Las Crónicas del Ángel de la Muerte

sustancia 38JAKU-86

Aero

Cuando regresó Vania, admiraba sus alas, en las puntas de sus alas había un reflejo dorado como el de A.Darien, lo que significaba que en el camino encontró al supremo y se convirtió en Arcángel. No sabía si alegrarme o no, pero tenía miedo de que se hubiera convertido en otro ser.

Mis miedos pararon una vez de que me trató con normalidad. No quería que los superiores supieran que ya estaba de regreso, y a Vania no le incomodaba pasar desapercibida. Ágata tenía varios días sin venir y la soledad inundaba la habitación.

Vania se dio cuenta de que nuestra amistad ya no era la misma. Y sacudiendo esos pensamientos negativos me obsequió algo extraño. Dijo que había salido de una luz que cayó del cielo, que ella estaba muy cerca y la cegó por un momento. Parecía  una gota de rocío hueca.

Y estaba llena de un líquido que aparentaba ser el cielo estrellado que cubría toda ciudad blanca. Después de un rato decidimos llamarla "sustancia 38JAKU-86". Vania recordó algo que debía decirme y sellando puertas y ventanas, pude observar que la sustancia 38JAKU-86 brillaba como el cielo que cubría ciudad blanca. Era increíble como proyectaba las estrellas y sus colores tan vibrantes.

Alguien tocó la puerta, Vania y sus torpes alas tiraron el costal de semillas que se encontraban en una de las repisas y una cayó en la sustancia 38JAKU-86 generó una gran explosión.

Quería que esto no pasara, que quién fuera que estuviera fuera no descubriera lo que acaba de suceder.

 Ágata al ver que nadie respondía su llamado, entró a mi hogar. Pensé que se impactaría por ver el desastre que causo tremenda explosión, pero como si nada pasó a través de Vania y se sentó en el sofá. Se desesperó después de algunos momentos y se fue pensando en que no había nadie.

Vania y yo no dijimos ninguna palabra durante todo ese tiempo. Nos mirábamos el uno al otro extrañados por lo que pasaba. Y al tocar la semilla, nos transportamos rápidamente y vimos todo hecho un desastre por la explosión. Nuestras caras de incredulidad no se podían ocultar. ¿Qué demonios pasó?