La noche comenzaba a caer sobre la ciudad, las luces de las calles comenzaban a encenderse y pareciese como si la ciudad tomara vida. En el techo de una iglesia, podía visualizarse una figura, un hombre posándose sobre ella, simplemente observando al obscuro vacío.
― ¿En realidad pude haber hecho algo para salvarlo? ―se preguntaba a sí mismo constantemente. ―Ya es hora de dormir, Moisés―volvió a dirigirse a su persona mientras caminaba por el techo de la iglesia, de sus manos emitió una ráfaga de energía hacia el suelo, logrando que esta lo impulsase hasta llegar al tejado de un edificio de apartamentos y entrando al edificio por una puerta que se encontraba allí.
Entró a su departamento que había comenzado a rentar con el dinero de una tarjeta que sus padres le habían regalado para emergencias el día de su cumpleaños, si bien el lugar no era lujoso, poseía una cama donde podía dormir siempre y cuando no le molestaran los resortes salidos y la tela gastada, también tenía a su disposición una estufa eléctrica pequeña, aunque de vez en cuando la compartía con ciertos roedores visitantes.
―No es así la manera en que me imaginé mi último año de preparatoria, definitivamente―se dijo mientras abría el armario donde se encontraban únicamente dos conjuntos de prendas; el uniforme que había usado durante su estancia en aquel lugar, una playera blanca y un pants negro que había comprado en oferta junto con unos jeans y una playera azul que llevaba encima. Se cambió los jeans y la playera azul por el pants y la playera blanca, entonces se recostó en la cama.
―Debería pensar en volver con mi familia, pero tengo miedo de que, si vuelvo, pueda ponerlos en peligro―se detuvo un momento a analizar la situación cuando escuchó un golpe tras la pared.
―Ya es hora de jugar, amor―dijo una voz áspera tras la pared.
―Maldita sea―susurró Moisés al escuchar esto.
Por su mente cruzaron las peores cosas, pero intentó tranquilizarse pensando en que, simplemente era todo un mal entendido.
Al día siguiente salió y recorrió las calles en busca de trabajo, la tarjeta de débito no le iba a durar para siempre.
Pasó el tiempo, el sol comenzaba a ocultarse, las sombras comenzaban a caer en los callejones de la ciudad luego de un día infructuoso para alguien que busca trabajo como Moisés; sin preparatoria terminada, sin experiencia en ningún área y sin la edad suficiente para ser tomado en cuenta como mayor edad y, por si fuera poco, con un par de harapos encima.
―! Te juro que te voy a pagar, ha sido una mala semana, es todo ¡―imploraba un hombre en la esquina de una oscura calle pequeña mientras otro tipo alto y de cabello desarreglado sostenía un arma tras su cadera de manera discreta.
―Cierra la boca o te la cerraré con plomo―amenazó el hombre.
Moisés, al verlos se escondió rápidamente para evitar ser detectado y se impulsó usando los rayos de sus manos hacia el techo de una casa.
―Debo hacer algo, debo hacer algo―se repetía Moisés a sí mismo mientras sus piernas comenzaban a temblar y el miedo se apoderaba de él.
―El patrón está molesto contigo, Jones. Un gringo que viene a nuestro país a aprovecharse de nosotros no le parece.
―Te lo suplico, debía pagarle al banco o cerrarían mi negocio o lo clausurarían―decía con desesperación al sentir el cañón de la pistola subiendo por su espalda lentamente.
―! Nunca me han agradado los bravucones ¡―gritó Moisés engruesando su voz, intentaba intimidar a aquel hombre, pero el tono tembloroso en su voz lo delataba.
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Singularidad
Science FictionLeonardo, un chico tímido e introvertido de tés morena, cabello alborotado, cuerpo atlético y un gusto nato por el universo y el mundo científico se encuentra perdidamente enamorado de Madeline, una joven inteligente, tímida y con un gran gusto por...