Encuentros

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A Kaito le había costado mucho trabajo moverse por los conductos de ventilación.

En un principio, éstos se veían amplios y el chico había podido avanzar sin problemas por ellos manteniéndose de rodillas. Pero poco a poco se habían ido estrechando hasta tal punto que, para no golpearse la cabeza, había terminado reptando por ellos.

Otro problema añadido había sido que se había topado con un nido de ratas. Y no de las pequeñas, aquellas eran como gatos. Fuera cual fuera el uso de aquel edificio, ahora estaba abandonado por lo que aquellos bichos se habían hecho las dueñas y señoras del lugar. Y estaba claro que no les hacía gracia la presencia del intruso en su territorio, saltaron sobre él atacandole, obligándole a retroceder por donde había llegado y a huir tomando otra bifurcación.

Tras un rato, estaba cansado y sentía que así no llegaría a ninguna parte. Aquello era como un laberinto. Quizás no había sido muy buena idea después de todo. En ese momento vio algo de luz en frente de él, proveniente con toda seguridad de una de las vía de acceso y oyó a alguien hablando. Se acercó a mirar.

No era una salida, era otra habitación. Estaba bastante vacía, sólo había un sillón parecido al de los médicos. Había alguien atado, pero no le podía ver la cara ya que un hombre estaba agachado sobre él, pero por las ropas tenía pinta de ser un estudiante. Algo le estaba diciendo aquel hombre que al chico no le hizo gracia ya que le dio una patada. Entonces le vio la cara.

- ¡¿Kudo?! Así que a ti también te han secuestrado. Hacía mucho tiempo que no te veía, no sabía que habías dejado de ser Conan Edogawa. - pensó Kaito, con una sonrisa nostálgica.

Siguió observando. A ese hombre la patada de Kudo le había dolido y tenía cara de querer tomar represalias. Ató un hilo al cuello del detective, inmovilizandolo y le vio coger un bisturí quirúrgico de una mesita que había próxima. En ese momento supo que tenía que intervenir. Soltó la rejilla, se la lanzó a la cabeza a aquel sujeto y él de un ágil salto se colo en la habitación, poniéndose delante para proteger a Kudo.

Una vez que Shinichi estuvo libre, entre él y Kaito ataron a aquel hombre al sillón donde unos minutos antes había estado el detective, para asegurarse que al despertar no les atacara.

Shinichi movió los labios para darle las "gracias" a ese chico que se había arriesgado por ayudarle, pero no dijo nada. Sus cejas se curvaron en un gesto de frustración al volver a intentar decir algo y no poder.

- ¿Qué te sucede? - preguntó Kaito al ver que el detective solo movía la boca pero no decía nada - ¿No puedes hablar?

Shinichi negó. Señaló la jeringuilla que reposaba en la mesita y después el cuello. Al ver que Kaito no entendía, repitió el gesto.

- ¿Te inyectaron algo y por eso no puedes hablar? - Shinichi asintió - pero, ¿es temporal, no Kudo?

Shinichi le miró con sorpresa, ¿se conocían? ¿Cómo sabía su nombre?

- Te he visto en las noticias, con la policía, por eso sé quién eres - se justificó el mago y añadió rápidamente para desviar la atención - Y ahora, deberíamos salir de aquí, Detective.

Shinichi señaló los conductos por donde había aparecido Kaito.

- No, créeme, no es buena idea. Es un laberinto y además... no creo que a las ratas que viven ahí les haga gracia verme de nuevo. Mejor saldremos por la puerta.

Shinichi se fijó en que la ropa de Kaito estaba rasgada por múltiples sitios, como si hubiera peleado con un tigre. ¿Eso se lo habían hecho las ratas?

~~~~~~

El agua estaba entrando más deprisa de lo que a Hakuba le hubiera gustado. En cuestión de unos pocos minutos la mitad de su cuerpo estaba ya bajo el agua, y él intentaba estar medio incorporado para mantener el mayor tiempo posible su cabeza fuera del agua. Pero el nivel seguía subiendo y empezaba a notar que algo mojado le rozaba las orejas.

A estas alturas estaba ya convencido de que quien hubiera organizado todo eso no quería que él sobreviviese, ya que la salida de la caja había sido anulada por el tanque, que estaba vertiendo el agua dentro.

Se hallaba bloqueado. No era capaz de pensar en más opciones para intentar salir de allí.

Era su fin.

Cerró los ojos y se dejó caer, sumergiéndose del todo. Soltó el aire de sus pulmones y notó como las burbujas le cosquilleaban la nariz.

- ¿Qué demonios...? ¡¡Hakuba!!

Al oír su nombre abrió rápidamente los ojos. No podía creer lo que veía.

~~~~~~

Después de escapar de la cámara frigorífica, Hattori había estado buscando una salida de aquel lugar, o en todo caso, a alguien más que hubiera sido secuestrado como él.

Se había topado con un largo pasillo lleno de puertas. Pero todas las que probó se hallaban cerradas con llave. Ya iba a darse media vuelta y a irse, cuando se había fijado que por la ranura inferior de una que se hallaba un poco más alejada de donde él se había parado, se podía ver luz.

- No he estado en esa habitacion todavía - se dijo a sí mismo, y se acercó a probar a abrirla - Vaya, el picaporte cede, está abierta....

Al entrar en la habitación, comprobó que estaba vacía, a excepción de una caja muy grande que se encontraba en el centro. Parecía de cristal, pues era transparente y Hattori con pasos prudentes, mirando bien a su alrededor por si era una trampa, se acercó a ella.

Lo que vio dentro le cortó la respiración. Encerrado dentro estaba aquel detective engreido, con el que Kudo y él habían coincidido en un caso. La caja se hallaba llena de agua y él tenía los ojos cerrados, ¿no estaría...?

Gritó su nombre y el rubio abrió los ojos. Aún vivía. Tenía que sacarle de ahí. Buscó por todos lados la apertura, pero no la encontró y el tiempo se le acababa. No se le ocurrió nada más, así que como aún llevaba el gancho que había usado para huir de la cámara frigorífica, se colocó en la cabecera de la caja y empezó a darle golpes al cristal con todas sus fuerzas.

Consiguió hacer un agujero y el agua empezó a salir. Poco a poco bajo el nivel y Hakuba pudo respirar. Hattori siguió dando golpes, agrandando el agujero, hasta que fue lo bastante grande para que el cuerpo de Hakuba pasase, aunque se hizo bastantes cortes por los bordes de cristal roto.

El detective inglés tosia y respiraba agitadamente. Su cabello rubio le caía sobre la cara empapado y miraba a Hattori de forma sería.

- Hattori... Tú... - empezó a decir pero un ataque de tos le interrumpió.

- Lo sé, lo sé, soy demasiado impulsivo y podía haberte sacado de otra forma.

- Puede que a veces no sea malo ser impulsivo - le respondió el chico con una sonrisa - Gracias.

- De nada, y si te encuentras con fuerzas, deberíamos irnos. Creo que hay dos personas más por aquí atrapadas que pueden necesitar ayuda.

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