Capítulo 2 "Flores"

856 46 2
                                    

   Aun me costaba creerlo, se había ido, mi padre ya no estaba. Se me hacía más duro cada día que llegaba y me veía sola en la casa. Devastada solo me consolaba con oír en mi móvil el último mensaje de voz que me había mandado. Era como volver a sentirlo vivo, o eso pensaba yo. Mis hermanas estaba igual que yo, pero Vir era la que más sufría, se le notaba en la cara a pesar de querer ocultarlo tras la imagen de mujer independiente siempre llevaba. Yo la admiraba desde pequeña, soñaba con tener su valentía y ganas de vivir, pero en cambio era yo... mi nombre era sinónimo de fracaso.
    Tratando de encontrar la esencia de mi padre fui al único lugar donde estaba en paz en momentos como esto, fui a la cancha. Una vez allí caminé por las gradas hasta llegar al lugar donde siempre nos sentábamos. Agotada dejé caer mi cuerpo sobre el frío concreto de la grada y puse la grabación de su voz mientras bebía una botella de mi whisky favorito. La luna estaba hermosa y brillaba frente a mi cara. Ahí me quedé mirándola pensativa, dejando que el aire frío de la noche acariciara mi cara. Mis ojos pesaban de lo agotados que estaban y muy pronto se cerraron.
   Ah, que molestia, el Sol daba fuerte sobre mis ojos. Ya era de día y una claridad hizo mis ojos abrirse. Era tan fuerte que ardía y me costaba ver bien. Aturdida por el alcohol y por la claridad miré al frente para encontrarme con tres siluetas delante de mí. Asustada me reincorpore y comencé a restregar mis ojos con las manos. Una vez bien despierta miré nuevamente hacia delante y las tres siluetas se transformaron en tres curiosas señoras.
    Pasaban de los  setenta años cada una a pesar de que se notaba la diferencia de edades entre ellas. La más joven llevaba un moño bastante peculiar, de esos que se mantienen de tanta laca que le hecha y en sus manos llevaba un tierno perrito blanco, el  cual me miraba con cara de curiosidad. La menor era una señora muy delgada y desgastada. Vestía un chándal, llevaba un cigarrillo en su mano derecha y expulsaba el humo de su boca como para ahogar a todos. La mayor era una señora gorda y tenía cara de pocos amigos, lo cual demostró al dirigirme la palabra en un tono muy despectivo -Ey, chiquilla, ¿tú qué haces aquí?-
  Aun confundida miré hacia mí alrededor y me llevé una gran sorpresa al ver que ya no me encontraba en la cancha sino en el cementerio. Asustada y sin entender nada miré hacia todos lados dándome cuenta de que había pasado la noche sobre la tumba de mi padre. No recordaba nada pero ya podía entender el porqué las caras de las tres señoras.
-Te hice una pregunta, ¿O es acaso que tengo que llamar a la policía para que me la conteste?- dijo la señora mayor mirándome como aquel que mira a un pervertido, a saber lo que estaba pasando por la cabeza de esa señora
-No lo sé- dije aun confundida
-Ah, pobre, está pérdida - dijo la menor sosteniendo mi mano con cara de lástima
-Vicenta, déjala, coño- dijo la del cigarrillo quitándole la mano
Me sentía muy incómoda ante esta situación, pero ni siquiera sabía cómo explicar mi presencia ahí. De pronto mi vista se alejó y detrás de las señoras me encontré con aquel ser que tanto había llamado mi atención hacía ya unos días. Ahí estaba la colorada mirando todo el show desde lejos. Por un segundo se me olvidaron las señoras y solo me concentre en ella, la cual me miraba con cara de risa. ¿Se estaba riendo de mí? ¿Qué le daba tanta risa?
De pronto vuelvo en mí cuando siento la mano tosca de la señora despertándome
-¡Ey, tú! ¿! Estás drogada!?- dando sobre mi hombro derecho en forma de regaño
-Sí, si mírala, se le ve en los ojos- exclamó la del medio provocando la ira de la mayor
   Esto hizo que mis tics se desataran y comenzara a decir puteadas que no puedo ni mencionar ahora a aquellas curiosas señoras. Tras salir del trance mire a las tres ancianas avergonzada, mientras ellas me miraban muy asustadas. Las tres empezaron a rezar como locas, para mí que pensaron que estaba poseída por algún tipo de demonio y se fueron casi corriendo. Traté de detenerlas para explicarles sobre mi síndrome pero se me hizo imposible alcanzarlas.
    Furiosa conmigo misma por lo sucedido caminé nuevamente hacia la tumba de mi padre donde coloqué los puños bien fuerte conteniendo mi rabia. De pronto siento una pequeña risa la cual hizo que elevara rápidamente la cabeza. Al mirar allí estaba ella con una pequeña sonrisa en su rostro la cual trataba de tapar con sus manos.
    Al verla reír sentí como mi cuerpo hirvió de rabia pero a la vez bailaba de alegría pues su sonrisa me parecía lo más bello del mundo. Un poco insulta la miré furiosa directamente a sus ojos verdes, lo cual hizo que esta se pusiera seria a la par mía. Simplemente no podía creerlo, se estaba riendo de mí. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué no me había ayudado?
  Furiosa me aparté de la tumba de mi padre y me dirigí a la salida soltando chispas. De pronto sentí como alguien me agarraba -Flor, espera - me dijo la colorada sosteniéndome la mano bien fuerte y deteniéndome
Al oírla llamarme por mi nombre me sorprendió mucho. ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso yo se lo había dicho? Y la miré bastante confundida - Umm, ña, ¿Cómo sabes como me llamo?-
  Ante mi pregunta la colorada se puso muy nerviosa algo que se le notó en la cara, pero rápidamente contestó con una sonrisa en su bello rostro -Vos me lo dijiste el otro día-
   No sabía bien si era verdad, no podía comprobarlo porque sinceramente no me acordaba ni siquiera de mi nombre en esos momentos. Decidí creerle y asentí con ni cabeza
Ella soltó mi mano y me miró de forma muy tierna -¿Me vas a decir qué te pasó?-
-¿De qué?- dije sin entender su pregunta
-¿Por qué dormiste aquí?- me dijo
   En ese momento recordé todo lo que había pasado esa noche y de cómo borracha fui a llorar a la tumba de mi padre hasta quedarme dormida. Avergonzada y sin querer explicarle a la chica bajé la cabeza, pero esta enseguida la levantó con su mano en mi mentón haciéndome mirarla a la cara. Nuestras miradas se encontraron y mis ojos marrones se perdieron en el verde de los suyos -No pasa nada- con una voz dulce -Es normal que lo extrañes- comprendiendo lo que me pasaba. Era la primera vez que alguien lo entendía.
-Lo sé, pero siento que muero- dije bajando la cabeza mientras sentía un vacío en mi alma
-¿Querés hablar?- me dijo en forma de invitación. En un principio dije que no con la cabeza pero al ver su mirada no pude negarme a su petición
Siguiendo las órdenes de aquella desconocida me senté en un banco de mármol que había muy cerca de la tumba de mi padre
-Por cierto mi nombre es Jazmín- me dijo sentándose a mi lado
-Ah, qué hermoso nombre- le dije tratando de hacerme la amable
-Sí, como el tuyo. Ambas son flores… ya tenemos algo en común- me dijo riéndose, acción que yo imité aunque tardé en entender el chiste, cosa que me pasaba continuamente
  Tras pasar un rato Jazmín se convirtió en mi paño de lágrimas y terminé contándole prácticamente toda mi vida. No sabía si era que estaba sensible pero con aquella chica sentía que podía ser yo misma, era algo increíble que nunca me había pasado  con nadie. Mientras hablaba con ella podía notar como su mirada se clavaba intensamente en mí, parecía que me estuviera haciendo una radiografía con sus verdes ojos, cosa que al principio me hizo sentir incómoda pero tras un rato me comenzó a parecer bastante adorable. Nuestras miradas de cruzaron una y otra vez hasta llegar al punto en que solo hablaba para poder mirarla más de cerca. Cuando estaba más interesante la conversación suena mi teléfono -Mierda*- exclamé asustada por el tono de llamada
   Rápidamente miré el número en la pantalla para ver que era el de Daniel. Dani era un chico con él que salía a cada rato, era una cosa ocasional a pesar de que yo sabía que él quería algo más conmigo  que un simple encuentro, pero yo no creía en las relaciones.
    La cara de Jaz cambió por completo al ver que era un chico quien me llamaba, incluso podría decir que lo que mostraba eran celos. Enseguida noté su incomodidad y le colgué sin dudarlo poniendo en vibrador el móvil para que no molestara más.
-¿Por dónde íbamos?- le dije volviendo a la conversación pero algo había cambiado, su cara  ya no era la misma -¿Pasa algo?- le pregunté al verla así
-No, nada, todo bien- me contestó bajando la vista
Confundida me quedé mirándola tratando de averiguar que le había pasado. ¿Habré metido la pata? ¿Ya se habrá aburrido de mí? ¿Será por Dani? Todas esas preguntas invadieron mi cabeza
De pronto mi lluvia de ideas fue interrumpida por su voz -¿Es tu novio?-
Al oír esa pregunta mis ojos se abrieron sorprendidos -¿Quién?- haciéndome la boluda
-El chico de la llamada. ¿Es tu príncipe azul?- dijo con una sonrisa bastante fingida
-No creo ya en los príncipes azules- le contesté bastante seria - Pero no, no es mi chico, de hecho no somos nada- y pude notar como una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro y un suspiro salió de ella mostrando su alivio
  Esto hizo que yo sonriera también mientras me quedaba boba mirándola. De repente su mirada se despegó de la mía y extendió su vista al cielo -Ya se está haciendo tarde- me dijo haciéndome notar que ya casi estaba oscureciendo
  Me parecía increíble había pasado todo el día hablando con aquella chica a la cual empecé viendo como una desconocida pero ahora parecía que la conocía de toda una vida. Al ver el sol casi apagándose me levanté con intención de marcharme -¿Vienes?- le pregunté a la pelirroja que aun estaba sentada en el banco
  Esta bajo la cabeza y la volvió a levantar para contestarme -No, aun no me voy tengo una cosa que hacer- con cara de angustia
-Te espero. ¿Si quieres?- insistí porque realmente tenía ganas de seguir hablando con esa maravilla de mujer
-No, Flor, en serio adelántate tú, yo demoro- me dijo mirando el suelo esperando a que no insistiera más con mi propuesta
   Cogiendo la indirecta decidí rendirme y salir de ahí, pero antes de irme me despedí de ella con un beso en la mejilla. Pude notar como sus cachetes se tornaron rojos y una bella sonrisa se dibujó en su rostro mientras su mano acariciaba el lugar donde habían estado mis labios. Esto hizo que mi corazón diera brincos de alegría y una sonrisa salió casi inconscientemente de mi rostro mientras me iba.
   Al salir del cementerio sentí como mi corazón quería salir de mi pecho y no sabía por qué. Aquella colorada en menos de un día había entrado en mi corazón de la forma que nadie lo había hecho antes.
   Con una sonrisa boba en mi rostro y pestañeado muy fuerte debido a lo emocionada que estaba llegué a mi casa y con la ropa aun puesta me tiré en mi cómodo sofá esperando a soñar con aquella impactante colorada

Destinada a ser... (Flozmín)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora