujer y se la estrechó -. Que descanses, Erik.
-Gracias por todo – le besó la mejilla. Luego miró a Charles, que le asintió, y se retiró a su recámara.
Xavier y Meg quedaron solos.
-¿Cómo están las cosas entre ustedes? – indagó ella, tomando asiento.
-Erik sigue distante pero acepta mi presencia y aceptó vivir aquí – contó Charles con tristeza -. Sin embargo, cuando nazcan, quiere marcharse y me dejará los niños para que se eduquen conmigo.
-Eso es porque te tiene confianza, Charles – lo consoló -. De todos los sitios en el mundo, solo se siente seguro contigo.
-Supongo que sí – suspiró.
-Sabes que sí – corrigió Meg -. Además, cuando vino a verme, te dije que se lo notaba triste. Ahora su tristeza desapareció. No pierdas las esperanzas, Charles. Tienen toda una vida por delante.
Charles entrelazó las manos, hizo silencio y le preguntó.
-¿Es peligroso el parto?
-Hay pocas posibilidades de que se complique – le aclaró con suavidad -. Lo único que me preocupa es el período que ustedes no estuvieron juntos porque retrasó la maduración de su útero artificial y su canal de parto.
-Pero eso puede revertirse si cambiamos nuestro comportamiento.
-Claro que puede.
-¿No quieres comer algo? ¿Beber más café o té?
Meg consultó su reloj.
-Tengo que irme enseguida, mi vuelo sale en dos horas.
-Claro – entendió Charles y se dispuso a llamar a Hank y despedirla hasta la puerta.
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Apenas Meg y Hank se marcharon, Charles se dirigió a la recámara de Erik. Las cosas entre ellos no habían progresado y era imprudente que entrara sin llamar, o simplemente entrara, pero Charles había percibido su intranquilidad durante la charla, aun cuando Magneto se esforzó por mostrarse sereno. Charles abrió la puerta y lo encontró sentado junto al escritorio, que estaba cerca de la cama. Erik tenía la cabeza y el pecho apoyados sobre la mesa, con los brazos envolviéndole la cara, como un niño atemorizado que quiere huir de los fantasmas cubriéndose los ojos. Le bastó observarlo para captar sus emociones a flor de piel: mucho miedo y mucho dolor. Se le acercó y le acarició el hombro. Erik temblaba.
-No tengas miedo – susurró -. Todo saldrá bien. Voy a estar contigo cuando des a luz y vas a conseguirlo.
Erik seguía temblando de pies a cabeza. Charles se atrevió a abrazarlo por la espalda y en lugar de rechazarlo, Erik se alejó apenas de la mesa, para que le circundara el pecho.
-Es natural lo que te sucede – explicó Charles con suavidad -. El parto causa miedo.
-No le tengo miedo al parto sino a morir – confesó con un murmullo -. A morir sin conocer a mis hijos, a morir y que no me conozcan ni me quieran.
Charles dibujó una expresión de emoción. Entonces, ese era el verdadero fantasma: la falta de amor, que se conectaba con lo que él le había espetado estando ebrio.
-Lo que te dije esa vez no era verdad – suspiró. Titubeó hasta que finalmente le apoyó los labios sobre el cabello -. Te lastimó tanto que lo creíste y te cerraste sin querer volver a tocar el tema.
-¿Por qué me lo dijiste? – reclamó Erik con un hilo de voz.
Charles tardó en contestarle. Una cosa era entrar en la mente de las personas para encontrar las respuestas y otra muy diferente y difícil, entrar en la de uno mismo y analizarse.
-Te conté que mi madre me rechazó siempre y me sintió como algo que no debía haber ocurrido – hizo una pausa. Sin alzar la cabeza, Erik temblaba pero lo estaba escuchando -. Eso me generó culpa, ahora lo sé. Soy una persona que sufre mucho remordimiento y enterarme de que le había fallado a Sean, me llevó a emborracharme esa vez. Me regañaste con justa razón, pero yo estaba tan furioso conmigo mismo y me sentía tan culpable, que para defenderme, dirigí esa culpa hacia ti.
Erik dejó de temblar. Charles lo notó y reforzó el abrazo.
-Te amo, Erik – susurró a su oído -. No es cursilería sino lo que siento en verdad por ti. Lastimarte como lo hice, me generó más culpa que todos mis pecados anteriores. Si solo pudieras sentir lo que con tu sola presencia me provocas . . . te amo . . .
Erik alzó la cabeza y Charles lo soltó para que pudiera moverse. Volteó y se miraron, los dos tenían los ojos enrojecidos.
Sin decirse nada, Erik estrechó a Charles en un abrazo de perdón.
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Wish You Were Here (Cherik)
Romansa"Ojalá estuvieras aquí", pensaban tanto uno como el otro después de separarse nuevamente tras el incidente con los Centinelas. Una mutación inesperada en Erik los obligará a cumplir este deseo. Pareja: Erik L. y Charles X. ErikMpreg.