Viblioteka.

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-Disculpe... pero hay algo mal con su letrero.

Dijo el hombre con un hilo de voz, no recordaba mucho de las "vibliotekas" pero sabía que debía guardar silencio. Echó una mirada rápida en el establecimiento y estaba completamente desolado, no había ni una persona aparte de la "vibliotekaria" y él mismo. A lo mejor era porque la fachada del edificio no se asemejaba mucho a una verdadera "viblioteka" o que la gente, sencillamente, ya no se interesaba en leer libros. En verdad era lamentable ver una "viblioteka" en ese estado. Lincoln se lamentaba lo mucho que habían cambiado para mal las cosas.

-Ya sabemos que el letrero está mal escrito. Lamento decirle, que no es el primer genio que se ha dado cuenta. Su intuición detectivesca no es requerida aquí. No desperdicie su talento en un lugar como este. Seguro que afuera debe haber muchos crímenes sin resolver. Vaya a ayudar al buen samaritario y esas cosas.

Contestó con desdén y sarcamo la mujer. Con la cabeza baja, leía un libro que descansaba en su escritorio de negra madera. Al parecer, el negro era el color favorito de aquél lugar.

Lincoln sabía que algo estaba mal con aquel letrero, lo sentía en sus huesos. Se reservó las felicitaciones y celebros para sí mismo. Con su mano enguantada tomó el libro de la mujer y lo cerró. La pelinegra miró con enojo al hombre al momento que éste la desconecto de su extraña forma de leer.

-Yo me refería a que está en el suelo...

-¿A qué te refieres exactamente, punk de cabello teñido?

-Primero, no es teñido, es natural. Segundo, no me llames punk, mi nombre es Lincoln. ¿Ahora quisieras decirme el tuyo?

-... Maggie

Contesto la mujer con aún más molestia. Estaba arta de que los estúpidos que se hacían llamar a sí mismos "intelectuales" vinieran a mofarse de su letrero, y ya de paso, de lo mal que le iba a la biblioteca que compartía con su amiga. Aún si fueran unos galanes como el que tenía enfrente... ¿¡qué mierda!?

-Bien, Maggie. Sólo quería decir que tu letrero se había caído de su sitio y ahora está en el suelo.

Maggie puso un semblante indescriptible y observó al hombre con atención. Estaba tranquilo y relajado, se veía muy cómodo en el lugar. Era imposible que él estuviera mintiendo o que fuera el responsable... y si lo era... sabía ocultarlo muy bien.

Sin decir nada abrió una pequeña puertecilla que estaba a su derecha y salió del escritorio. Caminó con veloz y apresurado paso hacia la salida y al abrir la tallada puerta observó con enojo el letrero de su biblioteca. El punk no mentía, se había caído completamente de su base y ahora descansaba en el pavimento de la calle. Seguramente alguien se lo hubiera robado si no estuviera tan mal hecho.

-¡Maldito pedazo de mierda! ¡Porquería! -pateó el letrero con enojo pero pronto se arrepintió de su acción al sentir una fuerte punzada de dolor en el pie-. ¡Mierda! ¡Mierdaaaa!

-¿Todo bien?

Lincoln había seguido a la mujer con curiosidad y se había controlado bastante para no reírse de la emo que saltaba en un pie y maldecia a los cuatro vientos al largo letrero de metal.

-¿Es una broma, no? ¡Nada está bien! ¡El estúpido letrero de mierda no solo está mal escrito sino que también mal colocado! ¿¡Qué más falta?!

Lo volvió a patear y volvió a gimotear de dolor al instante. Así estuvo un rato largo. Pateando. Gritando. Maldiciendo.

La gente que pasaba por la calle simplemente ignoraba a la mujer y seguía apresuradamente su camino. Asustados y temerosos que la pelinegra la tomará contra ellos también.

Bienvenido a casa, querido albino. (multi-cest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora