En cuanto descendió del avión y sus pies tocaron el suelo de la pista de aterrizaje, lo primero que hizo fue cerrar los ojos e inhalar con fuerza el aire de la noche.
Siempre lo hacía, era como una tradición. Las sensaciones que recibía su cerebro eran tan diferentes a cuando estaba en Inglaterra, que sus sentidos se despertaban y se ponían en alerta.
Un cosquilleo le recorrió desde la nuca hasta el final de la espalda. Nunca era del todo consciente de cuánto echaba de menos Japón hasta que regresaba. Lástima que nunca permanecía demasiado tiempo en el país. Siempre terminaba siendo requerido por la policía de casi toda Europa para resolver casos particularmente difíciles.
Se dio cuenta de que con toda seguridad su Baaya le estaría esperando para recogerle y no quiso hacerla esperar. Se colgó su bolsa de equipaje en el hombro y echo a andar con pasos tranquilos hacia la salida de pasajeros.
A la mañana siguiente, acudió a sus clases en el instituto Ekoda como lo hacía siempre que se hallaba en la ciudad. A su padre ni se le pasaba por la cabeza la posibilidad de que se saltase las lecciones ni un sólo día, y daba más relevancia a su educación que a que se dedicase a resolver misterios y atender a la prensa. Un inconveniente de tener todavía 17 años. Además, así refrescaba su japonés, ya que él mismo debía admitir que por estar tanto tiempo fuera, estaba desarrollando un curioso acento.
Llegó a su clase y tomó asiento en su sitio, pero notaba que algo sucedía. El ambiente no era el jovial que solía ser. Sus compañeros estaban tensos, más callados que de costumbre. Incluso Aoko Nakamori que era alegre como un cascabel, permanecía sentada y mirando por la ventana. Algo no estaba bien.
- Buenos días, Nakamori - se dirigió a su compañera, con la formalidad que le caracterizaba.
- Ah, Hakuba - la chica pareció darse cuenta en ese momento de su presencia - ¿Cuándo regresaste?
- Anoche, a las 8 horas, 52 minutos y 38 segundos llegó mi vuelo. Pero dime... ¿Qué sucede que están todos tan serios?
- ¿No has oído las noticias? Varios estudiantes de secundaria de otros institutos han desaparecido en estos días. Todo el mundo está preocupado por si este instituto es el siguiente objetivo del secuestrador.
- Yo he oído que les han asesinado y que la policía no sabe quién es el culpable - intervino Keiko.
Se puso serio al escuchar eso. Debía ser un alguien muy astuto, que sabía borrar bien su rastro si no habían sido capaces aún de dar con él. Decidió que después de clase iría a la jefatura de policía a prestar sus servicios en la investigación. Al menos no se aburriria esos días en la ciudad, ya que después de que Kaito Kid dejase aparentemente los robos para siempre, no había tenido muchos desafíos para su intelecto.
- Oye, Aoko - volvió a hablar Keiko - ¿Y Kaito? Aún no ha llegado.
- Me dijo que me adelantase, y él se quedó hablando con un repartidor en una furgoneta que estaba parada delante de su casa.
La profesora entró en ese momento y las clases comenzaron. El resto del día transcurrió con la normalidad que era característica, salvo por el detalle de que el humor de Nakamori se volvió bastante oscuro, pues Kuroba no apareció en todo el día.
Pero ese era un detalle irrelevante para él en ese momento. Parte del día se la pasó buscando toda la información que se había filtrado a los medios de comunicación sobre el caso de los secuestros. No era demasiada y era muy contradictoria. Al final de la jornada, se dirigió como había planeado a hablar con la policía metropolitana, y al ser hijo de quien era no tuvo problema en que aceptasen su ayuda, además de que su fama le precedía.
El Detective Shiratori le facilito toda la información que poseían hasta el momento y así descubrió que el caso era más siniestro de lo que creían sus compañeros de clase. Las fotos forenses de los cuerpos hallados hicieron que su estómago se revolviese, y eso que ya había visto muchos cadáveres en su joven vida.
Al salir de la comisaría, decidió que necesitaba respirar aire fresco para borrar de su mente lo visto esa tarde. Así que le dijo a su Baaya que iría caminando a su casa. También necesitaba analizar todos los detalles del caso desde varias perspectivas.
Poco a poco, sus pasos le habían llevado a un parque infantil. A esas horas estaba vacío ya. Se quedó unos momentos mirando como los columpios se balanceaban por el viento.
Estaba tan abstraido en sus pensamientos que no se fijo en una furgoneta que se acercaba a gran velocidad a su posición, hasta que fue demasiado tarde. Apenas tuvo un segundo para apartarse, sino le hubieran atropellado.
La puerta de atrás se abrió bruscamente y alguien le cogió de los brazos, introduciéndole a la fuerza. El conductor arrancó de nuevo y condujo a gran velocidad por las carreteras.
Intentó resistirse y librarse de su agresor, pero le pusieron una tela en la nariz y boca, seguramente empapada de cloroformo y cayó en un profundo sueño.
Notaba que la cabeza le dolía cuando se despertó. Aún con los ojos cerrados se llevó la mano a la frente. No completo el recorrido pues ésta chocó contra algo duro.
Quiso girar el cuerpo y cambiar de postura, pero noto algo duro a ambos lados que se lo impedía.
Notando que su pulso empezaba a acelerarse, fue abriendo los ojos poco a poco. La situación en que se hallaba hizo que empezara a sudar de pánico.
Estaba encerrado en una caja similar a un ataud transparente. Era muy estrecho por lo que apenas podía moverse. Con las manos intento hacer fuerza en la tapa, pero no sé movió ni un milímetro. Probó a darle patadas, pero era de cristal muy resistente.
¿Quién le había hecho eso? ¿Por qué?
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El Juego
Fanfiction¿Qué pasaría si juntamos un "Escape room" y el clásico juego infantil de "Serpientes y Escaleras"? ¿Y si el organizador de la partida es un psicópata peligroso, causante de varios asesinatos en serie? ¿Y si además decide que sus jugadores sean los 3...