Despedida.

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Narra ___

No sabía que decir. En dos meses nos habíamos apegado demasiado, éramos inseparables. Me dio un dolor en el pecho al saber que no lo vería en un mes. Al saber que podría encontrar a alguien que podría gustarle más que yo.

Asa y yo no éramos nada más que amigos repentinamente cercanos, pero yo adoraba al hombre. Y según él, en su confesión de hacía dos meses, yo le gustaba.

No tuve más opción que mostrarle apoyo. No podía ponerme a llorar y decirle que no lo hiciera, al fin y al cabo es su trabajo.

Ese día no tuve más ganas de trabajar, así que dejé la investigación de lado y me dispuse a hacer limpieza para despejar la mente, me fui a bañar y ponerme ropa cómoda para acostarnos en mis sofás y ver alguna película.

No pasó nada interesante en la semana, excepto que Asa quiso que todas las noches antes de irse viéramos una película. Yo encantada, dejaba todo en esas horas, solo para estar con él.

El día que se fue, Asa me visitó, entró a la casa sin preguntar, pues no hacía falta, siempre le pedía que abriera él, sin embargo me dio el susto de mi vida, pues yo estaba en el estudio haciendo mi investigación. Eran las 10 de la mañana, mientras yo leía un artículo.

No lo escuché entrar ni lo escuché hacer nada. Solo sentí su abrazo detrás de mí y su cara en mi hombro. Di un salto apartándolo de mí, asustándolo a él también. Pobre...

-Lo siento... - Dijo con desesperación.

-¡ASAA! – Me exalté un poco.

-¡De verdad lo siento!

Respiré profundo y me acerqué para tocar su hombro.

-Tranquilo, ya... - Trataba de controlar mi respiración.

-Yo...

-Te dije que no pasa nada, Asa.

-No... es que, ya me voy – dijo con la voz casi en un susurro.

-¿Qué?, ¿Ya?, rayos... se me fue rápido la semana...

-Y a mí.

-Asa... - Hice lo que tanto deseaba, aunque no lo que MÁS deseaba. Lo abracé. – Querido, voy a extrañarte horrores.

-Voy a extrañarte también – Apreto mi cintura con sus brazos acercándome mucho a su cuerpo, nos quedamos así unos minutos. Podía sentir su corazón latiendo y su pulso por todo el cuerpo.

-Cuídate mucho, Asa. No tomes tanto, regresa a salvo. Ten mucho éxito.

-Claro, tú también cuídate, no dejes entrar a nadie. Tienes que recordar que yo ya no estoy y que no puedes decir "pasa" solo porque sí. – me dijo mirándome a los ojos sin soltarme de su abrazo.

Creo que no pude respirar por unos segundos, sus ojos azules estaban un poco húmedos. Asa iba a llorar. No pude evitarlo, y lloré primero que él.

-No, no llores – Me soltó y empezó a secar mis lagrimas mientras las suyas salían también.

-Tampoco tú lo hagas – Le sequé las lagrimas también.

-Acompáñame al aeropuerto, ¿sí?

-Sí, te llevo.

-Gracias.

Lo llevé al aeropuerto, y ahí se volvió a repetir la escena.

-No me olvides – Dijo sonriendo.

-¿Cómo olvidarte?, ocurrente. – Le regañé en broma.

-Enserio, no dejes entrar a nadie.

-Sí, papá.

-Sécate los ojos, pareces loca – se rió y me secó las lágrimas. – Te llamaré, ¿sí?

-Está bien.

-Debo irme, adiós. – Asa me abrazó y besó mi mejilla, me miró unos segundos a los ojos, pensé que me besaría en los labios, pero besó mi otra mejilla y luego mi frente. – Te dejo las llaves de mi casa. – Sentí que metía algo en el bolsillo de mi pantalón. – Por si necesitas algo.

-Te necesito a ti ahí, niño.- Él solo sonrió con tristeza.

-Volveré pronto. Te lo prometo, y luego no habrá comida, bebida, conversación o película que se salve de nosotros, ¿de acuerdo?

-De acuerdo. – Besó por última vez mi frente y se dio la vuelta para irse.

Asa caminó lentamente, como si esperara que lo detuviera, pero no lo hice. Cuando pasó por el registro para entrar a las salas, Asa volteó a verme y antes de desaparecer gritó algo que parecía ser: "Te amo".

-¿Qué?- Dije en voz baja y le hice una seña.

Él lo hizo en voz baja (supongo, porque esta vez solo lo vi mover la boca). Yo solo sonreí y él desapareció.

Me fui a casa devastada, pero no a la mía, a la de él. Entré y fui directo a su cuarto, me tiré en su cama y me enredé en sus cobijas. Olían a él. Me quedé dormida.

Cuando desperté, ya estaba opaco afuera, estaba nublado, y eran las 4 de la tarde.

Las semanas transcurrían lentamente. Necesitaba a Asa más que a nada. Londres no era nada sin Asa, y es que estuve sola únicamente un día, y después de eso, Asa se había vuelto indispensable en mí día a día, incluso cuando estaba ocupada y él venía a verme trabajar. La primera semana ni mi investigación podía reemplazar a Asa de mi cabeza. Aunque, el muchacho me hablaba cada día en cierta hora en la que coincidiéramos despiertos para ver que estuviera bien, no era lo mismo.

La segunda semana, asa me llamaba cada dos días, porque decía que estaba muy ocupado. La tercera semana, me llamó solo un día, y la cuarta también. Pero esas semanas ya no me preocupaban tanto, también yo estaba ocupada.

Nueva vida. (con Asa Butterfield)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora