Serpientes

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Tarareando alegremente, Ran probaba el guiso de carne que había estado preparando para la cena. Estaba mal que ella lo dijera, pero le había quedado delicioso. Mucho más que otra veces. ¿Sería verdad lo que Sonoko la decía siempre?, ¿que cuando una tiene amor en su vida todo va mucho mejor...?

Debía ser cierto, porque desde que Shinichi regreso e hicieron oficial su noviazgo, la vida había sido maravillosa. Bien era cierto que echaba de menos a Conan. Se había encariñado mucho con aquel pequeño y ahora que había vuelto con sus padres, la casa parecía más vacía sin él. Afortunadamente, Shinichi había vuelto a su lado poco después, y con la promesa de no marcharse nunca más.

Cuando todo estuvo dispuesto, bajo a la oficina a avisar a su padre de que la cena estaba lista. Seguramente estaría embobado viendo el programa de televisión de Yoko, como siempre. Cual no sería su sorpresa al encontrarse la televisión apagada y a su padre muy serio hablando por teléfono.

- Entiendo - decía en ese momento - sí, estuvo aquí esta tarde y luego se marchó... No se preocupe inspector Megure, no le diré nada a Ran, se preocuparía demasiado si supiera que ha sido raptado... Si, voy para allá. Hay que encontrar a esos muchachos cuanto antes... Hasta luego.

Kogoro colgó el teléfono y dio un pesado suspiro. Aquello no era bueno. No es que le cayera especialmente bien aquel sabelotodo novio de su hija, pero le había visto crecer desde muy pequeño. Pensar en lo que le podían estar haciendo, le encogió el corazón y le hizo temer por lo que sufriría Ran al enterarse. Tendría que mentirla. ¿Y si las cosas no salían bien y el chico acababa muerto....? No, mejor no pensar en eso por ahora.

Se levanto lentamente de la silla y alejándose de su mesa de trabajo, se dispuso a coger su chaqueta que estaba en el sofá. En ese momento su mirada se cruzó con la de Ran, que permanecía congelada y sin moverse en el marco de la puerta.

- ¿Qué le pasó a Shinichi?

- Ran... - no necesitó decirla nada más. Su sola mirada de pena y preocupación fue suficiente.

- No... ¡Shinichi!

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Shinichi creyó oír a alguien pronunciando su nombre. Parándose en seco buscó por todos lados. Pero nadie le había llamado, allí sólo estaban ellos cuatro, debió imaginarselo.

- Kudo, no te quedes atrás - le llamó Hattori. Aún con la sensación de que él había oído su nombre, Shinichi se reunió con sus compañeros.

Se hallaban recorriendo lo que debía ser la planta de producción de la fábrica. Aunque ya no había ninguna de las gigantes máquinas que en su día debió haber, aún se podían ver restos de materiales metálicos y piezas por aquí y por allí, salpicadas. La vegetación se estaba adueñando del lugar, dándole un aire salvaje y nostálgico a la vez.

- Tengo la teoría de que esto fue una fábrica de juguetes

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- Tengo la teoría de que esto fue una fábrica de juguetes... - comentó Heiji en voz alta.

- ¿En que te basas para decir eso? - le preguntó Hakuba, mirándole con cara divertida.

- Bueno... Por aquí hay piezas de puzzles y peluches viejos, he visto cochecitos de carreras, y luego están las muñecas de antes.... Ouch, vaya... perdón.

Shinichi acababa de darle un codazo en un costado, y miro a Kaito con preocupación. El mago le mostró una poker face impenetrable.

- No te preocupes. No me afecta que habléis de ello. De hecho, ya he olvidado completamente el aspecto de esa muñeca - le dijo con media sonrisa.

En realidad, estaba seguro de que la imagen de la Aoko-muñeca le perseguirá en sus pesadillas por el resto de su vida. 

Algo brillante deslumbró a Hakuba por un segundo. Sorprendido por ello, buscó que había sido. Tras unos segundos vio que entre las malas hierbas que habían ido creciendo se encontraban unas gafas, la luz de la luna que entraba por el techo roto había incidido sobre los cristales y estos habían brillado. Se agachó a recogerlas.

- Mirar - indicó a los demás - esto no es de un muñeco. Son de una persona... Alguien llegó hasta aquí.

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Deletreo Shinichi en la espalda de Kaito, mientras señalaba un zapato de chica que había visto abandonado muy próximo al lugar donde se hallaban las gafas.

- "Y estaba huyendo de algo" - tradujo Kaito - Pero, ¿de qué estaba huyendo? Aquí no hay nada. No parece que haya trampas tampoco...

Ninguno de los detectives podía dar respuesta a esa cuestión. Agudizando los sentidos, continuaron avanzando, atentos a cualquier cosa que pudiera ser una amenaza. En una ocasión, Hakuba creyó que algo movía la vegetación, pero al no ver nada pensó que sería su imaginación.

- Ey, chicos, ¿qué es aquel bulto que hay allí? - señaló Hattori a un punto que se encontraba en un lateral, al pie de unas escaleras metálicas.

Corrió hacia allí y lo que vio le impresionó bastante. Tirado de cualquier manera en el suelo estaba el cuerpo de una chica que debía tener su misma edad. Su cabello había sido arrancado por algunos sitios y presentaba moratones y cortes por brazos y piernas.

- Malditos - murmuró Hakuba cuando se acercó tambien y observó el cuerpo - hacerle eso a una joven tan bonita...

- Seguramente eran de ella las gafas y el zapato - dedujo Hattori - pero no podemos saber de qué huía y qué le ocasionó la muerte, no presenta ningún tipo de herida de arma o similar...

- Mirar su cuello, lleva colgando una llave como la que encontramos antes - señaló Kaito mientras se agachaba y tendía la mano para tomarla.

De repente, la blusa de la chica comenzó a moverse y ahuecarse. Un par de ojos amarillos brillaron en el borde del escote y unos colmillos se lanzaron contra la mano de Kaito.

Afortunadamente, Heiji fue más rápido y de un tirón apartó al mago. Shinichi abrió los ojos por la sorpresa. Una serpiente enorme se movía por el cuerpo sin vida de la chica, y les observaba como si quisiera hipnotizarles. Acababan de descubrir qué había provocado su muerte.

- No hagáis movimientos bruscos... - les recomendó Hakuba - retroceder poco a poco....

- Pero hay que coger esa llave.... - protestó Kaito - Podemos necesitarla más adelante.

- ¡No hagas tonterías, Kuroba! - Intentó advertirle Hakuba.

Pero Kaito no lo pensó dos veces. De una patada lanzó a la serpiente lo más lejos que pudo y rápidamente tiró de la llave con un movimiento seco, desprendiendola de la cadena donde la chica la había llevado.

Kaito se giró y le dedicó una sonrisa presuntuosa a Hakuba. El detective inglés le miraba con enfado, lo cual divirtió mucho al mago. Pero su alegría duró poco tiempo.

En el silencio que reinaba en aquel lugar, un sonido siseante llegó hasta ellos. Algo se estaba acercando a donde estaban. Gracias a la luz de la luna pudieron ver sus cuerpos sinuosos deslizándose entre la maleza. Difícil calcular un número exacto. Quizás varias docenas.

Se hallaban en un nido de serpientes. Y con toda seguridad, todas serían venenosas. No debían dejar que les mordiesen o estarían acabados.

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- ¡Abandonar el suelo!

En esta ocasión no fue necesario que Kaito tradujese, pues todos habían pensando lo mismo y se hallaban trepando escaleras arriba para refugiarse.

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