El regreso de la pieza faltante.

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¿Alguna vez has sentido que algo te falta?, ¿un pequeño picoteo, que no te deja dormir en las noches?

Aquel sentimiento de incomodidad, era con lo que la familia Loud había vivido por 20 años de sus vidas. Siempre esperando que apareciera aquella pieza faltante y terminara el rompecabezas de la familia.

Pero por fin, después de todo el tiempo, las lágrimas y la triztesa... La encontraron. Mas bien, el los encontró a ellos.

Ahí estaba parado en medio del agujero, mirando tranquilamente a la familia. Aquel chico de blanca cabellera que los Loud habían dado por muerto tiempo atrás.

En su rostro se dibujaba una sonrisa de tranquilidad. No avía movido un músculo desde que se presento, solo estaba parado allí, con las manos en la espalda.

—¡Mi bebe! —La señora Loud fue la primera en hablar, corriendo con lágrimas en los ojos  para abrazar al hombre.

Lincoln se sobresalto un poco pero prontamente devolvió el abrazo de la mujer. La señora Loud se sentía segura, aliviada... Feliz. Sumamente feliz; después de todo ¿que cosa puede alegrar mas a una madre que saber que su hijo no esta muerto?. La rubia se estremeció un poco al sentir el frio brazo metálico del albino, pero no le presto importancia. No quería arruinar el momento.

—Tranquila mamá —Lincoln acaricio la cabeza de su madre, buscando tranquilizarla—. No llores por favor. Sabes que no me gusta verte...

No pudo terminar ya que, sobre el, cayeron todos los Loud. La familia lloraba inconsolablemente mientras que Lincoln sonreía felizmente. El albino incluso dejo salir unas cuantas lágrimas.

—Oigan, también es un gusto verlos —dijo Lincoln con la respiración agitada—. Pero me están asfixiando.

Pero nadie hizo caso al hombre, no querían soltar al albino. Todos tenían miedo de que si lo soltaban se volviera a ir.

Pasaron los minutos y nadie soltaba al hombre. Lincoln ya tenia el pecho completamente empapado de lágrimas.

Todos se alarmaron cuando el reloj que tenía el albino en su brazo izquierdo, comenzó a brillar y producir un sonido de alarma.

—Escuchen, no tengo mucho tiempo —dijo el albino con el rostro oscurecido y la voz mas gruesa—. Nesesito que entren a la casa. Esperen ahí hasta que todo termine, no salgan y no abran la puerta. Yo los alcanzare después y les explicare todo.

El señor Loud y toda la familia estuvieron a punto de quejarse, pero fueron silenciados por el albino, que los cargo en los brazos como si fueran maletas. Todas las Loud, menos la madre claro, se sonrojaron. No podían creer que el hombre pudiera levantarlas a todas tan fácilmente; de hecho ahora que lo veían mejor, el albino se avía convertido en todo un bombón. Todas sentían el estomago revuelto y la cabeza arderles mientras eran cargadas por su hermano.

El hombre pateo la puerta de la casa, abriéndola de golpe. Arrojo a su familia al suelo y volvió a cerrar la puerta.

Todos se sorprendieron por el brusco trato del hombre, se quejaron por el dolor de la caida; intentando llamar la atencion del hombre. Pero Lincoln solo se alejo de la puerta, caminando excesivamente rápido.

Todos corrieron y se posicionaron en la ventana, no querían desobedecer al hombre; sus razones debía tener para pedirles algo tan serio, pero tampoco querían perder de vista los movimientos del albino.

Lincoln se detuvo en la carretera, parecía muy alerta y mantenía la mano en la funda donde tenia guardada su revólver.

No ocurría nada, los Loud temieron que el hombre se hubiera vuelto loco. Tal vez estar 20 años en dios sabe donde, le hubiera afectado la cabeza.

Bienvenido a casa, querido albino. (multi-cest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora