¿Nuevas conocidas o viejas amigas?

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La gente tiende a aferrarse hacia algún familiar en específico. Por alguna extraña razón se identifican con alguien y, al obtenerse ya un alto apego, se les he más difícil estar sin él.

Bien podía ser un padre que, a pesar de no estar ligado con sangre al niño, lo cuida y protege como si de verdad fuera suyo. Dándole un cariño, además de un apellido, que lo impulsan a ser alguien de mayor valor. Soñando con alguna vez ser para alguien lo que aquel hombre fue para él.

O en el caso de Lincoln, un abuelo.

Desde su niñez Lincoln tuvo el apoyo y el cariño de su familia. Como él decia muy a menudo...

En una familia tan grande, es inposible no apoyarse los unos a los otro.

Todos siempre estaban listos para echarse una mano en cualquier problema que tuvieran, por muy grande o pequeño que este fuese.

Pero Lincoln siempre sintió en su interior que su abuelo era el mejor para pedirle consejos o ayuda. Ya saben, de albino a albino.

No podía creer que, a pesar de llevar ya un mes en Royal Woods, no fuera a visitar ni una vez a su abuelo o a sus padres.

Reía con amargura al ver el recuerdo de él más joven diciéndose a si mismo una y otra vez que lo primero que haría al volver sería visitar a su abuelo. El recuerdo lo llenaba de culpa pero a la vez de emoción.

Estaba al límite de sus emociones. Ya eran veinte años de no saber nada del viejo Albert, ya ni recordaba como sonaba su voz. Estaba aterrado y emocionado a más no poder.

Aterrado de que su viejo abuelo no lo reconociera y emocionado de verlo una vez más.

Ojala su sentido de orientación fuera igual de fuerte que sus emociones. Porque, por segunda vez en el mes que llevaba viviendo en Royal Woods, nuevamente se había perdido.

Estaba en un complejo de casa antiguas y de muy buena vista, seguramente la parte adinerada del pueblo. Lo mejor sería salir de allí antes de que alguien lo confundirse con un ladrón o un delincuente y acudiera a la policía. Lo último que quería era ese tipo de problemas.

Lo único que se le ocurrió en ese instante fue dar la vuelta y comenzar a caminar por donde había llegado. Y, con un poco de suerte, encontraría su camino.

Pero ese día la suerte no estaba de su parte, como si fuese un capricho del destino, al girar su cuerpo golpeó a una mujer que caminaba a sus espalda.

Esta tenía unas cuantas bolsas con nombre de tiendas en ellas y, seguramente, zapatos y ropa dentro.

—¡Ah, mierda! Mis cosas.

Exclamó molesta la mujer al caer completamente sobre su trasero. Tirando las bolsas de manos que llevaba, desparramando su contenido por toda la acera y quedando, en una muy incomoda posición de rodillas juntas.

Lincoln se horrorizó al instante, se maldijo a sí mismo una y otra vez por ser tan estúpido. Estaba lleno de vergüenza y pena, en verdad lo había estropeado en grande.

—¡Perdón! ¡Yo, yo fui un estúpido! ¡Todo fue culpa mía! Como lo siento —Lincoln parecía entrar en pánico, casi hiperventilando—. Dejame ayudarte. Por favor disculpame.

Extendió su mano hacia la mujer. Permitiendole tener una vista más completa de ella.

Era rubia, con un cabello sumamente largo y lasio. Vestía con un conjunto morado de una camisa manga larga, un chaleco de lana, una falda y una diadema. Sus ojos eran azules y su piel pálida. En cierta forma era muy parecida a Lori en apariencia, claro.

Bienvenido a casa, querido albino. (multi-cest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora