Phantom pain.

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El tiempo pasa sin que uno se de cuenta. Días, semanas, meses... años. Cuando menos nos damos cuenta, ya es un nuevo día. Un nuevo comienzo...

Si lo pensamos bien, nada de lo que hacemos es duradero. Incluso tú, mientras lees estas palabras, avanzas sin darte un segundo para pensar; pensar en que no vives en realidad el momento. Porque cuando lo intentas, te das cuenta de que ya se fue. Tus pensamientos se vuelven recuerdos en segundos, se nublan en meses y se borran en años. ¿Qué es en realidad el tiempo en sí? ¿Una mentira? ¿Una fuerza más allá de nuestra comprensión?

¿Por lo menos es real?

Eso era lo que el albino de catorce años pensaba en su cama. Cuestionandose sobre si todo lo que vivía era real, o solo una loca ilusión generada por el movimiento de docenas de dimensiones a lo largo del universo.

Primero fue aquél viaje a otra dimensión, donde experimentó por carne propia lo que significaba las palabras "hermanos varones".

Era aceptable.

Después, su loco viaje de la habitación en llamas de sus hermanas más jovenes hacia un país místico y mágico llamado Horus. Donde se convirtió en el escudero del mismísimo príncipe del lugar.

Podía tolerarlo.

Un año después de su llegada, cuando Sora le tenía ya más confianza y apego le informó que los White, la raza de Sora, tenían un poder interno llamado "Energía Tesla"; algo así como un super pedo que volaba todo a la gran mierda, o así lo veía Lincoln. Ademas que, nesesitaban de armas hechas con un metal especial para liberarlo. Y que encima, aquel metal podía hacer armas con una mente propia; capaz de elegir quien los blandia y quien no, como todas unas divas.

Loco, sin duda, pero aún era aceptable.

Pero ahí estaba, dos años después de su llegada a Horus. Con una sensación horripilante recorriendo su espalda y su espina dorsal. Enloqueciendo su joven mente hasta el punto del máximo estrés posible. Ya que no solo sentía un miembro que ya no estaba. Sino que, también aquella espantosa sensación de dolor.

De nuevo echó una mirada a su brazo derecho, seguía sin haber nada allí. Sólo el mollejo de carne que se había creado arededor de su hombro. Como había sido desde sus once años, seguía sin haber un brazo en aquel lugar. Pero aún así, sin explicación alguna explicación para el albino, lo sentía. Sentía aquel brazo que le fue arrebatado en las llamas. Una inexplicable descarga de dolor que recorría los huesos imaginarios de aquel brazo ínexistente. Lo sentía, verdaderamente lo sentía, como si su brazo nunca se hubiera ido.

Estaba irritado y molestó como nunca en su vida. Y su casa había pagado las consecuencias.

Por todo el lugar, en especial las paredes, estaba el rastro de la ira del albino. Había pequeñas grietas en las paredes, producto de los repetitivos golpes en un mismo sitio que propinaba. Su nudillo izquierdo estaban despellejados y le dolía tremendamente, pero aún así, no se le acercaba ni de chiste aquella sensación.

La pequeña casa de Lincoln solo tenía una habitación y un baño. No nesesitaba una cocina ya que siempre acudía a la del castillo y los empleados, de muy mala gana, tenían que servirle por ser el escudero del príncipe. Claro que siempre que iba al castillo se preocupaba bastante por no ser visto ni por el rey Mark o la princesa Sona, pues la presencia del albino no era de su agrado.

La idea de Sora de regalarle una casa a Lincoln no fue muy buen vista por nadie del reino. Pero era eso o que viviera en el castillo, y era obvio que el rey no permitiría que un albino viviera en aquel lugar. Ya tenía a Sora y no nesesitaba de otro.

Terminó entregandole a Sora una de las propiedades más antiguas de su familia. Una choza ubicada en una de las montañas de la cordillera Sprouth que rodeaba el reino, como una especie de muralla de tierra, piedra, césped y árboles. Dejando solamente una entrada frontal para las caballerías del reino.

Bienvenido a casa, querido albino. (multi-cest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora