[LEVIATÁN]

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Satanás caminó por la orilla del mar hasta que por fin encontró lo que necesitaba.

Un jóven se acercaba trotando, tenía el cabello de color gris, poseía una piel clara y porcelánica, labios carnosos y cuerpo de ensueño.

Satanás sonrió cuando el jóven estuvo frente a él.

—Oh... — el peli gris se detuvo y quedó observando al extraño hombre frente a él. — ¿Te encuentras bien? — preguntó cuando la túnica fue levantada nuevamente por el viento y vió su cuerpo desnudo.

Satanás no respondió a su pregunta si no que comenzó a pronunciar palabras en un lenguaje inentendible para el muchacho.

El agua del mar comenzó a mecerse de un lado a otro bruscamente. El chico empezó a sentir el miedo recorrer su cuerpo cuando notó la mirada aterradora de aquel extraño.

—Yo ya... Debo irme...

—¿A dónde Park Jimin?

El jóven sorprendido retrocedió dos pasos — ¿Cómo sabes mi nombre?

—Yo lo sé todo.

Y sin más que agregar, Satanás se abalanzó sobre el chico y lo tomó fuertemente​ del cuello, levantandolo como una simple pluma.

Sonrió mostrando sus pequeños colmillos filosos y sus garras crecieron, encajandose en el cuello del mortal, haciéndolo gritar del dolor, viendo su sangre lentamente escurrir.

Satanás desgarró las ropas del muchacho hasta dejarlo completamente desnudo y pronunció las últimas palabras para que su invocación estuviera completa.

—¡Hail Leviathan!

Lanzó al muchacho al agua y ésta rápidamente se lo tragó. Las olas crecieron y se estrellaron contra los muelles y la arena.

Un remolino se formó, creando lo que se vería como un hoyo desde arriba. El agua agitada giraba al rededor de aquel remolino.

Un crujido resonó por todo el lugar, los truenos empezaron a caer uno por uno sobre la tierra y el gruñido de una bestia podía escucharse. De pronto, de aquel hoyo, comenzó​ a salir el mismo jóven de cabellera gris, pero ya no era él, si no que la serpiente de los océanos había tomando su cuerpo como un regalo de su mismo rey.

Leviatán había sido liberado de aquel lugar donde los Arcángeles lo encerraron.

El demonio extendió sus brazos y sus pies los mantuvo uno sobre el otro, simulando una cruz.

Una carcajada diabólica salió de sus labios y la lluvia se soltó, el remolino se detuvo y Leviatán cayó en la arena, hincado frente a Satanás.

—Leviatán... Mi amado demonio — Satanás lo tomó del brazo y lo ayudó a levantarse — Por fin a llegado el momento... La profecía está por cumplirse, es hora de que los seres del cielo caigan y suba a la cima un nuevo Rey.

—Estoy dispuesto a cumplir todo lo que me pidas, tú eres mi único Rey.— Leviatán hizo una reverencia.

—Y cuando los cuatro príncipes infernales al fin estemos juntos... Nada podrá detener el caos y la destrucción que provocaremos.

—¿Cómo traerás de vuelta a Lucifer?

—Recuerda que yo puedo sentirlos, los Arcángeles fueron tan ingenuos al pensar que ocultando su alma lograrían alejarlo de mi. — Negó con su cabeza — Tan estúpidos para pensar que no sé dónde está Belial.

—Querían alejarnos...

—Para evitar que la profecía se cumpla... Pero no saben que los lazos de los cuatro principes es más fuerte que cualquier cosa... No importa cuántas energías gaste o cuánto tiempo tarde, pero traeré a Lucifer de vuelta... Y mientras tanto...

—Yo buscaré a Belial ¿No es así?

—Exactamente mi amado Leviatán.

Satanás tomó de las mejillas al peli gris y unió sus labios en un beso lento y profundo que duró un par de minutos.

Los truenos cayeron de nuevo junto con la lluvia y el fuego de una palmera iluminó la obscuridad de la noche.

—Ahora nuestros cuerpos estarán nuevamente unidos— habló Satanás besando por segunda vez a Leviatán.

Los ojos de ambos se tornaron de un color mitad azul, mitad rojo.

—Estaremos siempre unidos.

—Como tiene que ser.

Porque el mayor poder de los demonios era unirse con otro en un lazo amoroso a través de un beso y el acto carnal... Y para los cuatro príncipes era casi vital formar parejas... Sólo faltaba una por crearse. 

LUCIFER, el ángel caído || Pausada IndefinidamenteWhere stories live. Discover now