Un moreno, tres pelirojos y un albino... para llevar.

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Las semanas pasaron con mortal velocidad, casi pareciendo que el tiempo mismo se había estropeado... como si un escritor holgazán decidiera hacer una oportuna elipsis. Sumamente extraño era lo que acababa de ocurrir en Royal Woods.

Los que más notaron la extrañeza fueron los oriundos de la avenida Franklin. En las últimas tres semanas los habitantes vieron como una de las casas más tranquilas de todas volvía a ser la más Loca y rara del pueblo, tal y como hace veinte años. Vieron como de la casa Loud entraban y salían las diez hijas del matrimonio, numero que siempre sorprendió a los vecinos de la familia. Los Loud se fueron de la casa hace unos días, simplemente se subieron a un taxi y se fueron; dejando el lugar, para el pensamiento de los vecinos, completamente solo.

Pero no podía ser más erróneo.

Durante las semanas siguientes la casa se lleno de euforia y ruido que antes la caracterizaba. Muy seguido había música a todo volumen, junto con ruidos; semejantes a los de una pelea. Gritos y dispuestas de las féminas hijas del matrimonio. Y de vez en cuando, cuando se podía asegurar con certeza que las Loud habían dejado el edificio, un simpático silbido que generaba una melosa tonada. Sin duda un misterio. El misterio de la casa Loud.

Pero ahora la casa estaba en silencio. No se veía ni escuchaba por ningún lado a las diez hermanas. Ni tampoco aquel silbido tan cautivador. Sólo había el inquietante sonido del sonido.

Y eso a Lincoln no le agradaba.

De un salto el albino se levantó del sofá donde veía la televisión. Nunca fue muy buena pero ahora se podía decir que era aún más lamentable. Lo único que llamaba levemente su atención era las repeticiones de su programa favorito de niño. Aunque ahora ya no le parecía tan bueno... era increíble como su criterio había cambiado. Pero era comprensible, después de todo ya no tenía once años.

Subió las escaleras de, por decisión unánime, su nueva casa propia. Sus padres le dieron libertad total para remodelar la casa a su antojo, suponiendo que, Lincoln al vivir solo, querría darle un toque masculino a la morada. Al final decidió dejar todo como estaba y seguir durmiendo en su antigua habitación... la nostalgia y los recuerdos habían jugado un papel tremendo en la decisión del albino.

Entró a su habitación. Sentándose aburridamente en la cama donde dormía. Últimamente no tenía nada que hacer. Generalmente entrenaba o daba paseos por el bosque montado en Jack. Pero ahora no era muy posible. Tal vez si conseguía un juego de pesas, aunque no sería lo mismo, pero bastaba. El dinero no sería un problema. Sus hermanas se habían encargado de que su situación monetaria fuera estable, incluso más que eso. A Lincoln no le gustaba admitirlo pero se había convertido en nada más y nada menos que en un mantenido. ¿Pero podian culparlo? Después de todo, nunca tuvo la opción de ser algo más. Comenzó a hurgar entre sus cosas, buscando energéticamente entre sus cosas. No sabía que o para que, pero estaba buscando.

Se detuvo al ver una pequeña fotografía enmarcada en un cajón de su mesita de noche. En la imagen estaba él de pequeño, tal vez a sus ocho años, abrazado de un niño moreno de su misma edad.

...-Oye, Lincoln... ¿somos mejores amigos?...

Las palabras de Sora le llegaron a la mente de pronto. Sora era su mejor amigo en Horus pero había olvidado que en la tierra ya tenía uno.

Uno muy especial.

-¿Qué será de él? -susurro en un hilo de voz, casi en susurro.

Se dio cuenta que, en las cuatro semanas que llevaba en Royal Woods, no había salido para nada al mundo exterior. Cuando sus hermanas lo visitaban, que era casi todo el tiempo, no sentía necesidad de salir, ellas le preparaban de comer; le llevaban víveres... eran demasiado cuidadosa de él. Y cuando se encontraba solo, lo único que hacia era tocar en su flauta la melodía que Sora le había enseñado. De pronto le llegó a la cabeza la loca idea de salir un rato. Después de todo, ya estaba aburrido de la casa. No haría ningún mal salir un rato a fisgonear por el pueblo donde creció.

Bienvenido a casa, querido albino. (multi-cest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora