Capitulo 22. Golpe bajo

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Afortunadamente, los oficiales terminaron por cruzar la calle para llegar a un café que se encontraba por el otro lado, sin embargo, decidí no correr el riesgo y alejarme lo más rápido posible. Mis ojos comenzaban a sentirse pesados, encontré un edificio en construcción completamente abandonado, no había rastros de maquinaria de construcción como si la obra hubiera sido pospuesta, "te agradezco, corrupción gubernamental", pensé mientras colocaba mi chamarra en el suelo para tener una pequeña sensación de comodidad, era eso o cubrirme con ella para evitar el frío, prefería tener frío a dormir incómodo.

Al día siguiente no me despertó el sol en mi rostro ni el canto de las aves, me despertó mi estómago, me encontraba hambriento y mi cabeza volvía a molestarme, me coloqué la chamarra y salí en busca de un poco de comida, estuve rondando por las calles rogando por comida en los restaurantes, pero nadie aceptaba, argumentando "te ves en buenas condiciones para ser indigente, anda a tu casa muchacho, trabaja". Pero, desgraciadamente, mi estado de fugitivo no me permitía tener un empleo, incluso me arriesgaba al mostrarle mi rostro a las personas.

Recorrí la mitad de la ciudad cuando me di cuenta de que ya era medio día y mi estómago no había dejado de molestarme, entre las calles más descuidadas en una esquina, logré divisar un comedor público al que decidí acercarme.

Era un comedor relativamente pequeño, dentro había personas de todo tipo, desde ex pandilleros que decidieron dejar la vida criminal hasta madres solteras que buscaban alimentos para sus bebés que no podían costear, desde luego entré en la larga fila frente a mí, la única comida que había era sopa de pollo con más agua que sopa, tomé la sopa luego de esperar un tiempo en la fila, pero tuve que comer parado con una mano sosteniendo el plato y la otra, la cuchara. Entonces decidí volver a aquel edificio abandonado.

La noche cayó, logré conseguir 200 pesos que guardaba con codicia en el bolsillo derecho de la chamarra cuando volví al edificio abandonado, pero esta vez, algo no andaba bien, tuve una extraña sensación que no tenía la noche anterior, la ignoré con dificultad hasta llegar a la esquina en que dormía.

La tormenta se acercaba, se podían escuchar los truenos y ver los relámpagos a lo lejos. Intenté dormir lo más rápido posible, pero comencé a recordar a Marco, me preguntaba si realmente yo hubiera podido haber hecho más, no nos conocíamos tan bien, pero al fin y al cabo le hubiera confiado la mía, entonces observé alrededor, una habitación oscura y solitaria, tenía miedo, deseaba con todas mis fuerzas que mi madre estuviera para consolarme. Luego de un rato logré olvidar esos temas, pero el recuerdo de mi rechazo por parte de Madeline terminó por romperme el corazón, el pensar que ya no había posibilidad de un "nosotros".

Pero, ¿qué tal si estamos conectados realmente?, intentaba superarla, seguir adelante y olvidar, pero, no entiendo cómo es que las personas son capaces de concretar tan ardua labor. Mis pensamientos fueron interrumpidos por un golpe dentro del edificio con un eco sonoro estruendoso que logró levantarme de un salto y elevar mi ritmo cardíaco, un par de voces gruesas lograron llegar hasta mis oídos.

―Maldita sea, cierra la puerta "bisonte"―reclamó una de las voces.

Me puse de rodillas intentando mantener en secreto mi presencia, levanté la mirada sobre un par de barriles que se encontraban dentro y pude visualizar a un par de tipos altos, uno tenía una barba de candado, cabello negro y una playera blanca con unos jeans mientras que el otro era calvo y tenía una camisa azul intenso con un rosario y sus respectivos jeans.Mis ojos saltaron al ver lo que ambos levantaban...un cadáver de un hombre asesinado con una docena de agujeros de bala, volví a ocultarme para observar a aquellos hombres.

―Deberíamos soltarlo dentro de concreto fresco, nadie lo descubriría―señaló el tipo de la barba de candado.

Decidí moverme de sitio para evitar que me vieran, pero al moverme, por accidente la inercia de mi mano logró mover un poco el ligero barril que no tardó en alertar a aquellos hombres.

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