Prefacio

133 13 5
                                    

¿Qué sucede en el cerebro durante los sueños? ¿Son éstos estrictamente un despliegue del inconsciente y una espléndida muestra de la imaginación ilimitada? ¿O significan algo más? ¿Acaso podemos descifrarlos, controlarlos y manipularlos? ¿O serán éstos, a fin de cuentas, un distorsionado reflejo de nuestras acciones?

¿Qué sucede en el cerebro durante los sueños? ¿Son éstos estrictamente un despliegue del inconsciente y una espléndida muestra de la imaginación ilimitada? ¿O significan algo más? ¿Acaso podemos descifrarlos, controlarlos y manipularlos? ¿O serán ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los dos están acostados. Holden sostiene firmemente el desgastado cuadernillo de cuero entre las manos, mientras relata con voz grave y trémula la historia que escribió a puño y letra especialmente para ella, aunque durante los pocos lapsos de tiempo que se dejan entre el punto y aparte, divaga sobre la idea de continuar. Al muchacho nunca le había agradado su entonación. Gran parte de las personas que no lo conocían pensaban que estaba siendo un patán por su forma de hablar, pero la verdad no era así, simplemente había madurado a edad muy temprana. De cualquier forma, eso ahora no importaba. Lo único que él anhelaba era hacerse escuchar, de manera que imaginó que el sonido proveniente de sus labios se convertía en un tenue movimiento dentro del tímpano de la jovencita con la que compartía el estrecho espacio del colchón, y que efectivamente, ella le oía. Imaginaba también que dentro de su pequeña cabeza, poco a poco, iba construyéndose un escenario en donde las palabras que pronunciaba representaban cada muro del relato. Esperó a que ella respirara más profundo, soltara un bostezo, emitiera un breve temblor en el cuerpo, no obstante, nada pasó. ¿A dónde iría la fábula que contaba Holden con tanto empeño? Él conocía la respuesta, y no por eso quería admitirla en voz alta. Solo hasta que terminó de leer pudo soltar una bocanada de aire que ni siquiera lo ayudó a sentirse mejor. Para cualquier otro, dejar salir el aire del cuerpo podía interpretarse como acto de liberación, pero para Holden, cuyo barco había zarpado y ahora naufragaba en medio del océano sin tener la habilidad para nadar, soltar el aire no significaba más que dejar entrar el agua. Y por consecuente, ahogarse.

Se quedó un minuto en silencio. Esperando, quizás, que ella diera alguna mínima señal de que había disfrutado de la narrativa.

De nuevo, nada pasó.

Entonces el muchacho la besó en la frente e inhaló el olor a tierra que su piel todavía transpiraba. En el momento en que sus labios la rozaron, y experimentó frialdad y no calor, lo agobió una vez más la asfixiante idea de la realidad. La verdad no lo hacía libre, de hecho, pensar en la verdad a menudo le cortaba la respiración, como casi todo. Ella se había ido, en cierto modo, se había dormido. Pero no soñaría. Su pecho no se inflaría al compás de su respiración.

Y tampoco despertaría.

La había perdido para siempre.

Freud, el soñador [2019]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora