Jugador 4: Kaito Kuroba

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"Ladies and Gentlemen"

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"Ladies and Gentlemen"

Podía notar como su cuerpo vibraba de emoción, mientras se inclinaba humildemente ante los aplausos de quienes habían visto su actuación. Era la décima vez que hacía su show en el Blue Parrot, y cada vez más gente acudía a verle.

Al principio, su público sólo habían sido un par de jóvenes como él, que daba la casualidad que se hallaban allí jugando al billar. La siguiente ocasión, estaban aquellos chicos de nuevo, pero habían venido acompañados de algunos amigos.

Poco a poco, el boca a boca había ido atrayendo a más personas de todo tipo y edades. Algunos venían atraídos por su nombre y el recuerdo de su padre, el más grande mago de Japón. Pero después de unos cuantos trucos, los había conquistado a su favor.

Se estaba haciendo popular y le encantaba. Sobre todo entre las chicas, a causa de su amabilidad y gentileza. Una costumbre que había mantenido de su otra identidad, Kaito Kid.

- Muy bien, Joven Amo - le felicitó Jii mientras se acercaba a la barra y le ponía delante un refresco - Hoy ha venido más gente.

Sonrió agradecido a su amigo, y se sentó en un taburete mientras bebía. Lo necesitaba.

- Este chico es impresionante, ¿verdad Minako? - escucho que le decía una chica a su amiga, mientras pasaban al lado suyo para irse.

- ¡Si! y es muy guapo y cortes... Si fuera un ladrón, sería más maravilloso de lo que fue Kid-sama.

Con gesto distraído, agitó el vaso que tenía en la mano y observó como los hielos bailaban con el movimiento. Pocos sabían que él había sido el ladrón, guión mago, que había jugado con la policía y los mejores detectives durante todo ese tiempo. En el fondo se alegraba que esa etapa de su vida ya hubiera finalizado. El traje de Kid estaba guardado de nuevo en la habitación secreta de su casa, y esperaba que se quedase allí para siempre.

Por la expresión de su rostro, Jii debió de adivinar sus pensamientos porque rápidamente saco un tema de conversación.

- ¿Sabe Joven Kaito? Un caballero ha estado haciendo preguntas sobre usted.

- ¿Qué tipo de preguntas? - no sabía si eso era bueno o malo.

- Sobre cuánto lleva dedicándose a la magia. Su habilidad para los trucos de escapismo sobre todo. Creo que puede ser un promotor de artistas. Le he visto en varias ocasiones por aquí, y siempre le observa fascinado.

- Si eso fuera cierto, sería interesante, aunque lo más seguro es que sea un simple aficionado a la magia. La próxima vez que le veas, indicame quién es - contestó sin darle importancia y levantándose para marcharse - Gracias por tener todo preparado para esta noche Jii-chan. Nos vemos mañana.

- Vaya con cuidado Joven Amo.

Sabía que el aviso de Jii era a causa de ese extraño secuestrador que rondaba la ciudad y sobre el que se advertía a todos los estudiantes de secundaria. Pero no le preocupaba, él sabía cuidarse.

Si no hubiera sido tan confiado, puede que se hubiera fijado en la silueta que, con ojos astutos, le observó mientras salía del Blue Parrot, y después, manteniendo la distancia, le siguió hasta su casa.

A la mañana siguiente, alguien le despertó tocando con fuerza el timbre de la puerta de su casa.

- ¡Kaito! ¡Llegaremos tarde a clase! - escuchó la voz de Aoko.

Refunfuñando contra su amiga de la infancia, el chico salió de la cama con oscuras sombras debajo de sus ojos. Se había acostado tarde practicando nuevos trucos y ahora estaba muy cansado, aunque siempre podía echarse una siesta durante la primera hora.

Tomó una ducha rápida y tras ponerse el uniforme del instituto, cogió una manzana de la cocina para ir comiendola por el camino.

- Si tanta prisa tienes, ¿por qué no te vas sola? - le protestó a Aoko cuando se reunió con ella.

- ¿Y si ese loco que anda suelto me secuestra? Una chica bonita no puede fiarse de nadie.

- Bonita... - se burló de ella.

- ¡Idiota! - intento golpearle pero él fue más rápido y esquivó su puño.

Fue entonces cuando tropezó con una cesta de flores que se hallaba a un lateral de la puerta de su casa.

- ¿Y estás flores? - se extrañó mientras cogía la cesta y la observaba.

- Las ha dejado ese repartidor, serán para tu madre... - sugirió Aoko mientras señalaba a un hombre que se hallaba junto a una furgoneta.

El hombre llevaba una gorra oscura que le tapaba un poco la cara y llevaba un cuaderno que consultaba.

- Debe ser un error, voy a aclararlo. Ve delante, te alcanzare - le dijo a la chica.

Mientras Aoko se alejaba, él se acercó al hombre.

- Buenos días - saludo al hombre - Disculpe pero debe haber un error... No creo que estas flores sean para mi casa.

- No lo creo, joven - la voz de aquel hombre era áspera y tosia cada poco - pero vamos a la parte de atrás y consultaré el itinerario.

Apenas habían dado la vuelta a la furgoneta, cuando la puerta de atrás se abrió con brusquedad y alguien le rocío con un spray anestesiante. Intento cubrirse con el brazo, pero era tarde. Se sintió adormecido y de sus manos cayó la cesta al suelo.

- Estoy deseando ver que tan buen escapista eres - le susurraron en el oído antes de que todo se volviera negro.

Lo primero que noto al despertar es que tenía la boca seca. Ojalá hubiera tenido un vaso de agua cerca. Lo siguiente de lo que se percató era que su muñeca derecha estaba esposada a una tuberia de modo que no podía moverse.

Observó pues el lugar donde se hallaba. Era una habitación pequeña y vacía. Lo único que había era en el suelo, desde donde él estaba y hasta llegar a la puerta, una especie de placas negras.

Se estaba preguntando para que serían, cuando una rata enorme apareció desde un rincón y se paseo por una de ellas. En cuestión de segundos la rata fue electrocutada.

Miró con repugnancia el cuerpo ennegrecido del animal y se tapo la nariz ante el olor que impregnada el aire a carne quemada. Por ahí no podría escapar.

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