¿Fumamos?

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Ambos bajaban con tranquilidad las escaleras que daban al sótano.

El bunker estaba debajo de una trampilla de metal tapizada de césped falso. A unos dos metros del viejo arbol de la familia, era una fortuna que Lincoln no la hubiera destrozado cuando llegó a su casa por primera vez en veinte años.

—¿Qué necesitas, Lisa?

Le preguntó mientras bajaba, su hermana estaba tres escalones delante suyo y lo único que veía de ella era su cabellera.

—Todo she te sherá aclarado una vez que lleguemosh a mi bunker. No diré nada antesh de esho.

Lincoln soltó un gruñido, molesto en verdad. Sus emociones estaban al tope, después de todo, lo único que quería era contarle todas sus hermanas; y ahora tenía que decírselo a otras ocho personas. Nada estaba saliendo bien. Y para arruinar más las cosas; romper lo roto, por así decirlo, estaba Lisa con su actitud.

Pronto llegaron al bunker, Lincoln no tenía muchos recuerdos del mismo pero sabía que estaba diferente, más grande. Seguramente su hermana genio le aumentó el tamaño para facilitarle sus experimentos o simplemente no sabía en que gastarse su dinero.

El caso era que el área del bunker pasó de una pequeña habitación con varias camas y un almacén de comida a un gran laboratorio subterráneo.

Pues por todos lados estaban tubos de ensayos, notas y aparatejos de dudosa funcionalidad. Las gotas cayendos en los matizes y las computadoras haciendo lo suyo generaba una bonita melodia científica. Una sinfonía de sonidos dignos de la persona más aburrida del mundo, Lisa Loud.

—Haz favor de shentarte. Iré en sheguida.

Lisa le pidió a su hermano mientras le señalaba una silla movible que estaba en su escritorio. Las hojas, lápizes y las enormes pantallas conectadas a un teclado daban a entender que la chica la usaba para su trabajo.

Él la tomó con su mano derecha, se la llevó, acercándola a su hermanita y se sentó en ella. Le dio una mirada cansada a la científica antes de hablar.

—¿Qué pasa, Lisa?

—Quítate el brazo.

Dijo sin pena mientras quitaba cosas de una mesa, seguramente haciendo espacio para examinar el brazo de su hermano.

Lincoln se sintió levemente molesto por la petición de su hermana, había olvidado la falta de ética y moral que caracterizaba a Lisa Loud. Sinceramente el hombre había pensado que con el pasar de los años y siendo ahora una adulta tendría mayor idea de como medir sus instintos científicos.

—No —su respuesta fue concisa y cortante—. Lo lamento, Lisa, pero este brazo esta unido a mí, literalmente. Quitarmelo es algo muy doloroso y desagradable. No lo haría por nada del mundo, bueno, no al menos que no tuviera de otra.

Lisa se llevó la mano a la barbilla, meditando un segundo. Caminó a su botiquín de primeros auxilios, sacó una jeringa y un frasco. Llenó la jeringa con el liquido que se ocultaba en el obscuro frasco y le dio unos golpezitos con sus dedos.

—Shupongo que tu brazo usha un shishtema arcaico de unión. Sheguramente algún cable link conecta losh nerviosh de tu extenshión metálica con losh de tu hombro. Para esho she debe hacer una endidura en la piel, lo cual shugiere que tiene navajash o alguna otra cosha de punta punzante. Y para evitar el contagió de alguna infección she cierra la herida con un chishpazo de energía calorífica, sheguro que débil, tal vez unosh viente gradosh Celshiush.

Lincoln soltó una risa, sin duda su hermanita era especial.

—Son agujas y no sólo abren la piel, también se conectan al hueso; manteniendo el brazo firme.

Bienvenido a casa, querido albino. (multi-cest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora